Hace unos años vengo notando cómo va creciendo rápidamente en visibilidad el colectivo identidad marrón, una agrupación que nació por la necesidad de inclusión positiva en los medios de comunicación: el poder identificarse, verse y sentirse representadxs. Algo tan básico y “normal”como lo que viven a diario quienes nacieron con la piel clara. Les propongo hacer un ejercicio: ¿alguna vez vieron a una persona blanca exigir verse reflejada en los medios de comunicación? ¿Por qué creen que esto sucede? La respuesta es evidente: las personas blancas no tienen que vivir desde muy pequeñas la discriminación constante porque nacen en un mundo que las coloca por encima de todo y como un símbolo de estatus social.

El jueves 24 de octubre, dentro de un subte de Buenos Aires, una pareja de referentes de la comunidad originaria Ayllu Mayu Wasi de la localidad bonaerense de Villa Martelli fue discriminada y burlada por un programa de televisión, dejando en evidencia el racismo estructural y la xenofobia que viene denunciando hace años el colectivo marrón. Una notera llamada Maggie Vigil, del programa Bien de mañana, que conduce Fabián Doman y se emite por canal 13, se topó con este matrimonio que por tradición y orgullo iba en el subte vestido con la ropa que usa su comunidad. Estos trajes llamaron su atención y, buscando la nota de color, fue a entrevistarlos. El saludo, dado inicialmente en idioma quechua, desató la risa y los comentarios discriminatorios disfrazados de chistes: “este se pasó de estación” se escuchaba de fondo mientras la periodista trataba como una muestra de exotismo al hombre, pidiéndole que le dijera algo “en indio”.

“¿Votó usted?” le preguntó la notera a la mujer, que inmediatamente respondió con su primer desarticulador del prejuicio: “Por supuesto”. La repregunta “¿A quién votó?” fue contestada con absoluto respeto y altura: “No se lo voy a decir porque es privado” y frente al tono jocoso, agregó que ella estaba hablando en serio. Mientas la notera esbozaba una torpe defensa explicando que se reía por la mención de privado, de fondo se seguía escuchando a Doman con comentarios que reforzaban la burla: “Se enojó la señora”. No sé qué les pasó a ustedes, pero a mí me da la sensación de que el estereotipo de “indígena” que estaba manejando la periodista era el de alguien ignorante o no digno de ser ciudadano, que no reconocía la importancia del mecanismo democrático (¿qué otra cosa supone la pregunta “¿Votó?” cuando se trata de una obligación?). Incluso el querer indagar a quién votó parece una pregunta que responde a la suspicacia del que piensa que alguien de un pueblo originario está votando “por el choripán y la coca” (no se me ocurre otro modo de entender la intención de la pregunta cuando ya había pasado más de una semana de la noticia de las elecciones). La interventora del Inadi, Greta Pena, explicó al respecto que estas actitudes discriminatorias surgen de la invisibilización de las poblaciones originarias como parte de nuestro país y que ese modo estereotipado y estigmatizante es un modo corriente que se emplea cuando se comunica algo vinculado con ellos. De alguna manera, no son vistos como ciudadanos.

La pareja mostró que no respondían al estereotipo que asocia mucha gente con las personas de piel marrón: “No es para reírse, son cosas serias, estamos hablando del destino de nuestro país” dijo la mujer. Frente a la sensatez, nuevamente la reacción fue de desacreditación: “Tampoco me va a dar clase de moral”. Pese al maltrato, los abuelos de la comunidad originaria Ayllu Mayu Wasi fueron tan respetuosos y dignos en sus respuestas que generaron mucha empatía en los espectadores y esto devino en una catarata de denuncias y en una ola de críticas en redes sociales.

Por un lado, es una buena señal que haya tanta gente en estado de alerta. Si esto pasaba hace 20 años, estoy segura de que muy pocos hubieran reaccionado. Según trascendió, hubo récord de denuncias en la Defensoría del público de Servicios de Comunicación Audiovisual al programa de Doman. En los 10 años que lleva el organismo, nunca un tema de este tipo despertó tanto rechazo por parte de las audiencias.

Por otro lado, no me voy a poner a señalar con el dedo porque sé lo difícil que es hacer un programa en vivo y desatinar alguna vez con algún comentario hecho con la intención de parecer graciosos. Pero me sorprende que con la cintura y el oficio que tiene Fabián Doman, un periodista con mucha trayectoria para afrontar cualquier tema y más uno como este, no haya realizado una disculpa sincera. La notera quizás tenga menos experiencia, no la conozco, igual no justifico su actitud ni su falta de empatía hacia dos personas educadas y respetuosas. Ante esto me surgen muchas preguntas: ¿por qué cuesta tanto asumir que somos todos diferentes? La discriminación y la xenofobia no son un invento del Inadi, es urgente que la televisión se ponga al día para no promover la segregación y comunicar con respeto. En el piso del estudio había muchos periodistas y gente formada: ¿cómo es que a nadie le nació salir en defensa de esta pareja? En la tele, en mayor o menor grado nos hemos equivocado todos, pero que nadie lo advirtiera me sorprendió.

Es hora de que quienes trabajamos en medios y tenemos mayor responsabilidad nos formemos en estos temas. Las identidades indígenas son parte del presente, así como del pasado de nuestra sociedad. Pertenecen a pueblos preexistentes con sus propias cosmovisiones, que tienen derecho a mantener e incluso a repensar y hasta a hacer convivir con tradiciones modernas. Es nuestra obligación contribuir al respeto y diálogo intercultural, y para esto es imprescindible que el tratamiento sea cuidadoso. Ojalá el episodio sirva para reflexionar, abrir nuestras mentes y tomar conciencia de que Argentina no es toda blanca ni termina en la General Paz.



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