En el Saldías Polo Cultural, inmenso y colorido galpón que alberga más de 60 salas de ensayo, y que fue otrora un mercado de verduras, se desplegó en el fin de semana una iniciativa novedosa en el plano de las artes visuales. Se trata de Affair, “un híbrido entre una feria y una muestra“, para el que se unieron 12 galerías. Sus representantes convocaron a un curador del ámbito independiente –Carlos Gutiérrez, a quien pertenece la definición- y un arquitecto –Ariel Jacubovich– para materializar la idea que se replicará en futuras ediciones. “No busca ser una feria convencional, con stands. Busca ir un paso más allá, y ver si se puede generar cierta polarización entre una muestra propiamente dicha, con su guión curatorial y sus ejes, y una feria, un formato más directo y transparente en su voluntad y estructura”, explicó Gutiérrez a Página/12, antes de dar inicio a una recorrida para la prensa.
Arte visual en el Saldías
Esta fue planteada como la edición número cero de la feria autogestionada. Inauguró el jueves por la tarde y pudo visitarse también el viernes y el sábado, con entrada gratuita, en San Pedro de Jujuy 4. El viernes estuvo abierta hasta las 21; el sábado hasta las 21.30 y la jornada continuó con la música del DJ Mariano Repetto.
Más de 90 obras de artistas de trayectoria y emergentes -entre ellas pinturas, dibujos, esculturas e instalaciones de lo más variadas- se exhibían en una de las salas del centro cultural ubicado al borde de la estación ferroviaria Saldías, a medio camino entre Aeroparque y el ribete de la Villa 31. Affair no ocupó cualquier sala, sino la más importante de este espacio recuperado por los hermanos Lucas y Nicolás Pombo, quienes trabajaban en una empresa de transporte de la zona y un día pensaron que algo potente podía suceder aquí. La sala se llama Luis Alberto Spinetta, en honor al primer músico que utilizó estas paredes para ensayar, en 2009, camino al inolvidable recital de las Bandas Eternas.
El año pasado, el Saldías fue declarado por la legislatura de la Ciudad como patrimonio cultural porteño. Será la sede de esta muestra-feria, también, en sus siguientes ediciones. “Hemos privilegiado esta locación por su ubicación estratégica a pocas cuadras del Centro Costa Salguero, por la estética del edificio que es habitado, en su mayor parte, por músicos y algunos artistas visuales (…). El Polo Cultural Saldías contaba con más de 60 oficinas, que fueron reconvertidas en salas de ensayo, galerías de arte, estudios de grabación y salones para todo tipo de eventos culturales”, han explicado les galeristas respecto de su elección.
Parece eterna la cantidad de puertas que hay en el segundo piso, donde estaba la muestra. Casi todas conducen a espacios para ensayar. Las paredes están repletas de grafitis y murales; en el pasillo se ven varias máquinas viejas de grabación. Toda esta estética interactuaba con Affair. La foto de Spinetta, enmarcada en la pared, acomapañaba a las obras. “Es un amuleto”, aseguraba Gutiérrez. “Este es un lugar bien extraño que en general se utiliza para eventos de música. Se nota que es un espacio transitado y tiene noche. Responde a un sector cultural muy específico. Que de pronto propongamos una experiencia de arte contemporáneo es entablar concesiones entre uno y otro”, analizaba.
“Teníamos que ver cómo podíamos reestructurar el lugar pero respetando su espíritu. No queríamos pintar paredes, hermosearlo. Mucha de esa presión recae en la estructura que construimos para el montaje. Tratamos de que sea lo más impecable posible”, sumó el curador. Las paredes de la sala Spinetta mantenían su aspecto desgastado, rodeando a una prolija estructura de madera que contenía todos los trabajos.
Los galeristas iban llegando, conversaban entusiasmados y entretenidos, se llevaban entradas para repartir. Se notaba que lo que estaban viviendo no era habitual para ellos. Había un espíritu de “camaradería“, como señaló Paola Iorio, directora de Ungallery. Una de las primeras cuestiones que subrayó Gutiérrez en la recorrida es que tanto él como Jacubovich tuvieron en cuenta el “ángulo de visión” para el dispositivo de montaje. Como comentó a este medio, la intención era que existiera una “convivencia entre galerías, que no hubiera separación entre una y otra“. “Buscamos, dentro de los staff de cada una, qué obras podían nutrir una convivencia conjunta, pensándonos como un ecosistema. Cada obra es un universo particular pero lo importante es que esos universos puedan vincularse con los otros de manera fluida“, explicó.
En el dispositivo con forma de L, alejado del formato convencional sectorizado por paneles, los espacios de exhibición eran abiertos. Letras blancas especificaban, con bastante disimulo, a qué galería pertenecían las obras. Cada institución presentó entre une y tres artistas. Parado en distintos puntos, el visitante podía ver cómo se filtraban elementos de una galería hacia la otra. “Obras, registros, formas, usos del espacio”, enumeró Gutiérrez, quien en la recorrida hizo un planteo conceptual que articulaba todo lo que se veía. “Desde mi abordaje curatorial más que nada fue pensar no tanto un guión que encerrara las obras sino más bien un andamiaje que pudiera dar contención a toda la experiencia. Desde lo arquitectónico fuimos viendo cómo hacer que el recorrido no fuese tan taxativo y lineal”, contó a la prensa.
Un recorrido posible por Affair
Para graficar la idea de ecosistema, el curador advirtió cómo se entrelazaba la obra en cerámica de María Allemand (TokonOma) con la de una “artista de otra generación” como Iara Kaumann (Ungallery), que en este caso utilizó yeso y óleo. Ambas mostraban figuras femeninas y un “desborde de la morfología del cuerpo”. “Depende de cómo vayan siguiendo el recorrido van a encontrar una sucesión de obras que construyen una concatenación de eventos y problemáticas”, indicó. Otra relación se instauraba entre los acrílicos de Valentina Ansaldi (Quimera) y la instalación de Olivia Funes Lastra (Ungallery), por los colores. Había un “correlato cromático y en preocupaciones” entre la escultura con forma de pelícano de Luis Wells (Lyv Gallery) y el textil pictórico de Mariana Allievi (Sasha D).
“En Sasha hay cierto eco de cuestiones orgánicas que se relacionan con lo que tenemos en Gabelich, con Florencia Echeverría y Rosario Farías“, detalló el curador. Una en la escultura, la otra en la pintura, las obras de ambas artistas reenvíaban a la naturaleza, especialmente a las flores. Los trabajos de Ana Rapela y Alec Franco (Otto) remitían a una “instancia más molecular” con “geometrías más o menos reconocibles”.
Había en la feria otra parte más “subterránea” y “nocturna”. El quiebre entre ambos mundos era la instalación de Lisandro Arévalo (Gabelich), “que podría venir del universo de los videojuegos” pero tenía “una fractura de encuentro arqueológico”, con sus rostros en retak con distintas expresiones. Luego aparecieron los “brillos”, los “destellos”, las “sensaciones más sociales”; la muestra cambiaba de tono, con vistosos corazones y copas. Por esa zona se hallaban las creaciones de Dolores Cabanillas, Luciana Bertoloni y Rodolfo Zagert (María Wonda), Daniel Romano, Ezequiel Black y Matías Maroevic (Wunsch) y Sofía Finkel (Acéfala). Tierra y OdA (con obras de Alejandro Niz, Javier Calcaterra y Federico Kirschbaum, y Desirée de Ridder, Josefina Robirosa y María Torcello respectivamente) incorporaban “una cosa más terrosa, ocre, otras materialidades, bien concretas”, vinculadas a “la tierra, la madera. Una cosa más espiritual incluso”.
Participaron también por TokonOma, Laura Spivak y Rosalba Mirabella; por Acéfala, Julián Astelarra y Samantha Ferro; por Lyv, Ike Tashiro; por Sasha, Luciano Colman y Vanesa Amenabar; y por Ungallery, Juan Jiant. En otro salón se montó una trastienda que permitía acceder a una breve selección de obras que condensaba la propuesta general.
Colectiva y horizontal
“Affair es jugar con la idea de hacer algo distinto, descontracturado. Las galerías conviven en armonía, con el novedoso concepto de tener un curador. Se genera una fluidez, también una camaradería. Estamos hablando cada uno de la obra del otro”, destacó Iorio, quien mencionó, además, Mi primer affair, propuesta de asesoramiento y acompañamiento pensada para fomentar el acercamiento a la primera obra de arte, y que buscó atraer al “público joven”. Se ofrecían obras desde los 200 dólares. La edición inaugural incluyó, además, “Hablame que me gusta”, un programa de charlas con invitados especiales pensadas junto al Centro Cultural de España en Buenos Aires y visitas guiadas por Patricia Rizzo y Vanesa Catellani.
Rodeado de los dibujos hiperrealistas de Calcaterra, las obras hechas con saquitos de té usados de Niz y las montañas de Kirschbaum, artista salteño, el galerista cordobés Fernando Ferreyra celebraba la ocasión. “Hay tres galerías más de Córdoba y una de Rosario. Estoy acostumbrado a participar de ferias en Argentina y el exterior, pero todas más estructuradas. Esto es totalmente descontracturado, una organización entre todos, en forma colectiva, horizontal. Todos colaboramos con algo, con lo que podemos. Es una experiencia nueva, me encantó que me hayan invitado los colegas de Buenos Aires, de quienes salió la iniciativa. Es muy original el proyecto y cómo se armó. Con el esfuerzo de todos logramos algo en forma conjunta. No tiene que haber necesariamente una estructura para llevarlo a cabo. Con iniciativa, ganas y poco dinero, pudimos lograr algo bueno y original“, concluyó.