Investigadores del Centro de Ecología Aplicada del Litoral (CECOAL) y la empresa chaqueña Sergeo Tech desarrollaron drones con forma de ave rapaz para espantar pájaros que son plaga en los cultivos de la región. Se trata de una tecnología amigable con el ambiente que, a diferencia de otros métodos, no tiene impacto negativo en la biodiversidad ni en las comunidades cercanas.

“La región chaqueña ha sufrido una fuerte deforestación a partir de la ampliación de la superficie para cultivos como soja, maíz, girasol y sorgo. Esto ha favorecido a aves como palomas y cotorras que, al aumentar su población, se terminan transformando en plaga”, explica el doctor en Ciencias Biológicas Adrián Di Giacomo, director del proyecto y del CECOAL.

El objetivo es usar un vehículo aéreo no tripulado para imitar el comportamiento y la apariencia de aves rapaces como halcones y águilas. De esta forma, buscan reemplazar otros métodos que se usan actualmente como agroquímicos, envenenamiento de semillas y hasta armas de fuego. “El control de plagas es un tema complejo y muchas veces se usan cosas que no corresponden o métodos que tienen efectos negativos en otras especies silvestres. Por eso buscamos desarrollar una herramienta más inocua para dispersar a las aves que perjudican los cultivos”, señala el investigador.

Un ave robótica

El equipo que lleva adelante el proyecto está conformado por especialistas en comportamiento de aves y expertos en robótica. “Con esta iniciativa buscamos utilizar la tecnología de sistemas autónomos aéreos para espantar aves en sectores donde hoy representan un gran problema. Hay casos de productores que, teniendo campos con gran fertilidad, deciden no cultivar determinados granos porque las palomas se comen toda su producción”, cuenta Ramiro Cabás, fundador de Sergeo Tech, empresa que se dedica a brindar servicios tecnológicos al sector agropecuario.

Los drones diseñados por los investigadores tienen el tamaño de un ave rapaz grande, de aproximadamente 1.60 metro de ala a ala por 90 centímetros de largo. Por cuestiones aerodinámicas, son un 30 por ciento más grande que un águila. Sus estructuras fueron fabricadas completamente en Argentina y están hechas con fibra de carbono.

En este sentido, el vehículo debe ser liviano para poder levantar vuelo y ahorrar energía. Al mismo tiempo, tiene que ser robusto para que pueda ser utilizado como una herramienta de trabajo. Según Cabás, su forma fue fundamental para el éxito del proyecto. “Hicimos comparaciones sobre un cultivo entre un avión sin mimetización y este equipo parecido al águila, y comprobamos que nuestra tecnología es mucho más efectiva”, indica el ingeniero.

Con vista de halcón

Para programar los drones, los investigadores se basaron en el conocimiento generado en el CECOAL sobre el comportamiento de las aves. Además, se inspiraron en la cetrería, una actividad que consiste en entrenar aves rapaces para la caza. “Esto se hace en algunas partes del mundo para espantar aves que interfieren en distintas actividades, por ejemplo, en aeropuertos o en cultivos caros como viñedos”, detalla Di Giacomo.

Si bien las piezas electrónicas son importadas, la programación es realizada íntegramente por los investigadores. “Utilizamos tecnología de comando automático o autopiloto. Esto protege al equipo de movimientos bruscos que el operador pueda hacer y evita que se golpee o se caiga”, resalta Cabás. La idea es generar una programación por rondas, es decir, que en un vuelo haga determinada trayectoria, en el siguiente cubra otra área del campo y así sucesivamente hasta completar la superficie.

Los investigadores indican que con un solo equipo se pueden cubrir grandes extensiones ya que tiene la capacidad de volar más tiempo y más lejos que los drones tradicionales. Mientras que los vehículos de operación manual no pueden ser llevados a más de 500 metros por una cuestión de visibilidad, estos pueden sobrevolar hasta a 15 kilómetros de distancia.

Otra de las premisas a la hora de diseñar la programación de los drones es que sea algo sencillo de aprender por cualquier persona con una capacitación mínima, de forma que los propios productores puedan usar la tecnología. En los próximos meses harán las primeras capacitaciones que podrían durar entre dos y cuatro semanas. “Pensamos que esto también podría generar nuevas fuentes de trabajo, teniendo en cuenta que a muchos jóvenes les gusta manejar este tipo de tecnologías”, agrega Di Giacomo.

Actualmente, los investigadores tienen un 80 por ciento del equipo listo. Una vez que esté terminado, realizarán ensayos en cultivos afectados por aves para testear la efectividad de los drones. “En los próximos meses tendremos el trabajo más intenso: terminar la fabricación, formar a los operadores y realizar pruebas sobre los cultivos en noviembre”, afirma Cabás.

Además del CECOAL, que depende del Conicet y la Universidad Nacional del Nordeste, también participan especialistas de la estación experimental del INTA Las Breñas, que harán de nexo con productores que tengan problema de plagas y quieran probar el dispositivo en sus campos. “Creo que este proyecto es un ejemplo de cómo se puede aplicar conocimientos de investigación básica para desarrollar innovaciones con un impacto concreto en el sistema productivo”, subraya Di Giacomo.

La iniciativa obtuvo financiamiento a través de la convocatoria Proyectos Federales de Innovación destinada a resolver problemas locales, de la que forman parte distintos organismos como el Consejo Federal de Ciencia y Tecnología y el Instituto Chaqueño de Ciencia, Tecnología e Innovación.



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