“Shogun”, la anticipada miniserie de drama histórico que adapta una vez más la famosa novela de James Clavell, centrada en la inesperada relación entre un navegante inglés y dos nobles japoneses en la antesala de una guerra civil en la principal isla nipona en el 1600, llega este martes a Star+ y Disney+ para indagar en “las preguntas eternas sobre cómo nos encontramos con un otro, con otras culturas y con nosotros mismos en esas culturas”.
“Nuestro objetivo es presentar una suerte de plantilla sobre cómo es que nosotros, como occidentales, nos vinculamos con nuestras contrapartes japonesas, con la esperanza de haber aprendido y de, junto a un equipo multicultural, haber creado algo único en amplitud y alcance, pero también algo especial por su atención y consideración”, ahondó en diálogo con Télam la escritora Rachel Kondo sobre el espíritu de la producción, desarrollada en dupla junto a su esposo, el guionista James Marks.
El best seller de Clavell, publicado en 1975 y que ya había sido llevado con muy buena recepción al formato chico en 1980 para la cadena NBC, cobra nuevas lecturas desde una mirada contemporánea con esta propuesta que, además, no decepciona en términos de puesta en escena, así como en el cuidado por los detalles y la autenticidad de sus personajes.
Ambientada meses antes de la decisiva batalla de Sekigahara, la más larga de ese período de la historia japonesa, “Shogun” sigue a Yoshii Toranaga, un señor feudal enfrentado a los demás líderes ante un vacío de poder en el territorio encarnado por el actor Hiroyuki Sanada, reconocido a nivel global por su trabajo en el filme “El último samurai” (2003), quien también obra como productor de la serie.
Aunque sostiene un rol protagónico central, el devenir de Toranaga cambia definitivamente de rumbo cuando conoce a John Blackthorne (Cosmo Jarvis), un capitán inglés con muchos secretos que llega a las costas del archipiélago dominado comercialmente por Portugal; un vínculo que se completa con la introducción de Lady Mariko (Anna Sawai), una traductora y última heredera de una familia deshonrada.
En vísperas de su estreno, Kondo conversó con esta agencia sobre la construcción de “Shogun”, cuyo elenco se completa con la participación de Tadanobu Asano, Hiroto Kanai, Takehiro Hira, Moeka Hoshi y Tokuma Nishioka.
-¿Cómo surgió este proyecto? ¿De qué manera abordaron el material original?
-Tanto el libro como la miniserie de 1980 salieron antes de nuestros tiempos, pero eso no significaba que su impacto no estuviera en nuestro radar. De hecho, aunque no habíamos leído el libro, lo reconocíamos de haberlo visto en las mesitas de luz de nuestros padres. Por eso, cuando hace unos cinco años le mandaron una copia a Justin (Marks), él tuvo sus dudas a la hora de encarar esta figura familiar, la de un europeo que se veía como él pero que usa vestimentas japonesas, que no le pertenecen. Desde un punto de vista de representación, sintió que quizás no era su lugar, y también le preocupaba que fuera una historia que ya había sido visitada lo suficiente.
Pero mientras que él se acercó al libro con humildad, yo lo hice con una buena cuota de ingenuidad. Como alguien de ascendencia japonesa, me pareció que podía ser el ingreso perfecto al mundo de Hollywood, con mi paso previo por el ámbito literario, pero rápidamente me di cuenta de que ser japonesa-americana, y habiendo nacido en Hawái, en realidad era algo completamente distinto y que no tenía idea de lo que significaba. Así que nos embarcamos en una especie de odisea de tener que aprender a bajar la guardia, incluso a corrernos del camino, para darle espacio a quienes pudieran aportar una voz más auténtica. Por eso conformamos un equipo de guionistas mayoritariamente compuesto por mujeres asiático-americanas que pudieran estudiar minuciosamente esta novela que ya había sido estudiada muchas veces, y con las que charlamos mucho sobre los lugares comunes y los clichés que nos hacen ruido en nuestra sensibilidad contemporánea, y que esperábamos evitar.
-La serie es muy ambiciosa no sólo en su narrativa sino en la construcción de este mundo, con unas locaciones impactantes y un nivel de detalle muy destacado en términos de vestuario y de lenguaje. ¿Cuáles fueron los desafíos a la hora de encarar una producción de este calibre?
-El desafío principal fue el hecho de crear algo nuevo, que por definición significaba que no teníamos idea de qué hacer cuando arrancamos. Como suele decir Justin, estábamos armando un auto mientras lo manejábamos. Cada uno de los departamentos, desde el de vestuario a cargo de Carlos Rosario hasta el de diseño de producción con Helen Jarvis a la cabeza, tuvo que poner en práctica sus instintos para traer una mirada personal a este material. Cada uno de ellos tuvo que salir de su comodidad para escuchar al pequeño ejército de consultores de historia y cultura, especialistas en gestos y hasta expertos en pelucas y en el uso de los cinturones característicos de Japón que había convocado Hiroyuki (Sanada), nuestro líder, estrella y productor.
-¿Cómo creés que dialoga la conexión entre los tres personajes principales con nuestro presente, tan atravesado por la globalización pero en el que todavía sobreviven grandes abismos entre culturas?
-Después de leer el libro, tanto a Justin como a mí nos sorprendió sentir una suerte de nueva urgencia en la historia. Las preguntas eternas sobre cómo nos encontramos con un otro, con otras culturas y con nosotros mismos en esas culturas, son inquietudes que siempre deberíamos estar planteándonos. Aprender a estudiar las diferencias entre nosotros, con tanta compasión como curiosidad, es el motivo por el que nos involucramos en un primer momento. La experiencia interconectada de Toranga, Mariko y Blackthorne es un ejemplo perfecto de cómo tres individuos, con objetivos marcadamente distintos, descubren la forma de traducir quiénes son en relación con los demás.