El mundo no tiene una lista de ‘tareas pendientes’ ambientales. No. El mundo tiene una lista de ‘obligaciones ambientales’ por cumplir en 2024 y en las próximas décadas.
Debemos frenar el cambio climático y adaptarnos a sus consecuencias, proteger y restaurar la naturaleza y la biodiversidad, rever la degradación del suelo y la desertificación, y poner fin a la contaminación y los desechos.
Si lo logramos de manera adecuada, podremos construir un futuro que beneficie a la mayoría de las personas y no solo a unos pocos, tal y como se establece en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas.
Las naciones en todas las fases de desarrollo se han comprometido a trabajar por este futuro sostenible mediante la firma de decenas de acuerdos ambientales multilaterales. En tiempos de crisis geopolítica y de cambios en el panorama político, se trata de una hazaña nada desdeñable.
La acción en favor del medio ambiente es una poderosa fuerza unificadora.
Hay acuerdos mundiales que fijan metas y objetivos consensuados, como el Acuerdo de París, el Marco Mundial de Biodiversidad de Kunming-Montreal y el Marco Mundial sobre Productos Químicos.
Un gran número de empresas e inversionistas están prometiendo alinear sus modelos económicos y su capital con aspiraciones respetuosas con la naturaleza y con bajas emisiones de carbono.
Asimismo, bancos y organizaciones internacionales de todos los colores y sectores están incorporando la acción ambiental como parte esencial de sus objetivos. La comunidad científica está pasando cada vez más de dar la voz de alarma a recomendar soluciones.
Sin embargo, es preciso acelerar los avances para convertir los compromisos en acciones transformadoras concretas. El año pasado fue el más caluroso jamás registrado de la historia, lo que provocó olas de calor, tormentas y sequías que devastaron el planeta. Millones de personas murieron por la contaminación del aire, la tierra y el agua.
También se siguen diezmando las selvas tropicales y siguen disminuyendo las poblaciones de especies cruciales para la salud de los ecosistemas. Cada día, cada semana, cada mes que pasa, la humanidad se hunde en un agujero del que tardará más en salir.
Ahora bien, no se trata sólo de trabajar más y más, sino de hacerlo de manera más inteligente. Con tantos acuerdos en juego, existe un riesgo creciente de fragmentación. Este es un desafio que tenemos que abordar asegurándonos de que el trabajo en cada compromiso encaje y amplifique el trabajo de los demás.
Al fin y al cabo, nos enfrentamos a un único desafío mundial: lo que en el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) llamamos la triple crisis planetaria: la crisis del cambio climático, la crisis de la pérdida de naturaleza y biodiversidad y la crisis de la contaminación y los desechos.
Los principales factores causantes de cada desafío ambiental suelen ser los mismos: los patrones insostenibles de consumo y producción son los predominantes. Las mejores soluciones son las que responden a múltiples desafíos al mismo tiempo.
Aquí es donde entra en juego la Asamblea de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente, abreviada en inglés como UNEA. La Asamblea, el órgano decisorio de más alto nivel del mundo en materia de medio ambiente, reúne a las naciones cada dos años para examinar asuntos aislados, sino todo, en todas partes, al unísono.
Su sexta cumbre se celebra este mes en Nairobi (Kenya), en la sede principal del PNUMA, que alberga las secretarías de más de veinte acuerdos, convenciones regionales y grupos cientificos. Este año, extendemos la invitación a los acuerdos ambientales multilaterales, a las naciones y, de hecho, a todos los actores y partes interesadas, para que se reúnan y juntos encontremos nuevas formas de cooperar en la consecución de objetivos comunes.
No digo que esto vaya a ser sencillo. Hay docenas de organismos que abarcan cientos de objetivos y metas. El Acuerdo de París tiene por objetivo limitar el aumento de la temperatura mundial muy por debajo de 2 °C o 1,5 °C.
El Marco Mundial de Biodiversidad de Kunming-Montreal prevé la protección, restauración y gestión sostenible de las tierras, los océanos, las zonas costeras y las aguas interiores de nuestro planeta Tierra.
Las naciones aspiran a lograr la neutralidad de la degradación de la tierra en virtud de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación.
El Protocolo de Montreal sigue protegiendo la capa de ozono y contribuye a la acción climática. Disponemos de otros acuerdos para hacer de todo, desde proteger a las especies hasta proteger a las personas y al planeta de los productos químicos nocivos y los desechos.
Asimismo, se está concluyendo un nuevo instrumento para poner fin a la contaminación por plásticos. Entretanto, las naciones darán un paso adelante en la UNEA-6 con nuevas resoluciones des)nadas a hacer frente a la triple crisis planetaria.
Al haber tanto trabajo en marcha, a veces da la sensación de que estamos todos en un mismo barco que apunta al mismo puerto, manejando docenas de timoneras distintas conectadas a distintos timones. No estamos tomando la ruta más rápida y directa hacia el destino. No.
En UNEA-6, todos debemos esforzarnos por encontrar nuevas estrategias para coordinar las timoneras. Aprendamos unos de otros y apliquemos las lecciones del pasado al futuro. Y comencemos poniendo en práctica los numerosos compromisos que harán que el planeta y la humanidad gocen de buena salud y bienestar.
Por Inger Andersen, Secretaria General Adjunta de las Naciones Unidas y Directora Ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).