“La cultura mapuche, a través del arte, puede mostrar que hay otras formas de caminar y de entender al mundo, al medioambiente, que hay otras formas de relacionarnos entre los seres humanos y no solo la que el sistema nos muestra”, explica Oscar Sarhan, el curador de Ruxan: joyas de nuestra tierra, la exposición que puede visitarse en la Casa de la Cultura del Fondo Nacional de las Artes (FNA), en Rufino de Elizalde 2831, hasta el 10 de septiembre. “Por eso, esto no es solo una muestra de arte, sino una manera de tender puentes” sostiene el curador, quien seleccionó para la ocasión, piezas diversas de esta cultura ancestral: indumentaria, tejidos, alfarería, cerámica, arte lítico –en piedra-, y orfebrería que representan al arte del pueblo mapuche. 

La exhibición “que no es solo una muestra de arte” fue inaugurada el 3 de agosto con la presencia del Ministro de Cultura Tristán Bauer, en un acto performativo ejecutado por los artistas que la integran donde se recreó una reunión del pueblo mapuche, típica en su circularidad. Así quedaba inaugurado este trabajo colectivo “de jóvenes neuquinos que se reivindican hijos del pueblo mapuche y promueven esta cultura desde el presente, desde la contemporaneidad”, aporta Diana Saiegh, presidenta del FNA. 

Convencidos de la capacidad del arte para crear nuevos espacios de diálogo, este colectivo de artistas rescata elementos simbólicos del universo cultural mapuche, para ofrecerlos en una exposición donde lo ancestral, sin perder sus formas, es reinventado para transmitir su mensaje, el de esa cultura originaria que los gestó y les dio vida. La curaduría de Sarhan logró diseñar un circuito que permite a los objetos habitar la sala de exposición de manera que en la dinámica del recorrido los visitantes perciben la circularidad del modo de ver, y de ser, de la cultura mapuche. 

En la entrada, los atuendos de las mujeres presiden la sala, sobre maniquíes que ostentan una portentosa composición acompañados por la joyería; y más allá, la cerámica. Al medio, el móvil de un gran pectoral –de dos metros de alto- se mece suavemente, al paso de los visitantes. A sus pies, en círculo, hay ramas y hojas de la flora neuquina, el territorio de los jóvenes artistas que compusieron esta inquietante instalación. Tal como fue expuesta en su primera versión, en el museo Gregorio Álvarez, en la capital neuquina. “Estos objetos nos interpelan , para repensar las categorías –ya sea del arte, la artesanía, la escultura o la orfebrería-, desde una cosmovisión ancestral cuya conexión con lo esencial se ha vuelto se diría que urgente”, acierta Saiegh.

Las cerámicas de Fabiola Lefiman conjugan con las piezas de arte lítico, como define Matías Deyurka a sus tallas en obsidiana, las que ya no son flechas o puntas de lanza sino objetos de arte asumiendo en esta composición, una nueva representación de sus orígenes, la que completan los ponchos que se imponen en el otro extremo de la sala, tejidos en telar por Sol Carilao. Entre unas y otras obras centellea la joyería de Gustavo Nawel, de Cristina Jara, de Daniela Vivanco y de Lila Breyter.

Cada artista recupera una expresión de esta cultura indígena y la hace propia, la actualiza y la reinstala en la vitalidad de lo contemporáneo. “Es la voz de un pueblo desde generaciones nuevas que toman lo ancestral y lo reinterpretan, con toda la connotación que tiene este presente”, describe Sarhan. “Desde ahí se vuelve a la idea del encuentro de culturas rescatando en este caso el saber mapuche que hoy estamos dando a conocer, y que ofrecemos desde el arte, en este mundo tan convulsionado”.

Ruxan, el vocablo que titula la muestra proviene, de la lengua mapuche. “En este caso significa plata, resplandeciente, luminosidad, brillo, tiene que ver con esa luz que se desprende de algo –explica Sarhan-, y por eso la muestra es una joya en sí misma”. Los lenguajes presentes en las piezas -cerámica, orfebrería, tejido y arte lítico- vibran y expresan en la sintonía de la composición “a una cultura viva”, añade Sarhan.

En las obras de estos siete artistas se reconstruye “un relato verdadero de esa forma de vivir”, señala Saiegh. Al mismo tiempo, su exhibición en esta Casa de la Cultura expresa la decisión del FNA de “dejar atrás las jerarquías académicas que hicieron de la cultura visual de nuestros pueblos originarios un hecho subalterno en el relato de la historia del arte”. Si bien en la última década, aporta Saiegh, hay “investigadores y curadores de las metrópolis centrales que impulsan estrategias de descolonización para recuperar las estéticas olvidadas de las naciones originarias”. Pero “queda todavía un largo camino por recorrer”, sostiene la reconocida gestora cultural. Y suma: “Esta muestra tiene esa misión, dejar huella” en una trama diversa y multicultural.

Al recorrerla es posible percibir la vibración en los colores de las matras laboredas, en los diseños que refieren al cultrún, quizá el instrumento ritual, de percusión, más representativo del pueblo mapuche; tanto como en el brillo de los metales. Estos artistas recuperan elementos característicos de la cultura mapuche para representarlos desde el presente. Así el visitante “puede conocer más de esta cosmovisión” repasa Sarhan. Se refiere “a las grandes reuniones, sus ceremonias y espacios de reflexión, el respeto en las formas, el diálogo y los peumas (sueños) de quienes habitan este territorio desde tiempos prehispánicos”.

Ruxan, joyas de nuestra tierra puede visitarse hasta el 10 de septiembre, de jueves a domingos, de 14 a 19 horas, con entrada libre, en la Casa de la cultura del FNA en CABA. Allí, como explica Sarhan, lo mapuche se presenta como “una cultura activa, que genera el dinamismo necesario para entender que podemos intercambiar memorias y que estas memorias pueden trabajen junto a otras, y no a partir del atropello de una por la otra” sintetiza. Para el curador es importante reconocer que “los bienes simbólicos nos alcanzan a todos y todas, porque tienen que ver con una forma de estar en la vida y en el mundo, una manera distinta a lo que el sistema nos muestra”, define.

Tristán Bauer en la inauguración. (Imagen: Prensa Ministerio de Cultura de la Nación)

Para completar la visita, en una sala contigua a la instalación pueden verse tres cortometrajes seleccionados por Sarhan con el mismo rigor estético y documental que guía su curaduría: danza contemporánea, en una coreografía de Mariana Sirote; una escena de la seria Aimé –con Charo Bogarín, de Aymará Rovera-, y un extracto del documental Mapuches del Neuquén que muestra la vida actual en estas comunidades, realizado por Radio y Televisión del Neuquén (RTN).

“Estamos haciendo este esfuerzo para mostrar otra voz, la del arte”, enfatiza el curador. “Para salir del estigma que encierra al pueblo mapuche. Y ojo que nosotros tampoco somos ‘la voz del pueblo mapuche’, sino que aquí se toma a la cultura mapuche como eje de la creación”, advierte. El sentido de esta muestra, concluye, “es hacernos pensar que tal vez esta joya está conectada con aquel pasado, que se vuelve presente, se vuelve acción, dinamismo, y por eso puede mostrar a una cultura viva”. 



Source link

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *