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El músico, compositor y productor Gustavo Santaolalla última detalles del relanzamiento y puesta en vivo mundial de su influyente álbum “Ronroco” a más de un cuarto de siglo de su salida, como para celebrar que al instrumento andino que protagonizó y dio nombre al álbum “pude ponerlo en el mapa de la música”, según destaca.

“Al ronroco no lo conocía nadie y hoy, 25 años después, por un lado, en YouTube encontrás tutoriales sobre cómo tocarlo y, por el otro, pude abrirlo, que adquiriera otra dimensión y se convirtiera en instrumento para orquestas”, subraya Santaolalla durante una entrevista con Télam.

Desde la ciudad estadounidense de Los Ángeles donde se radicó en 1978 y construyó una notable actividad como productor y creador de música para cine y series en una tarea que le valió dos premios Oscar, el artista, de 72 años, pondera el legado del charanguista Jaime Torres (1938-2018) quien lo impulsó a animarse a grabar “Ronroco”.

El músico que fuera fundador de los grupos Arco Iris y Soluna revela que después de haber producido “Amauta” (1995), un monumental trabajo sobre la obra de Torres que habilitó una relación devenida en amistad, se animó a mostrarle al eximio intérprete lo que hacía con el ronroco.

“Jaime me animó a publicar las músicas que yo venía haciendo con el ronroco desde hacía 13 años y que no tenían resabios de música andina sino que sonaban al este de Europa, o a África o a Japón. Él me dijo – recuerda- ‘no hay reglas para tocar el ronroco pero vos le encontraste el espíritu al instrumento y tenés que hacer que eso se conozca'”.

Con aquel impulso bendito como disparador, el camino de “Ronroco” superó incluso los buenos augurios de Torres e impactó en el cine ya que una de sus piezas, “Iguazú”, fue usado en 1999 por el estadounidense Michael Mann para el filme “El Dilema”.

También de ese álbum, el realizador mexicano Alejandro González Iñárritu escogió “Atacama” para “Amores perros” (2000) en el inicio de un vínculo creativo que se extendió a “21 gramos” y que en 2006 le valió un segundo Oscar al argentino por la música compuesta para “Babel”, apenas un año después de llevarse su primera estatuilla de la mano de las melodías destinadas a “Secreto en la montaña”.

Esa conjunción de artes también adeudó otro título de “Ronroco” como “De Ushuaia a La Quiaca” para ser parte de la banda sonora de “Diarios de Motocicleta” (2004), del brasileño Walter Salles.

Pero, además, el artista, de 72 años, siguió hilvanando colaboraciones audiovisuales que muestra su más reciente factura en la segunda temporada de la serie “The Last of Us”.

Télam accedió a reflexiones generadas por este 25° aniversario del álbum como las del cineasta González Iñárritu quien sostiene que “Ronroco” “evoca imágenes y sentimientos bucólicos para mí. Siempre hay una nota que sorprende, rompe el patrón de la tormenta, convirtiéndose en silencio, en una suave llovizna o escalando hasta convertirse en tempestad”.

Su colega Salles, en tanto, arriesga que la placa “nos transporta a un territorio desconocido, nos ofrece también un profundo sentido de pertenencia. Gracias a él se arraigó en mí la percepción de pertenencia a un lugar, Sudamérica. Sin embargo, al extender las fronteras de la latinidad, su carácter universal hace más complejo y multifacético este sentido de identidad”.

Mientras que el compositor Nicholas Britell (autor de bandas sonoras como las de la serie “Succession” y el filme “Una historia de amor y oscuridad”) consigna: “El sonido de Gustavo es verdaderamente único, una mezcla extraordinaria entre lo íntimo y lo épico, lo real y lo mítico”.

En paralelo con esas labores para pantallas, Santaolalla se posicionó como una batuta rectora del rock latinoamericano al desempeñarse como productor de León Gieco, Julieta Venegas, Molotov, Divididos, Café Tacvba, Bersuit Vergarabat, Maldita Vecindad, La Vela Puerca, Juanes, Control Machete y Ely Guerra, por citar apenas una parte de la frondosa nómina.

Por esas labores audiovisuales y para la producción musical, el artista que en 2001 conformó la banda rioplatense de tango electrónico Bajofondo, nunca llegó a poder tocar en vivo “Ronroco”, una deuda que empezará a saldar desde septiembre próximo con una gira mundial.

“Por ahora voy a arrancar en Dubai, pero ya hay fechas confirmadas en Utrech, en Oporto, en Madrid, en Helsinki y en Estambul y se van a agregar más”, repasa entusiasmado sobre una aventura en la que tendrá colegas y compatriotas con quienes trabaja habitualmente: Javier Casalla, Barbarita Palacios, Nicolás Rainone y Juan Luqui, entre más.

Y aunque Argentina aún no figura en esa agenda, Santaoalla asegura: “Siempre todo lo que lo que hago está pensado de alguna manera para llevarlo a Argentina y ‘Ronroco’ por supuesta que no será la excepción”.

El reencuentro del músico con el tercero y más determinante disco solista de los cuatro publicados hasta ahora, incluirá otros condimentos.

“Alrededor de este aniversario – cuenta- hay muchas cosas: Por lo pronto la salida del álbum en un vinilo de 180 gramos, el lanzamiento de dos ronrocos (uno con cuerdas de acero y otro con cuerdas de nylon) con mi nombre y de los que participé en el diseño pero que hizo el luthier Julio Malarino y también una línea de cuerdas para esos instrumentos”.

El merchandising en torno a “Ronroco” sumará, además, un perfume elaborado por Fueguía 1833 “porque el olfato es uno de los sentidos primarios que siempre me interesó explorar”, advierte Gustavo, y por último agrega: “Junto a Adolfo Santos estoy desarrollando un instrumento que se llama guitarroco, que es un invento mío y que es una mezcla entre guitarra eléctrica y ronroco”.

-¿Te produce mucha adrenalina salir a tocar “Ronroco” en vivo por primera vez?

– Adrenalina no sería el caso porque lo que tiene esta música y este instrumento es una conexión muy profunda con otros niveles de conciencia y aunque ahora sea una palabra muy bastardeada, estoy convencido que se trata de una música que tiene una componente muy espiritual. Por poner algunos ejemplos ligados a mi música diría que un concierto de Bajofondo es una cosa muy lúdica y muy de expresarse, físicamente, mientras que los de Desandando el camino (donde repasa su historia) es una cosa mucho más introspectiva, pero “Ronroco” tiene una cosa hasta medio terapéutica que es algo que nunca he hecho y me parece una experiencia maravillosa.

Gustavo Santaolalla presenta el ronroco eléctrico.

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-¿Cómo sentís que impactará una apuesta de este tipo en la escena musical actual?

-No lo sé y no me importa aunque percibo que hoy la innovación pasa más por una cuestión tecnológica que por la invención y por eso estamos viviendo una etapa que para mí es de transición.

-¿Te inquieta el rol de la inteligencia artificial en este campo?

-Yo creo que la inteligencia artificial o la estupidez natural existieron siempre. Cuando antes, por ejemplo, aparecía un éxito inmediatamente salían 20 cosas iguales o muy parecidas. Es muy probable que la inteligencia artificial pueda reproducir cosas pero no me parece que sea capaz de generar novedades o empatar nuestro nivel de emotividad. Es algo parecido a la utilización de los samplers que son muy lindos y cómodos pero cuando tenés que hacer música para película no hay como una orquesta y nada reemplaza a los 60 tipos que levantan el arco; se nota que no es lo mismo y por eso las orquesta siguen existiendo aunque sería más barato usar otros dispositivos. En definitiva, sigo creyendo muchísimo en el poder de transformación que tiene la música.





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