Lula completó el primer año de su nuevo mandato. Le quedan tres años. Si se presenta a la reelección y gana, le quedarían otros cuatro. Sumados, serían siete más.

En los primeros cuatro mandatos de los gobiernos del PT se comenzaron a poner en práctica programas antineoliberales que consistieron en la prioridad de las políticas sociales, en el país más desigual del continente más desigual del mundo. Sería normal que la política prioritaria fuera la difusión de políticas sociales contra las desigualdades, contra la exclusión social, y en favor de la creación de empleo y la distribución de la renta.

La economía comenzó a crecer y expandirse nuevamente, a partir de mayores inversiones económicas, la prioridad de las políticas sociales y la recuperación del papel activo del Estado. Fueron años de recuperación para el país que había pasado por tantos años de políticas neoliberales, que no hicieron más que aumentar la miseria, la pobreza, el hambre, las desigualdades y la exclusión social.

Era necesario un golpe contra Dilma para interrumpir los gobiernos virtuosos del PT. Hubo errores, pero fue un período positivo en términos políticos, económicos y sociales para Brasil. Fue un golpe para interrumpir la democracia que condujo desde el impeachment de Dilma hasta el arresto de Lula y la elección de Bolsonaro como presidente. Un período de enormes reveses en todos los aspectos para Brasil. Eso sólo fue posible gracias a la connivencia de los medios de comunicación y del Poder Judicial para hacer posible el golpe.

La victoria electoral de Lula representó el rescate de la democracia y de los programas de gobierno antineoliberales, propios del PT. Estos gobiernos constituyen el conjunto de políticas sociales más sistemático y extenso que jamás haya tenido el país.

Sin embargo, estas políticas demuestran debilidades. Aunque se pusieron en práctica hace poco más de un año, resultaron insuficientes para reducir la miseria y el abandono que aún afectan a cientos de miles de personas en las calles de las ciudades del país. Significa que serán necesarios muchos años y políticas locales en todas las ciudades de Brasil para que se pueda superar esta extensa miseria que hemos permitido que se extienda por todo el país. Esto sucederá sólo cuando tengamos políticas antineoliberales y a la vez hayamos superado definitivamente el neoliberalismo. Porque el capital especulativo sigue siendo el eje de la economía del país: es un capital no productivo que vive de la gigantesca tasa de interés, muy superior a la tasa de ganancia, resultante de las inversiones productivas.

Es un mecanismo cruel y degradante para la economía y el país que favorece y multiplica las ganancias especulativas, a expensas de las ganancias resultantes de la producción.

Es necesario aprovechar estos al menos 7 años en Brasil con Lula, para formular una estrategia y ponerla en práctica para una salida definitiva del neoliberalismo y sus políticas especulativas. No podemos dejar al neoliberalismo como el carácter fundamental de la estructura del país, no sólo económico: lo más fuerte del neoliberalismo está en el ámbito cultural e ideológico, en el de los valores. Nuestra sociedad sigue siendo predominantemente egoísta, individualista y no solidaria. La violencia sigue prevaleciendo en los inmensos barrios periféricos de nuestras ciudades.

Las inmensas poblaciones periféricas siguen estando sujetas a la violencia de las pandillas y de la propia policía. Se sienten abandonados, desprotegidos, viviendo en un mundo donde predomina la violencia. En las propias escuelas hay que proteger a los estudiantes de los tiroteos que afectan a sus aulas.

Queda un largo camino por recorrer antes de que superemos el neoliberalismo y el abandono de las políticas estatales en todas las sociedades que lo implementan. Éste tiene que ser el objetivo fundamental de los gobiernos del PT y de los gobiernos progresistas de América Latina. Construir otro tipo de sociedad, no sólo posneoliberal, sino de otro orden: solidaria, profundamente democrática, que supere la pobreza, el hambre, la exclusión y las desigualdades sociales en Brasil.



Fuente-Página/12