Los que se quedan 9 puntos
The Holdovers, Estados Unidos, 2023
Dirección: Alexander Payne
Guión: David Hemingson
Duración: 133 minutos
Intérpretes: Paul Giamatti, Da’Vine Joy Randolph, Dominic Sessa, Carrie Preston, Naheem García, Brandy Hepner, Jim Kaplan, Ian Dolley.
Estreno: Disponible en salas.
Aunque el cineasta estadounidense Alexander Payne diga lo contrario en la entrevista que Página/12 publica hoy, su último trabajo, Los que se quedan, es una historia navideña en toda regla. No una película navideña: una historia navideña. Una que no solo se vincula con otros clásicos de ese subgénero cinematográfico que inevitablemente encabeza ¡Qué bello es vivir! (Frank Capra, 1946). También se puede disfrutar en ella de ese aroma dickensiano que remite directamente al clásico “Cuento de navidad”, publicado por el escritor británico en 1843. Ojo: Los que se quedan no es solo eso, ni su relación con la obra de Dickens se limita a la fábula de Ebeneezer Scrooge. Pero es una buena puerta de entrada.
No es aventurado trazar un paralelo entre aquel personaje y el protagonista de la película, el profesor de historia antigua Paul Hunham, interpretado por Paul Giamatti (¿el mejor actor de cine de la historia?), a quien el adjetivo dickensiano le calza como guante. Hosco, inteligente, mordaz, frustrado, este docente de un internado secundario de élite debe quedarse a cuidar a unos pocos chicos que no pueden volver a sus casas durante el receso de invierno, que en Estados Unidos coincide con las fiestas de fin de año. A él parece no importarle, porque su vida se limita a su oficio y a lo que ocurre dentro del campus. Como Scrooge, Hunham vive encerrado, pero en la escuela, donde es odiado y temido por alumnos y colegas por sus estrictos códigos éticos y pedagógicos.
Los coprotagonistas no son menos dignos de pertenecer a la obra del autor de Grandes esperanzas. Por un lado Angus (Dominic Sessa), un adolescente del último año a quién su madre deja esas dos semanas para irse de vacaciones con su nuevo marido. Casi un huérfano, como Oliver Twist, pero también como Nicholas Nickleby, otro joven encerrado en un colegio por problemas familiares. Por el otro Mary (Da’Vine Joy Randolph), cocinera de la escuela, que acaba de perder a su hijo en Vietnam (la película transcurre en 1970), lo que la convierte en un personaje complementario de Angus. Pero lo dickensiano de Los que se quedan no se limita a las características arquetípicas del trío, sino a lo que Payne logra hacer con él.
Lejos de encerrarlos en sus limitaciones, el director les permite a los tres recorrer un camino de aprendizaje. Así, Hunham lidiará con sus fantasmas privados, Angus tendrá en el dolor una plataforma para el crecimiento y Mary convertirá la oscuridad de la ausencia en una luz al final del propio túnel. Eso no significa que Payne eluda el drama de sus personajes. Por el contrario, cada uno descenderá a su infierno personal, no para desaparecer entre sus pliegues sino para volver renacido. Como Eneas en la obra de Virgilio, a quien el profesor Hunham cita en algún momento, como al pasar, a mitad de la película.
El camino que Payne elige para acompañarlos en ese derrotero, donde las heridas deberán abrirse bien antes de cicatrizar (si es que lo hacen), es el del humor. Una decisión sobre todo ética a partir de la cual el relato no se clausura en el sufrimiento, sino que todo el tiempo se abre a sí mismo, como aquellas heridas, para que sean los momentos de comedia los que ventilen un ambiente viciado de encierro. Casi como una fórmula, cada momento de tensión tiene como corolario el alivio cómico que, lejos de funcionar como una forma de evasión, aporta elementos valiosos a los protagonistas.
Por supuesto, como en la obra de Dickens, nada es gratuito en Los que se quedan, que también funciona como una mirada política filosa respecto de su propio universo. Las diferencias de clase, el racismo, las enfermedades mentales, la hipocresía de las instituciones conservadoras y el aire de superioridad progresista: todo es filtrado por el tamiz crítico de Payne, que bajo el paraguas protector del humor y la ironía reparte para que tengamos.