¿Es hora de admitir que nos hemos equivocado con Billy Joel? Desde principios de la década de 1980 y el éxito de doo-wop que fue “Uptown Girl”, ha estado de moda ridiculizar al cantante -que este jueves 1º de febrero lanza “Turn the Lights Back On”, su primera canción nueva en 17 años– como un ingenuo de poco peso, situado en algún lugar entre un Elton John light y una imitación de Bruce Springsteen de mala calidad.

“Es el tipo de artista popular que hace que el elitismo parezca no sólo defendible, sino necesario”, comenzaba una célebre crítica del New York Times sobre uno de los primeros conciertos de Joel en el Madison Square Garden. “Anodino, ñoño, superficial, derivado, fraudulentamente rebelde”, coincidía Slate en 2009. “Una pieza musical terrible… es como un taladro de dentista”, dijo otra voz destacada a un documentalista en 1993. Y era el propio Joel hablando de uno de sus éxitos definitorios, “We Didn’t Start the Fire”.

¿Ha revelado la mirada retrospectiva que estos críticos decían tonterías? Joel, que pronto se embarcará en una gira de estadios por Estados Unidos con Stevie Nicks y Sting, estaba sin duda fuera de lugar al despreciar su propio éxito de 1989, en el que recorría sin aliento toda la historia de los Estados Unidos del siglo XX y más allá. ¿Cómo puede alguien no gustar de una canción que yuxtapone Stranger in a Strange Land de Robert Heinlein y la incursión frustrada de la CIA en la Bahía de Cochinos? ¿O que rima “Malcolm X” con “sexo político británico”? (“Malcolm X” y “British politician sex”)

La rehabilitación de Billy Joel lleva tiempo gestándose. Pero se confirmó la semana pasada, cuando la noticia de la publicación del nuevo tema recibió una acogida universal. Incluso publicaciones que en el pasado se habían complacido en enterrarlo New Musical Express y el ya mencionado New York Times- informaron de la noticia con entusiasmo. En ningún sitio se dio a entender que el regreso de Joel a la primera línea de la composición de canciones tras un paréntesis que ha mantenido, con pocas excepciones, desde 1993, fuera otra cosa que algo positivo.

La respuesta a la inminente llegada del single “Turn the Lights Back On” fue igual de entusiasta en las redes sociales, donde los haters realmente van a odiar. “¡Genial! El hombre del piano ataca de nuevo”, rezaba un típico tuit. “Estoy sollozando”, coincidía la cuenta oficial X / Twitter del Empire State Building. Incluso los monumentos nacionales de Estados Unidos se alegran de su regreso.

No son los únicos. En agosto de 2022, la megaestrella de la Generación Z Olivia Rodrigo se declaró fan de Joel al subir al escenario con él en el Madison Square Garden. Radiante de oreja a oreja, se unió a Joel en el uno-dos de su éxito “Deja Vu” y su “Uptown Girl”, habiendo hecho ya famosa referencia a Joel en la letra de “Deja Vu” (“Apuesto a que conoce a Billy Joel/ Porque le hiciste escuchar ‘Uptown Girl'”).

Joel ha vendido 150 millones de discos desde su segundo LP, Piano Man, en 1973. La canción que da título al álbum es una instantánea de su música. Inspirada en su experiencia real como pianista de salón en Los Ángeles, pinta un conmovedor retrato de un bar lleno de bebedores que intentan adormecer sus penas con alcohol. La melodía es espumosa, el estribillo amplio, pero la letra es mordaz y sincera, sobre todo cuando Joel diagnostica que, tras su camaradería propulsada por la cerveza, su público está terriblemente aislado. “Están compartiendo una bebida a la que llaman soledad”, canturrea cuando la canción llega a la mitad. “Pero es mejor que beber solo”.

Sin duda, el verdadero misterio, entonces, es por qué era una bolsa de boxeo para empezar. Joel ha tenido sus momentos cursis. En particular, siempre lo perseguirá el atroz video de “Uptown Girl” de 1983, en el que se vestía de mecánico e inventaba el baile de papá con sus vergonzosos movimientos, todo en beneficio de un interés amoroso interpretado por su futura esposa, la proto-supermodelo Christie Brinkley (la segunda de sus cuatro esposas).

Pero todo artista tiene un esqueleto en su armario. Elton John es adorado universalmente a pesar de haber lanzado al mundo el jarabe sonoro de la banda sonora de El Rey León. Y Bruce Springsteen -al igual que Joel, un obrero hijo de los suburbios de Nueva York- ha cometido alguna que otra atrocidad con sus fans. Si se puede perdonar a Springsteen por la carnicería de sintetizadores de “Glory Days”, ¿por qué no a Joel por “Uptown Girl” (bajo el capó, una inteligente visión de la tensa dinámica entre el romance y el estatus social)?

Incluso se puede afirmar que Joel hizo Springsteen antes que Bruce Springsteen. En 1982, dos años antes de Born in the USA, el demoledor trabajo de Springsteen sobre el excepcionalismo de las barras y estrellas, el álbum de Joel The Nylon Curtain había contado las formas en que la “tierra de la libertad” había traicionado el sueño americano.

“Vivimos aquí, en Allentown, y están cerrando todas las fábricas”, reza la primera línea del disco. La canción “Allentown” lamenta el cierre de la industria pesada en la Pensilvania rural (“We’re waiting here in Allentown/ But they’ve taken all the coal from the ground”: Estamos esperando aquí en Allentown / Pero ya se llevaron todo el carbón). Joel, hijo de madre soltera y criado en Long Island (Nueva York) en circunstancias muy difíciles, sabía lo que se sentía al ser marginado y pasado por alto, y aporta verdadera rabia a su reflexión sobre la decadencia de Estados Unidos.

Más adelante en el mismo álbum, “Goodnight Saigon”, de siete minutos de duración, inventa esencialmente toda la carrera de Oliver Stone: se abre con el ominoso ruido de aspas de un helicóptero Bell UH-1 Iroquois “Huey” y se sumerge en una letra inspirada en los amigos de Joel de Long Island que habían luchado en Vietnam, y que le pidieron que escribiera sobre sus experiencias.

Sin embargo, “Goodnight Saigon” no trata de los soldados. Se trataba de los que se quedaron y de cómo fallaron a los jóvenes que se marcharon a luchar en una guerra inútil en un país extraño. “¿Los chicos volvieron a casa desde Vietnam y ya está?”. preguntó Joel en voz alta en una entrevista en el Daytona Beach Morning Journal en 1982. “No termina hasta que estos chicos son absorbidos por la corriente dominante y lidiamos con nuestros sentimientos al respecto”.

Joel nunca fue universalmente odiado; era popular. El año pasado actuó en el Hyde Park londinense, mientras que su larga residencia en el Madison Square Garden concluirá finalmente en julio, tras una década de shows mensuales con entradas agotadas. Pero nunca fue tan aclamado como sus próximos compañeros de gira, Stevie Nicks y Sting. Al igual que a Joel, hubo un tiempo en que se los menospreciaba como monolitos corporativos. Los Fleetwood Mac de Nicks fueron considerados durante los años 80 como engendros del soft-rock; Sting fue objeto de burlas por sus campañas ecologistas y su pasión por las laúdes. Hoy se les considera iconos. ¿Por qué no Joel?

Parte de la razón de la burla reflexiva es seguramente que nunca ha hecho grandes reivindicaciones de su música. Como demuestran sus comentarios poco amables sobre “We Didn’t Start the Fire”, Joel siempre demostró ser su crítico más severo, sin ningún interés en esa búsqueda tradicional de la estrella de rock de automitologizarse.

El año pasado declaró al periódico LA Times que había escrito algunas canciones que le gustaría poder retirar, entre las que destacaba “When in Rome”, la penúltima del álbum Storm Front, de 1989. “Algunas de mis canciones son muy buenas. Otras apestan. Una vez intenté escribir una canción en francés, y ni siquiera hablo francés. Así que fue un desastre”, dijo en otra entrevista. “Diría que más o menos la mitad de mis canciones son pasables, pero hay un montón que desecharía”.

Se puede contar con los dedos de una mano el número de artistas que se atreven a denigrar su propia obra. David Bowie despreciaba los éxitos que escribió en los ochenta, pero sólo en un momento en el que intentaba recuperar su imagen de padrino del rock industrial en los noventa. Joel no tiene agenda. Dice lo que piensa.

Pero hoy en día, esa honestidad resulta refrescante y auténtica. El músico se ha negado a hacer otro álbum desde el excelente River of Dreams de 1993, explicando que se le había acabado la diversión y que, de todas formas, ¿quién necesitaba nuevas canciones de Billy Joel? Por fin ha cambiado de opinión, e independientemente de que “Turn the Lights Back On” sea otro “Piano Man” o un “apestoso” del que se arrepienta de inmediato, la expectactiva va en aumento. Después de toda una vida como bolsa de boxeo para los críticos, Joel puede estar en la cúspide de un estatus que nunca antes había alcanzado. Parece que está a punto de ser universalmente amado.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.



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