Además de ser uno de los intelectuales más destacados de la Generación del ’37, autor de las Bases -el texto que ha sido utilizado por el gobierno libertario actual como modelo de las leyes que intenta modificar en el Congreso-, y figura elegida por el Banco Central para identificar el billete de mayor valor que tendrá la Argentina a partir de junio, Juan Bautista Alberdi fue también creador de una obra literaria integrada por títulos como El gigante Amapolas, Peregrinación de luz de día en América y La Revolución de Mayo, que injustamente tuvo una circulación restringida y ha sido poco leída.
Abogado, jurista y economista nacido en 1810 en San Miguel de Tucumán, Alberdi es reconocido hoy como uno de los principales exponentes del liberalismo hispanoamericano del siglo XIX. Pero sobre todas las cosas, es escritor: un buen escritor al que se sube más de una vez a la arena de la disputa política sin haber sido leído, como sucede con su archirrival Domingo Faustino Sarmiento, y más acá con Jorge Luis Borges.
Alberdi integró la llamada Generación del ’37, un grupo de jóvenes intelectuales que compartían ideales democráticos y buscaban continuar la obra de la Revolución de Mayo en la Argentina. Entre sus miembros se encontraban Sarmiento, Esteban Echeverría, Vicente Fidel López, Juan María Gutiérrez, Migue Cané (padre), Bartolomé Mitre, Carlos Tejedor, José Mármol y Florencio Varela. Un grupo de jóvenes románticos que se reunían en el “Salón Literario” de Marcos Sastre y se proclamaban “hijos” de la Revolución de Mayo en su afán de distinguirse de la tradición española, y de imponer el Romanticismo francés e inglés como doctrina estética. Las obras más resonantes de esta generación fueron las que la crítica ha considerado fundantes de la literatura argentina: El matadero, de Echeverría; Facundo, de Sarmiento; Amalia, de Mármol; y El gigante Amapolas, de Alberdi.
En otra de sus obras, Predicar en desiertos, publicada en 1838 en el periódico La Moda, Alberdi expresaba su desencanto ante la dificultad de comunicar ideas y valores en una sociedad que, según él, carecía de receptividad por la lectura. En su opinión, escribir era similar a predicar en desiertos, en tanto no se cultivaban ni la práctica ni el deseo por la lectura. Para Alberdi, mujeres, tenderos, comerciantes, labradores, pastores, artesanos y cualquier tipo de industrial en audiencias no leían, no habían leído y nunca lo harían.
Mucho se habla en estos días de su Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina, publicada en 1852, y de su influencia en la Constitución argentina de 1853, pero como ya se lamentaba, este es también un texto muy poco leído, no sólo por sus detractores sino también por sus defensores.
Bases, que la editorial Colihue reeditó en 2018 en una edición cuidada, abordaba de manera profunda y crítica la situación y el desarrollo histórico del derecho constitucional en Sudamérica, centrándose particularmente en la experiencia argentina. Alberdi examinó diversas constituciones sudamericanas, como las de Chile, Perú, Colombia, Uruguay y Paraguay, destacando los defectos y vicios que observaba en cada una. A lo largo de la obra, abogaba por un nuevo enfoque en el derecho constitucional, proponiendo un espíritu más práctico y orientado hacia la aplicación de ciencias y artes, en contraposición a un énfasis excesivo puesto tradicionalmente en ciencias morales y filosóficas.
Aunque de manera atenuada, el autor defendía el federalismo. Por ejemplo, al contraponerse al monopolio aduanero de Buenos Aires, al fomentar la inmigración como medio de progreso y cultura para América del Sur, estableciendo tratados extranjeros, y abogando por la instalación de ferrocarriles y la libre navegación fluvial.
En cuanto a la inmigración europea, un tema que preocupaba en el siglo XIX como lo sigue haciendo en el XIX con migrantes de otros orígenes, Alberdi sostenía que la acción recíproca entre los dos mundos involucrados en el arte de poblar, el antiguo y el nuevo, tenía un impacto significativo en la civilización y la sociabilidad.
Las inmigraciones europeas en América generaban un cambio favorable en la población americana, sostenía Alberdi, pero también traían consigo la influencia del continente menos civilizado: “En Sud América… poblar, repito, es instruir, educar, moralizar, mejorar la raza; es enriquecer, civilizar, fortalecer y afirmar la libertad del país, dándole la inteligencia y la costumbre de su propio gobierno y los medios de ejercerlo”, planteaba. En este proceso, Europa ejercía una acción civilizadora en América, mientras que América, a su vez, reaccionaba influyendo en Europa.
Por lo demás, mediante el lema “gobernar es poblar”, Alberdi destacaba la importancia de habitar mediante un reparto estratégico de la población en el territorio, que no constituye tan solo una cuantificación sino el instrumento más eficaz de riqueza y prosperidad de un país: “A este fin debe propenderse a sacar a nuestra juventud de las ciudades mediterráneas, donde subsiste el antiguo régimen con sus hábitos de ociosidad, presunción y disipación, y atraerla a los pueblos litorales, para que se inspire de la Europa, que viene a nuestro suelo, y de los instintos de la vida moderna”. De hecho, advertía sobre los riesgos de una población mal seleccionada, argumentando que poblar con la “basura” de Europa podía tener consecuencias perjudiciales.
En sus otros libros, Alberdi también se ocupó de temas de fundamental importancia para la época y que aún hoy conservan vigencia. En Peregrinación de luz del día, de 1874 (reeditado por la UNSAM en 2013), presentó un discurso que desafiaba la dicotomía civilización-barbarie propuesta por Sarmiento, haciendo uso de la sátira para cuestionar las ideas civilizadoras de James Fenimore Cooper en Notions of the Americans. La trama, distribuida en tres partes con un total de 107 capítulos, sigue la historia de Hermafrodita “Luz de día”, un personaje que decide abandonar el viejo mundo para sumergirse en las aventuras del nuevo continente, Sudamérica. En esta odisea, interactúa con personajes como Pelayo, Don Quijote y su escudero, adaptados al contexto americano. Hermafrodita adopta diversos roles políticos como escritor, diputado, orador y médico, guiado por el consejo de un personaje llamado Fígaro (Alberdi firmaba en los periódicos con el seudónimo de “Figarillo”). Además, se exploraban temas como la libertad y el gobierno libre en el continente americano. Esta obra le valió a Alberdi el reconocimiento de la crítica como uno de los mejores escritores de este género, en la tradición literaria de Montesquieu, Sterne, Voltaire y Heine.
En 1839 escribió la “crónica dramática” titulada La Revolución de Mayo, que, aunque originalmente se extendería desde la colonia a la restauración, solo se conservaron las partes “El 24, o la conspiración” y “El 25, o la Revolución”. Alberdi aclaró que la obra era una “crónica” con base en hechos históricos y de cariz “dramática”, por incorporar elementos de fantasía de la tradición popular. Su objetivo fue difundir el conocimiento de la Revolución de Mayo, considerándola más una profecía que una conquista, y destacando que la libertad, la igualdad y la nacionalidad son aún promesas y esperanzas.
La escena inicial presentaba a destacadas figuras políticas como Vieytes, Chiclana, Paso, Larrea, Belgrano, Beruti y Peña, en un ambiente silencioso y triste. Se escuchaban vítores a Fernando VII, Cisneros y la nueva Junta desde fuera, marcando el contexto político de la época.
Alberdi también incursionó en el ensayo, como con el caso de El crimen de la Guerra, que escribió en 1870.
Si en la velocidad de los tiempos del siglo XIX advertía que ya nadie leía, hoy que es una figura rescatada para la construcción de un proyecto político nuevo -y que además volverá a aparecer en los billetes de mayor valor, los de 20.000 pesos que circularán a partir de junio-, un gran homenaje sería leer y recuperar su obra entera.
Bases, con sus defectos y virtudes, sigue siendo el libro que atrae más poderosamente la atención, ya que en su momento impulsó un proyecto concreto de Constitución para la República Argentina. El resto de su obra de ficción también puede contribuir al diálogo entre el pensamiento decimonónico y las imaginaciones políticas de los argentinos del siglo XXI. Para respaldar el pensamiento de Alberdi, indudablemente es necesario leer, para que los pensadores no prediquen en el desierto.