El sistema político estadounidense se ha citado como el paradigma institucional de la lógica democrática. Su modelo se ha ofrecido, sobre todo a América Latina y el Caribe, como paradigma de previsibilidad. Mientras que el Departamento de Estado y el Pentágono promovían y avalaban golpes de Estado en América Latina y el Caribe, sus máximas autoridades presumían del respeto por las reglas del juego y de su jerarquía pública y organizacional. La irrupción de Donald Trump ha desintegrado ese estatus autorreferencial de preponderancia, en el mismo momento cronológico en que el denominado Occidente –la Comunidad Europea, Norte América y Japón– declina su hegemonía global frente al ascenso de los BRICS.
El último martes, quien hoy es acusado de una insurrección en 2020 luego de perder las presidenciales con Joe Biden, ganó la elección interna republicana del Caucus del Estado de Iowa por un 51%, superando a Ron De Santis que obtuvo un 21,2% y a Nikki Haley con un 19%. Tres años después que una insurrección de fundamentalistas republicanos intentaran impedir que el Colegio Electoral eligiera a Joe Biden como 46º presidente, ahora dos Estados -Colorado y Maine- han apelado a la sección Tercera de la 14 enmienda para proscribir a Donald Trump, a quien acusan de impulsar la insurrección frente al Capitolio. Ese artículo considera que “Ninguna persona podrá (…) ocupar ningún cargo, civil o militar habiéndose involucrado en una insurrección o rebelión contra la Constitución…”.
El Tribunal Superior del Estado de Colorado especificó que “los acontecimientos del 6 de enero constituyeron un uso público y concertado de la fuerza o amenaza de fuerza por parte de un grupo de personas orientado a obstaculizar (…) la transferencia pacífica del poder. Según cualquier definición viable, esto constituyó una insurrección”. Según los jueces de ambos Estados, Trump podría destruir el sistema democrático de ser electo el 5 de noviembre del presente año.
Frente a la posible proscripción, los abogados de Donald Trump realizaron una presentación el último jueves ante la Corte Suprema para revocar la decisión judicial de Maine y Colorado. El tribunal federal de nueve integrantes tiene mayoría conservadora, pero las opiniones de los analistas aparecen como divididas acerca de cómo podría fallar respecto a la proscripción. Los supremos han programado los alegatos orales del caso para el 8 de febrero, en el mismo momento en que continúa tramitándose la segunda demanda de la escritora Jean Carroll contra Trump. En la primera acusación, el ex mandatario fue condenado por un jurado de nueve miembros en mayo de 2023 a pagar cinco millones de dólares por haber abusado sexualmente de Carroll en 1996.
Esta segunda demanda se basa en la imputación de difamación promovida por Trump para intimidar y silenciar a Carroll. “El hecho de que el señor Trump abusó sexualmente –de hecho, violó– a la señora Carroll ha sido establecido de manera concluyente y es vinculante en este caso”, notificó el magistrado Lewis Kaplan antes de amenazar a Trump con expulsarlo de la sala de audiencias el último martes, luego de su triunfo en Iowa.
El precandidato republicano enfrenta 91 cargos penales, pero más del 60% de sus votantes afirma que continuaría con su apoyo al precandidato republicano en caso de ser condenado por alguno de dichos cargos. En caso de ser electo en su tercer intento, el magnate neoyorquino de 77 años se comprometió a hostigar a quienes considera conspiradores progresistas complotados para perseguirlo.
El martes 23 de enero se llevará a cabo la primaria republicana de New Hampshire y el 3 de febrero serán los demócratas quienes iniciarán su derrotero formal para posicionar a Joe Biden a la reelección. Las primarias de ambos partidos no son elecciones directas sino mediadas por delegados electos que participan de convenciones que se llevan a cabo en verano: del 15 al 18 de julio en Milwaukee, en el caso de los republicanos y del 19 al 22 de agosto en Chicago, los demócratas.
El último viernes Trump elogió al presidente argentino. Y el mismo día Milei reprodujo una portada de The Economist en la que se quema un billete de dólar, en obvia referencia a la caída de las transacciones comerciales globales en esa moneda. Mientras la divisa estadounidense se incendia, el presidente argentino sueña con dolarizar. La crisis de legitimidad política activada por el fenómeno trumpista es correlativa a la crisis hegemónica que se evidencia en el denominado Occidente.
Los dos focos bélicos más importantes a nivel global –en el cercano Oriente y en Ucrania– son también la expresión de una pérdida relativa de la capacidad de Washington, Wall Street, el complejo Militar Industrial, las trasnacionales y las instituciones multilaterales nacidas en Breton Woods para orientar las relaciones internacionales. Donald Trump –y los émulos como Bolsonaro o Milei– son simplemente la expresión erizada y bizarra de esa declinación.