El costo de los productos que integran la Canasta Básica Alimentaria (CBA) se disparó 30,1 por ciento en diciembre, muy por encima de la inflación general del período, informó este lunes el Indec. De este modo, una familia conformada por dos adultos y dos menores necesitaron ingresos por 240.678 pesos para no caer en la indigencia.
En tanto, la Canasta Básica Total (CBT) que mide el instituto oficial, compuesta por bienes y servicios, subió 27 por ciento el mes pasado, también por arriba del Índice de Precios al Consumidor, por lo que el mismo grupo familiar necesitó contar con ingresos por 495.798 pesos para no estar por debajo de la línea de la pobreza. Ninguno de los dos indicadores, ni la CBT ni la CBA, incluye el precio del alquiler de la vivienda.
Solo mirando estos números, queda claro que la desregulación rabiosa y la devaluación del peso que el Gobierno instrumentó apenas comenzó no afectan a “la casta” ni a la política, sino lisa y llanamente al pueblo trabajador y los jubilados. Los datos pobreza e indigencia de la última parte del año, que todavía no se conocen, se producen contrastando las líneas que definen la canasta alimentaria y básica con los ingresos de las familias, los cuales se desprenden de la encuesta permanente de hogares.
Se descuenta que la fuertísima aceleración inflacionaria de finales del año pasado dará como resultado un incremento de la pobreza y de la indigencia. El último dato oficial disponible, correspondiente al primer semestre de 2023, mostró que el porcentaje de hogares por debajo de la línea de pobreza se ubicaba en el 29,6 por ciento y que en ellos residía el 40,1 por ciento de las personas. Dentro de este conjunto se distinguió un 6,8 por ciento de hogares por debajo de la línea de indigencia, que incluían al 9,3 por ciento de las personas. Tanto pobreza e indigencia ya venían en alza.
Los datos
En términos interanuales, la canasta que mide el umbral de indigencia subió 258,2 por ciento, mientras que la que mide la línea de pobreza lo hizo en un 225,1 por ciento. En ambos casos, por encima de la inflación de 2023, que llegó al 211,4 por ciento. Está claro que no hay poder adquisitivo del salario u otro tipo de ingreso ni jubilación, pensión o plan social que aguante semejante incremento de los precios.
Claramente, este resultado no se explica solo por las medidas de Milei. Ya en noviembre, la medición interanual de la canasta de pobreza daba un avance del 167 por ciento, mientras que la canasta alimentaria, del 189 por ciento. También es obvio que la aceleración que mostraron en el último mes fue brutal.
Hubo algunos ejemplos de aumentos de precios que fueron extremos en diciembre, de acuerdo a lo relevado por el propio Indec. La harina subió un 52 por ciento mensual, al igual que el arroz; el aceite de girasol, un 56,6 por ciento, y la leche fresca, un 34,5. En las carnes, el asado avanzó un 43,6 por ciento mensual y la nalga, un 40,3 por ciento. La sal fina subió 31,7 por ciento y el agua sin gas, un 38,2, mientras que el café molido lo hizo en un 40,6 por ciento y el detergente líquido, un 48,8 por ciento. El champú avanzó 48,3 y los pañales, 45,8 por ciento.
El informe del Indec también mide cuál es el ingreso mensual necesario para una familia de otras características. Para un hogar que tiene una mujer adulta, un hijo adolescente y una jubilada, la remuneración para no ser considerado un hogar pobre fue de 394.713 pesos y de 191.608 pesos para no ser indigente. Y para una familia de 5 miembros, compuesto por un varón y una mujer, ambos de 30 años, y tres hijos de 5, 3 y 1 año, el ingreso para no ser pobre fue de 521.471 pesos y de 253.141 pesos para no ser indigente.
En tanto, el Indec informó que el valor de la “canasta de crianza” de un bebé menor a un un año de edad se ubica en 197 mil pesos; de 1 a 3 años, en 233 mil pesos; de 4 a 5 años, en 192 mil pesos y de 6 a 12 años, en 242 mil pesos.