Se siente mucho el respeto y el cariño que se dispensan entre los tres. Julieta Ortega, la más chica, escucha con atención a sus compañeros y solo toma la palabra cuando lo cree necesario, sin perder la tranquilidad que la caracteriza. Osvaldo Laport asiente el decir de sus compañeras, las observa y les cede la voz, con la seguridad de saber que ellas tienen mucho para contar. En el medio, Soledad Silveyra asume una primera voz con la experiencia que le confieren tantos años de trayectoria sobre el escenario y una personalidad arrolladora que nunca se queda callada. Ninguno se pone el casete. Los tres son los protagonistas de La fuerza del cariño, la comedia dramática que se acaba de estrenar en el Multiteatro (Corrientes 1283), con funciones de miércoles a domingo.
La obra es una adaptación teatral de Terms of endearment, la recordada película de 1983 dirigida por James Brooks y protagonizada por Shirley MacLaine, Debra Winger, Jack Nicholson, Danny De Vito, Jeff Daniels y John Lithgow. El film, que ganó cinco premios Oscar, contó con la adaptación teatral para la Argentina de Federico González del Pino y Fernando Masllorens, bajo la dirección de Corina Fiorillo. La fuerza del cariño cuenta la historia de Aurora y Emma, madre e hija de disímiles personalidades, pero de vínculo irrompible. En una escena teatral porteña plagada de comedias desde hace años, La fuerza del cariño se suma con una propuesta dramática y reponiendo una obra estrenada hace 40 años, siguiendo los pasos de clásicos que volvieron a la cartelera como Made in Lanús, Arte, Coqueluche o Brujas.
-Los tres tienen años de trabajo actoral. ¿Cómo es hacer una obra basada en una película?
Soledad Silveyra: -Es muy difícil, por lo menos para mí. Es complejo porque el lenguaje cinematográfico tiene muchos recursos. El teatral no se queda atrás, de ninguna manera, creo que muchas veces menos es más. Pero la gente tiene el recuerdo de la película y eso puede llegar a ser un condicionante. Trabajar en tres espacios dramáticos a mí me desenfoca, porque no se llega nunca a la luz total, o al apagón total. Los personajes se van a la vista del público. Todavía necesitamos recorrer la obra.
Julieta Ortega: -Al ser una obra basada en una película, está concebida de manera distinta. Aquí respetamos las 36 escenas. Lo interesante es que es una historia enorme. Yo vi la peli de preadolescente y la recuerdo como una de las más maravillosas de los ’80. De hecho, sigo viendo películas de esa época porque me parece que hay obras grandiosas, que buceaban un poco la misma temática, las relaciones de padres e hijos, madres e hijas, y sin embargo creo que ninguna está a la altura de esta. Cuando me enviaron el guión, lloré en los mismos momentos en los que lloraba cuando veía la película. Esa una adaptación de texto muy fiel a la película, a la que le trabajamos al forma teatral de la puesta. Esa fidelidad textual la hace muy auténtica. Es una historia descomunal y bella.
-No es una obra concebida para el teatro. De hecho, hasta incluyeron apoyo audiovisual en tres momentos. ¿Por qué esa decisión?
Osvaldo Laport: -Creo que esa belleza descomunal también está en la intención de la dirección y de la puesta en escena. En esta intención de transgredir y ser fiel a una película y al mismo tiempo entender que son otros ingredientes que están relacionados con lo teatral. Qué se rescata, qué se respeta, qué se deja, qué ensamblamos. Porque de pronto esta intención de propuesta tiene la fusión de lo audiovisual. Y para todos es algo nuevo. Incluyendo hasta también lo generacional, porque si bien no tenemos mucha diferencia de años con Sole, yo consumí sus primeras novelas y después tuve el privilegio de trabajar juntos y aprender al lado de ella. También pude descubrir una nueva generación como la de Julieta, donde hay tantos colegas que quiero, que respeto, que admiro, amigos. Creo que, a la belleza de la obra que dice Julieta, se le suma la intención de la dirección del cruce generacional, de estas tres generaciones que se juntan.
S. S.: -¡Che! ¿Qué tres generaciones…? ¡Si te llevo 3 años nada más! ¡No te hagas el pendejo! (risas)
O. L.: -No te estoy hablando de años, sino de cuando empecé a trabajar. Vos empezaste a trabajar a los 12 años, eras muy chiquita. Yo mucho tiempo después. Por eso digo que uno aprende cosas. Sos una mina que sabe muchísimo arriba del escenario. Al igual que la directora, Corina, que le está poniendo todo para que a la belleza le podamos encontrar los climas, las luces… Es un enorme desafío para todos.
-La fuerza del cariño aborda el vínculo entre madre e hija. ¿Cómo construyeron Soledad y Julieta a esos personajes y a la relación entre ellas?
S. S.: -Yo creo que es una madre insoportable, y una hija que aprendió a soportar esa madre insoportable, y que no pueden vivir sin ese vínculo. Se necesitan como la luna al sol. Lo primero que hice cuando me enteré que mi hija en la ficción era Julieta fue llamar a la (Ana María) Picchio, que es su madrina. Y le pregunté cómo le podría entrar a Julieta. Fue todo una estrategia la construcción de ese vínculo. Gracias a Dios la estrategia pasó a un efecto de verdad entre las dos. Siempre le digo a Julieta que me diga todo lo que piensa porque yo te voy a tratar de decir todo. Lo que querés, lo que no te molesta, lo que te parece que podríamos cambiar… Hablemos, dialoguemos, seamos honestas una con la otra. Estoy harta de la deshonestidad. El teatro es un espacio privilegiado para construir vínculos honestos y generosos. No hay que perderlo. Yo puedo ser muy hinchapelotas, muy densa, me puedo pelear mucho con Corina, pero siempre voy a decir lo que pienso y lo que siento. Y lo que veo venir, desgraciadamente, muchas veces no no me equivoco…
-Eso es parte de la búsqueda de…
O. L.: -Del arte.
S. S.: -Hablar del “arte” en mayúsculas… Yo no me atrevo a hablar del arte.
-¿Por qué?
S. S.: -Yo no me siento un artista. No, siempre pregunto, ¿vos te considerás un artista?
O. L.: -Me considero un trabajador, un laburante del arte.
S. S.: -Nosotros tenemos un oficio, la actuación…
-Es una de las tantas expresiones artísticas que existen.
S. S.: -Sí, pero no soy “la” artista,. Para mí, una artista es un creadora.
-Ustedes crean personajes, climas, transmiten sentimientos.
S. S.: -Los actores somos microcomponentes. Somos los mejores artículos japoneses, los más chiquititos, que son los que, ¡pum!, llegan a la gente. Llegar a la gente, estar con la gente, estar con el tiempo de la gente. Somos el último eslabón del arte, el que tiene vínculo directo con la gente. Yo trabajo mucho con el público. Mucho, tal vez, a veces, excesivamente. Corina, incluso, tuvo la idea de dirigirnos a la platea de frente en ciertos pasajes de la obra.
O. L.: -Romper la cuarta pared. Nunca lo había hecho. Para mí es algo novedoso y desafiante, por supuesto.
-¿Cuán importante es para generar un vínculo madre-hija tan estrecho como el de Aurora y Emma la relación que las actrices tengan abajo del escenario?
S. S.: -Es importante. Se puede pensar distinto, pero debe haber un cariño y un respeto como mínimo para poder crear la confianza. Si no, ¿cómo viene la confianza en el otro? Sin confianza en el compañero, todo se cuestiona. Si yo me paro dos pasos atrás de Julieta, ella puede pensar que me estoy parando atrás para dejarme expuesta… o cualquier otra cosa. Esos mambos son típicos entre los actores. Pasan, lamentablemente. Yo ya estoy grande para eso, por eso doy y pido honestidad: es la única manera para mí de salir adelante en todos los sentidos de la vida. Y ser confiables, y tener capacidad de sorprendernos, que es la tarea más importante de un actor. Es mi metodología, cada uno tiene la suya.
-Julieta, ¿y cómo es esta hija que tiene que soportar a esta madre?
J. O.: -Yo creo que dentro de esta cosa medio disfuncional que hay entre las dos, mi personaje es el que sabe amar de manera más pura. La chica no tiene dobleces, es muy directo su caminito, muy genuino. Por eso, después, la muerte resulta tan trágica, ¿no? Porque la chica es pura luz y es liviana, y es muchas cosas que yo no soy también. Tiene otra edad, es más joven, tiene otra liviandad. Empieza la obra y es casi una adolescente que se está por casar y está fumando porro con la amiga. Tuve que volver un poco a todo eso, a un cuerpo más flojo. Me parece muy conmovedora la relación, porque como dice Solita, la madre hace todo para sacarla de quicio y la chica no se inmuta. Solamente la quiere, la quiere bien en algún modo. Y eso me parece muy hermoso. Sufre que la amiga no la salude, que el marido no la quiera, se ríe un poco, pero ella sí quiere a la madre. Me pareció muy conmovedor eso, porque es muy fácil malengancharse con las madres y los padres. Incluso, en las malas relaciones entre hijas y madres o padres, allí también el amor es tan hondo.
-La complejidad del amor filial, tan distinto a cualquier otro.
J. O.: -Lo filial, como espectadora, es una de las cosas que más me interesa ver. Mucho más que ver una obra sobre una relación de pareja. Me parece que son las relaciones más hondas, más complicadas y más bellas también. Las que nos conforman como personas después en las vidas adultas. La obra empieza con una proyección, con una Emma chiquita, para después contar toda su vida. No es casualidad, porque podés ver el mapa de una persona, cómo la trataron de chiquita, desde la cuna.
-Se dice que muchas de las actitudes adultas se explican a través del vínculo que cada uno construyó con sus padres. ¿Coinciden?
J. O.: -Totalmente. Para mí, el secreto de la vida está ahí. Cuando uno cree que está nadando en un mar de posibilidades, no es tal. El campo de acción es mucho más chiquito de lo que uno cree. Lo que hicieron con nosotros condiciona mucho: lo que somos como personas en relaciones de pareja, lo que vamos a ser como madres y padres después con nuestros propios hijos. Hay mucho caldo ahí, en las relaciones con los padres y las madres. Por eso esta película siempre me pareció tan conmovedora. Recuerdo que la veía con mi mamá… y en el camarín tengo su foto. Más grande te ponés y más te das cuenta de todo lo que hay ahí arraigado… Las raíces de todo están en nuestros padres.
Hablar de la muerte
-Desde hace años, en Avenida Corrientes pululan las comedias y cada vez hay menos lugar para el drama. ¿La gente que va al teatro solo quiere divertirse?
J. O.: -No sé si es un drama puro. Es un drama en el que hay una enfermedad y una muerte, pero… la muerte es parte de la vida y me parece que la resuelve de una manera muy hermosa. Los yankees tienen un vinculo distinto con la muerte y los velorios, y eso se nota en la manera en que la obra los aborda.
S. S.: -Obviamente, ellos no son latinos, no viven el melodrama como nosotros. Son muy prácticos.
J. O.: -Claro. No hay tango en Estados Unidos (risas).
-¿Pero cuesta hablar de la muerte, incluso en el teatro?
S. S.: -A mí no me cuesta nada hablar de la muerte porque estoy en pleno proceso. Trabajando en mi próxima partida…
-Falta mucho para eso, Solita.
S. S.: -No sé. No sé ni me importa. Lo que sé es que ya fui a ver al escribano, que ya sé cómo quiero morir, que mis hijos sean hermanados… No va a haber mucha discusión por guita porque no pienso dejar mucha guita.
-¿La vas a gastar?
S. S.: -No, es que a este ritmo de inflación ya no me alcanza. Lo ahorrado para llegar a los 85 tranquila ya no me alcanza. Ya saqué la cuenta. Habrá que vender el departamento…. Ojalá la fuerza del cariño será un éxito y nos salvamos (risas).
-¿No estás salvada económicamente después de tantos trabajos y éxitos?
S. S.: -No. Una actriz que va a cumplir 60 años de trabajo debería estarlo, ¿no? Por lo menos un palito ahorrado debería tener, ¿no? Acá no pasa. Al menos no es el caso nuestro. Es el caso de Mirtha (Legrand), de Susana (Giménez)…
J. O.: -Y de Ricardo (Darín) y de (Guillermo) Francella. Son cinco.
-Alfredo Alcón decía que el primer trabajo del actor era aprender a estar desocupado.
O. L.: -Tenemos el chip y la necesidad de marcar tarjeta todo el tiempo. Es bravo.
-¿Cómo te vinculás con la muerte, Osvaldo?
O. L.: -Creía que tenía un vínculo muy relacionado con el humor. Si bien tuve una vieja que padeció ELA, que está considerada una de las enfermedades más crueles. Pero hace muy poquitito fallecieron dos de mis hermanos mayores, con muy poca diferencia de edad con la mía. Y lamentablemente, por compromisos con el arte, que estaba afuera filmando, no pude llegar a los velatorios en Uruguay. Y hoy vengo de un velatorio de alguien cercano y cuando entré se me estalló el alma.
-Lo que significa que el ser humano nunca está preparado para la muerte. Con excepción de Solita, que la tiene planificada.
S. S.: -Yo ya tengo una canción elegida. Quiero que me despidan con “Brindis”, la que canta Soledad Pastorutti. Es hermosa. Sí, sí, mi nieta ya sabe. Me dicen: “Ah, claro, ¿vos vas a estar muerta y nosotros cantando?”. Sí, ¿por qué no? No te digo cantando trap porque sabés que me matás. Otra vez me matás (risas). Pero quiero morir feliz. Hay una película, Invasiones bárbaras, en la que cuando son grandes uno de los amigos se esta muriendo y cada uno de ellos va empujando un poquito la jeringa con morfina. Yo quiero morir así, rodeada de afecto, de amor, de alegría y que cada uno empuje un poquito más… ¡Y que no me vengan a joder con la eutanasia! No soy militante de nada, pero de la eutanasia me haría militante. Y de la separación de la Iglesia y el Estado también.
-¿Creen que la gente tiene ganas de ver una obra como La fuerza del cariño en un contexto económico y social como el actual?
J. O.: -Yo la vería. Pero bueno, soy muy amante de esa historia.
S. S.: -Yo también la vería. Yo por las dudas me preparo, ¿viste? Siempre es mejor. Yo siempre me autocritico antes, así cuando viene la crítica me resbala. Ya me pegué mucho más. Lo que sí, creo que las boleterías van a sufrir mucho. Creo que el ocio va a ser uno de los sectores más castigados. Va a haber que prepararse. No creo que sea una temporada fácil. Aunque el teatrero es teatrero.
J. O.: -Hay gente que al teatro le cuesta y no va. Y hay gente que va al teatro y va siempre buscando cosas para ver. Siento que en el contexto de lo que salen tres cosas en el supermercado, Carlos Rottemberg tuvo el gesto de congelar las entradas y las puso a un precio muy accesible. Accesible en comparación con otras cosas: hoy una lata de atún sale 4.550 pesos. Una entrada son tres latas de atún.
-En comparación con otros bienes, no es tanto. El problema es que la mayoría de la gente no puede optar porque ya ni siquiera llega a esa lata de atún.
J. O.: -Exacto.
S. S.: -Si tenés que elegir entre diez opciones, hoy algunos solo pueden elegir una. Antes elegían cuatro.
O. L.: -La crisis económica es real. La estamos viviendo todos. Pero también pasan cosas muy lindas alrededor del teatro. Por ejemplo, me escribieron cuatro amigas de un pueblito del interior, cerca de Rosario, que sacaron las entradas y que vienen a ver la obra en un taxi o remis que las espera. Estaban felices porque consiguieron entradas, porque eran seguidoras de las novelas que hicimos. A la gente hay que agradecerle y reconocerles el esfuerzo que hacen para ir al teatro.
-¿Creen que esa anécdota se podrá mantener en el futuro, ante la nula producción de telenovelas en Argentina? El mundo del streaming es otra cosa, más impersonal.
S. S.: -Las series no te permiten entrar a la casa de la gente todas las noches o todas las tardes o una vez por semana. Nuestra generación es la de los últimos actores populares. Por supuesto que lo es Darín, que tiene el prestigio y tiene la popularidad. Por supuesto que lo es Mercedes Morán. Yo me siento en el cordón de la vereda y la gente pasa y me saluda con un amor… con un amor… Y vos decís, “wow, qué increíble”. Por eso jamás reniego de ser una actriz popular. Al contrario, ser popular es una bandera.
O. L.: -Hemos sido privilegiados.
Un montaje poco tradicional
Por Corina Fiorillo *
La fuerza del cariño es una obra que habla sobre los vínculos y lo hace de una manera muy natural, muy como la vida misma. Tiene unos diálogos maravillosos y estas dos cosas son las primeras que me atrajeron del material cuando la producción me convocó al proyecto. Es un texto plagado de humor, de emocionalidad y de una definición de personajes que hace tremendamente empático al material. Estoy feliz, muy feliz con el elenco con el que vengo trabajando y también porque no es un montaje tradicional de una obra de texto. En este montaje vas a encontrar fragmentos audiovisuales con escenas enteramente fiilmadas en exteriores, vas a encontrar fragmentos coreográficos con escenas que nos connotan algún espacio. Creo que es un montaje muy divertido para armar y muy lindo para mirar, porque va más allá de una obra tradicional de texto y porque absolutamente todos los que la vengan a ver se sentirán identificados en algo.
* Directora de La fuerza del cariño.