El sociólogo Bernardo Arévalo asumirá este domingo la presidencia de Guatemala, 145 días después de ganar la segunda vuelta y tras múltiples acciones judiciales en su contra y reiteradas protestas en las calles, con el reto de reconstruir la institucionalidad del país, responder a una desbordante expectativa social y, centralmente, de tejer con la Justicia y el Congreso una relación que le permita encarar la gestión con alguna calma.
A sus 65 años, Arévalo llega a la jefatura del Estado para reemplazar a Alejandro Giammattei y cortar una racha de cuatro gestiones centroderechistas, respaldado por una inédita alianza de sectores rurales, organizaciones de pueblos originarios, grupos urbanos intelectualizados y jóvenes.
“Una nueva primavera”
El mandatario electo ha prometido la llegada de “una nueva primavera”, como la que protagonizó el Gobierno de su padre, Juan José Arévalo Bermejo, entre 1946 y 1951, en una de las Administraciones de más desarrollo para el país centroamericano.
Arévalo de León ha señalado en los últimos días que se abre “un nuevo capítulo en la historia” de Guatemala y que a partir de este domingo “comenzaremos la transformación de nuestro gran país”.
Según Jahir Dabroy, coordinador del Departamento de Investigaciones Sociopolíticas de la Asociación de Investigación y Estudios Sociales de Guatemala, el uevopresidente no la tendrá fácil. “Lo que viene para Arévalo es la urgencia por reconstruir la institucionalidad del Estado. Era una institucionalidad que ya venía sufriendo un desgaste importante, pero ese proceso se aceleró en la gestión de Giammattei. Fue creciendo de manera evidente la insatisfacción con el Estado, en función de no otorgar las garantías necesarias,”
Sorpresa
Arévalo fue la sorpresa de la primera vuelta, en junio, y ganó con alguna comodidad la segunda, en agosto, sobre Sandra Torres, exesposa del exmandatario Álvaro Colom (2008-2012), el último -y único- presidente de centroizquierda que tuvo el país en las últimas décadas.
Pero desde su triunfo debió enfrentar un marcado asedio de parte del Ministerio Público (MP) que le sacó la personería al triunfante Movimiento Semilla, pidió que le quiten la inmunidad que el propio Arévalo tenía como diputado, cuestionó al Tribunal Superior Electoral (TSE) por avalar los resultados electorales y finalmente pidió que se declaren nulos los comicios.
Aunque la fiscal general, Consuelo Porras, declarada “corrupta” por Estados Unidos, explicó que el MP solo está cumpliendo su deber de investigar, Arévalo denunció de modo permanente que se orquestaba un golpe de Estado para no dejarlo asumir y culpó de la maniobra a lo que llama “el pacto de corruptos”, que se vería afectado por su gestión.
Y tuvo el respaldo sin fisuras, en el país, del Tribunal Supremo Electoral y la Corte de Constitucionalidad, y fuera de Guatemala, de la Organización de los Estados Americanos (OEA), la Unión Europea, Estados Unidos y el Mercosur.
El futuro presidente presentó hace menos de una semana al gabinete con el que trabajará, que tiene un inédito equilibrio entre hombres y mujeres. Sin embargo, el propio Arévalo reconoció que quedó “en deuda con la pluralidad” del país, donde las comunidades indígenas representan el 42% de los 17,6 millones de habitantes.