Al menos 20 dirigentes aspiran a la presidencia de Uruguay que se pondrá en juego en octubre, pero los precandidatos deben atravesar antes el proceso de elecciones internas dentro de cada partido, una carrera con final en junio, pero que aparece ya lanzada plenamente con el cambio de año y que encuentra a la alianza gobernante en el debate de si debe ir con un programa único.
De internas y campañas habitualmente civilizadas, el país se encamina a montar las urnas para, casi con seguridad, tres ocasiones: las internas, las generales de octubre y la posible segunda vuelta si ninguno de los candidatos logra más del 50% de los votos en la primera.
Pero, además, el 27 de octubre, en paralelo a las presidenciales y a la elección de 30 senadores y 99 diputados, habrá un plebiscito para que la ciudadanía se pronuncie sobre una reforma constitucional que habilite los allanamientos nocturnos, hoy vetados por la carta magna.
“Las campañas en Uruguay son largas. Pero en este proceso de primarias en junio, generales en octubre y segunda ronda en noviembre, se agregan las subnacionales (departamentales y tercer nivel de gobierno) que son en mayo. Ya hay actores pensando en mayo 2025, otros en junio 2024 y algunos, incluso, en 2029”, destacó la politóloga Victoria Gadea, directora del “think tank” Ágora.
Consultora en comunicación y estrategia y docente en la Universidad Católica, Gadea señaló a Télam que “esto significa que la pre-campaña estaba en marcha hace rato” y como varios candidatos ya lanzaron su publicidad oficial en los partidos Nacional y Colorado y en el Frente Amplio, “ya estamos en campaña”.
Sobre el número inusual de aspirantes a la jefatura del Estado, Gadea afirmó que “como en toda campaña hay candidatos que saben que no llegan a ser presidenciables, pero se perfilan como tal para ganar notoriedad”.
Todos los nombres
Por lo pronto, un repaso sobre las principales fuerzas muestra que dentro del gobernante Partido Nacional (PN) hay 5 precandidatos; en el Partido Colorado (PC) seis y en el opositor Frente Amplio (FA) cuatro.
A ellos se sumarán, seguramente, los aspirantes de Cabildo Abierto (CA), y de los partidos Independiente (PI), de la Gente y Ecologista Radical Intransigente (PERI), junto a los de las dos nuevas fuerzas que acaban de ser reconocidas por las autoridades electorales: el Partido Libertario y el Partido Constitucional Ambientalista (PCA).
Entre los blancos, el exsecretario de la Presidencia Álvaro Delgado, la economista Laura Raffo, los senadores Jorge Gandini y Juan Sartori y el dirigente Carlos Iafigliola aparecen entre los anotados, y hasta se menciona al ministro de Defensa, Javier García. Según las encuestas, tiene altas chances de quedarse con el primer lugar de la fórmula Delgado, que cuenta con el respaldo del presidente Luis Lacalle Pou.
En las filas coloradas, anunciaron sus postulaciones Robert Silva, Gabriel Gurméndez, el ministro Tabaré Viera, el exconcejal montevideano Andrés Ojeda, el diputado Gustavo Zubía y Guzmán Acosta y Lara, funcionario del Ministerio de Industria, Energía y Minería.
Una curiosidad atraviesa al partido: el exministro y exsenador Pedro Bordaberry aparece como el mejor posicionado en los sondeos, aunque nunca oficializó sus intenciones de postularse.
El panorama es más claro en el FA: la intendenta de Montevideo, Carolina Cosse; el senador Mario Bergara; y los jefes departamentales de Canelones, Yamandú Orsi, y Salto, Andrés Lima, buscarán la candidatura de la alianza.
A todos ellos se suman el exmilitar y senador Guido Manini Ríos, por CA –aliado del gobierno-; el ministro Pablo Mieres, por el Partido Independiente; César Vega por los ecologistas de PERI y el diputado Eduardo Lust, por el nuevo PCA. Todos son, ahora, aliados del Gobierno.
Para Gadea, Uruguay tiene “el mejor de los escenarios para un presidencialismo y es que opera en dos bloques”.
“(El economista Arturo) Porcekanski siempre habla del bibloquismo uruguayo, que es una nueva versión del bipartidismo, con muchos matices. Esto hace que el electorado se concentra mayormente en un partido de coalición (Frente Amplio) y en una coalición de partidos (Multicolor). Para un presidencialismo no hay nada mejor que el funcionamiento bipartidista”, evaluó la analista.
Esa mirada, que relativiza las chances de buenos desempeños de fuerzas menores, insiste en que “las internas de los otros partidos sirven para posicionar perfiles, así como en otros países del mundo se fomenta la alta fraccionalización con el fin de competir de cara al legislativo más que a la presidencia”.
En ese cuadro de “bibloquismo”, la llamada Coalición Multicolor, que gobierna desde 2020, debe decidir si se mantiene como alianza o -una variante posible- sus partidos van separados a los comicios y eventualmente vuelven a acordar para el caso de una probable segunda vuelta, que sería el 24 de noviembre.
“Las internas en Uruguay tienen grandes momentos de tensión. El PN es altamente conocido por tener internas muy reñidas, peleadoras, en las que parece que no habrá reconciliación posterior y siempre la hay. Uruguay destaca en el contexto regional por su civilidad, pero no es ajeno a los fenómenos que se dan el mundo. Entiendo que van a existir momentos de muchísima tensión y también de falta de civismo”, pronosticó Gadea.
Pero advirtió que la clave es “hasta donde y habilitado por quién” pueden darse esas actitudes, porque “no es lo mismo la falta de civismo por parte de un militante que crea una web desde su casa que la de un líder político promoviendo discursivamente acusar a un partido de ser financiado por el narco”. “Esto habilita a las personas militantes a dar pasos más arriesgados e incluso convertir las palabras en acción”, alertó.
La politóloga se manifestó preocupada por el hecho de que “algunos límites discursivos estén borrados y porque, a falta de propuestas, todo se centre en el ataque al adversario”.
“Parece, incluso, que esta es una estrategia que viene de los comandos y la ciudadanía uruguaya no determinará su voto por esta estrategia, porque de hecho la mayoría del electorado ya tiene su voto definido por filiación ideológica/partidaria”, evaluó.
Según Gadea, “el riesgo a futuro de este tipo de estrategias radica en que la política no está dando respuestas a un conjunto de problemas que tiene la ciudadanía: crecimiento económico, oportunidades laborales, desigualdad, acceso a bienes y servicios públicos de calidad, lo que, sumado a situaciones escandalosas, podría derivar en descreimiento de la política y fomentar la aparición de liderazgos y propuestas mesiánicas, populistas”.
El 30 de junio, el 27 de octubre y, eventualmente, el 24 de noviembre serán entonces las fechas claves en el calendario electoral uruguayo, que terminará el 1 de marzo de 2025, cuando Lacalle Pou le coloque la banda a quien vaya a ocupar la presidencia hasta 2030.