La Iglesia Ortodoxa Rusa de la Santísima Trinidad, la primera de su tipo en Argentina y en América del Sur, cumplirá este lunes 125 años, desarrollando actividades comunitarias y recibiendo a fieles y visitantes en su locación del barrio porteño de San Telmo.
Ubicada en Avenida Brasil 315, frente al Parque Lezama, la construcción de la iglesia comenzó el 18 de diciembre de 1898 con la colocación de la piedra fundamental, hecha de granito, que guiaría la colocación de sus cimientos por iniciativa del padre Constatino Izrastzoff, proveniente del entonces Imperio ruso.
A partir de “un interés mutuo de tener buenas relaciones entre Rusia y Argentina”, se decidió construir “un templo que muestre la magnificencia del imperio que él representaba y de la iglesia ortodoxa rusa”, explicó a Télam el arcipreste Alejandro Iwaszewicz durante una recorrida por el recinto.
La construcción del templo fue alentada por la masiva llegada de inmigrantes a finales del siglo XIX, muchos de ellos provenientes de distintas colectividades que profesaban la religión católica apostólica ortodoxa como “sirios, dálmatas, montenegrinos, serbios, y griegos”, puntualizó el arcipreste.
Para su edificación, la iglesia se construyó con fondos provenientes de “los zares de la familia imperial y diferentes miembros de la corte que donaron de sus dineros particulares”.
Esta donación también estuvo compuesta por candelabros, íconos, vestimentos, cálices y cruces, entre otros objetos que aún se encuentran en la iglesia.
A su vez, bajo la piedra fundamental también se colocó una suerte de “cápsula de tiempo”, con diarios y monedas de la época y cartas de Rusia, que quedarán guarecidos en los cimientos “hasta la posteridad” o “hasta la segunda venida de Cristo”, señaló el párroco.
Entre las curiosidades históricas que pueden encontrarse en el templo, se halla la tumba del padre Izrastzoff, fallecido 1953, y a quien Juan Domingo) “Perón le tenía estima.
“En esa época no se permitían los entierros por fuera de los cementerios, pero como Perón conocía personalmente al padre Constantino y le tenía estima, se permitió que fuera enterrado debajo del altar como suele hacerse con los fundadores de los templos”, señaló Iwaszewicz.
Para aprovechar el terreno, también se edificó una planta alta en la que se colocó el altar mayor de la Santísima Comunidad, junto al altar menor de Santa María Magdalena, donde los asistentes -de pie y mirando hacia Oriente- realizan las misas.
De estilo “moscovita con rasgos bizantinos”, los altares están conformados por decoraciones fabricadas en la actual ciudad ucraniana de Mírgorod -en aquel entonces parte del imperio Ruso- y traídos especialmente en barco dentro de 64 cajas y barriles para la inauguración de la basílica, en 1901.
“Estos son pedazos como rompecabezas que fueron armados por artesanos españoles, que trabajaban casi en simultánea en el Palacio de Obras Sanitarias (actual Palacio de Aguas Corrientes) sobre la actual Avenida Córdoba”, señaló el arcipreste, que oficia en la iglesia desde 2015.
De colores vibrantes y contrastantes, en el centro de la sala se ubica el iconostasio, donde el sacerdote lleva a cabo las diferentes liturgias, que se celebran en dos idiomas -español y eslavo- de forma “todas cantadas, a cappella”, puntualizó.
Tanto el iconostasio como los objetos que lo rodean, se hallan en la iglesia desde su construcción, junto con las pinturas que se exhiben en paredes del templo.
“En los siete techos que tiene la iglesia estaban representados los siete días de la creación del mundo. Con la humedad de Buenos Aires y con los cimbronazos que provocaban los vehículos de gran envergadura que pasaban por la avenida, Brasil por mucho tiempo, eso se fue perdiendo”, explicó Iwaszewicz.
Por este motivo, a pesar del paso del tiempo algunas de las pinturas se conservan, mientras que otras están en proceso de restauración.
Por fuera y sobre la basílica, se encuentran cinco cúpulas azules de forma “acebollada”, que simbolizan, por un lado, el sentido espiritual de “la congregación de los fieles en oración que se eleva como una sola hacia Dios”, y por otro, una función estética relacionada con el clima de Europa del este.
“La forma acebollada de las cúpulas rusas viene de Oriente por una cuestión práctica para el clima ruso, donde hay mucha nieve. La nieve es hermosa, es liviana, pero cuando se empieza a juntar arriba de un techo, pesa y puede llegar a ser peligrosa”, aseveró el arcipreste.
En cuanto al número de fieles que asistieron a la iglesia desde su creación, Iwaszewicz precisó que se destacan varios oleajes importantes, relacionados con la migración de Europa del Este hacia la Argentina.
“La primera ola fue con la Primera Guerra Mundial y Revolución Rusa, en 1917 y 1918. Después, la Segunda Guerra Mundial. Luego en los años 90, cuando cayó el muro de Berlín”.
En la actualidad, con la llegada de inmigrantes rusos a causa de la guerra con Ucrania, el arcipreste destacó que “hubo un crecimiento” de fieles.
“Hubo un salto importante en la cantidad en comparación con años anteriores”, señaló y agregó que “los que eligen América del Sur, se enamoran de Argentina”.
A su vez, remarcó que diariamente se imparten “clases de canto, instrumentos o ensayo de coro”, en el que participan “tanto rusos como argentinos”, al tiempo que también se realizan actividades comunitarias, como un comedor comunitario de lunes a viernes.
Finalmente, Iwaszewicz se refirió al 125° aniversario del templo y consideró que “en la República Argentina, nosotros hemos vivido siempre y expresado nuestra fe en plena libertad”.
Y concluyó que “en esos 125 años de libertad religiosa, estamos a Dios y al pueblo argentino completamente agradecidos”.