Las primeras líneas de la autobiografía Historia de un comunista (2019), del filósofo italiano Toni Negri, tal vez estén entre las más bellas y profundas que se hayan escrito. “¿Papá, qué quiere decir morir?, me pregunta mi hija. La muerte no existe, le digo con una mentira. Cuando nos vamos, que nuestros miembros se enfríen es una ilusión; se convierten más bien en una centella y en un movimiento de ese deseo caótico, de aquella llama que nos ha generado. Morir no duele, no es real: lo que duele es fantasear sobre la muerte. No hay que tener miedo: cuando vivimos, la muerte no está…”. Negri murió a los 90 años en París, según informó su compañera, la filósofa francesa Judith Revel, y su hija Anna. Los intelectuales marxistas y los activistas antiglobalización del mundo lloran la muerte de uno de los pensadores más comprometidos de fines del siglo XX y de comienzos del siglo XXI.

La vida es una lucha, implacable y feroz, contra la muerte. Negri, que nació en Padua, Italia, el 1 de agosto de 1933, lo supo tempranamente. Tenía dos años cuando su padre, militante comunista, fue asesinado por el régimen fascista de Benito Mussolini. Sus primeros pasos en la militancia los dio en los años 50 en la organización activista juvenil católica Gioventú Italiana di Azione Cattolica (GIAC). Después se incorporó al Partido Socialista Italiano (PSI) y en la década del 60 fue abrevando en las aguas de los movimientos marxistas heterodoxos. En París, “ombligo cultural del mundo”, fue donde oyó hablar explícitamente de comunismo: “Si querés obrar al servicio de la verdad fijate en el comunismo”. Pronto se fue dando cuenta de que más que una teoría el comunismo es una práctica que sirve para orientar la acción. El joven Negri se unió al grupo editorial Quaderni Rossi, un periódico que representó el renacimiento intelectual del marxismo en Italia fuera del marco del Partido Comunista Italiano (PCI). Entonces comenzó a publicar sus primeros libros en italiano y a dar clases de Teoría del Estado en la Universidad de Padua.

La práctica comunista

En los años 60, decidió recorrer un camino nuevo, un hacer política que lo separaba de modo radical del contexto cultural y civil, institucional y de partidos en el que había vivido. “Ir a las fábricas es, en primer lugar, una decisión teórica, y luego una búsqueda de verdad contra la cárcel de lo político que asfixiaba y falsificaba la realidad. Solo en contacto con la fatiga y la miseria de los trabajadores se podía desmontar el sentido de los programas de los partidos y el significado de las palabras del gobierno”, plantea en Historia de un comunista, libro que publicó en el país la editorial Tinta Limón en coedición con Traficantes de Sueños, quienes también han editado Cárcel y exilio. Historia de un comunista II. Los trabajos sobre Kant y Hegel le permitieron abordar una metodología materialista en la que surgió, como él mismo la definía, “un cierto lukacsismo, más materialista que dialéctico o, como decía Merleau-Ponty, hiperdialéctico”. Entre 1962 y 1963 estudió a Marx con extrema atención: durante al menos un año leyó toda la obra del filósofo y economista alemán, especialmente El Capital, “que hace científico el curso de la lucha de clase: no se trata de un determinismo científico, sino de una propedéutica epistemológica, una técnica de comprensión de las luchas”.

El filósofo italiano se orientó hacia la sociología del trabajo y el derecho sindical. El Capital lo empujó hacia esa dirección porque necesitaba entender las dimensiones de la explotación del trabajo; conocer la organización en la fábrica; preguntarse cómo opera el derecho dentro de la empresa y cotejar todo esto con los análisis de Marx y Engels sobre la fábrica. Negri estuvo entre los fundadores del grupo Potere Operaio (Poder Obrero) en 1969, la expresión política del operaísmo (obrerismo) más radical. En 1973 impulsó un nuevo proyecto organizativo, Autonomía Operaia, y contribuyó a la creación del periódico Rosso, con redacción en Milán, que devino referente de las luchas y los debates de la nueva composición de clase para la cual Negri y sus compañeros acuñaron el término de obrero social (operario sociale). 

“El sabotaje no puede ser exaltado de manera exclusiva; las tecnologías constituyen también un contexto: solo con su reapropiación cesa su nocividad -reflexiona el joven filósofo italiano-. Y, sin embargo, he de añadir que, aunque luchar no es destruir, también puede ser destruir, mientras la tecnología, las máquinas y todo el trabajo acumulado (que ahora se llama capital) no sea restituido a los productores. Desde entonces, estas distintas modalidades de lucha estuvieron siempre presentes en mi espíritu: el rechazo del trabajo se convirtió paulatinamente en una clave fundamental de lectura de las luchas”.

Un intelectual en la cárcel

En la década del 70 se exilió en Francia, donde trabajó junto a Louis Althusser. Las Brigadas Rojas secuestraron y mataron al Primer Ministro Italiano Aldo Moro en 1978. Un año después, en abril de 1979, Negri fue arrestado en Milán, acusado de ser líder y miembro de las Brigadas Rojas. “He resistido y luchado toda mi vida. Ahora me toca volver a empezar”, confiesa en el final del primer tomo de su autobiografía, que coincide con el momento en que fue detenido. El filósofo italiano siempre negó haber tenido relación personal o ideológica con las Brigadas Rojas, una cuestión que ha sido confirmada por los propios militante de las BR. 

La mayoría de los cargos fueron descartados en menos de nueve meses por falta de pruebas; pero se lo acusó de “crímenes de asociación” e insurrección contra el Estado (cargo que sería revocado posteriormente) y fue condenado a 30 años de cárcel por considerarlo “moralmente responsable” de los actos de violencia contra el Estado italiano durante los años 60 y 70. Michel Foucault comentó en El filósofo enmascarado: “¿Acaso no está en la cárcel simplemente por ser un intelectual?”. También Amnistía Internacional denunció las “serias irregularidades legales” en el proceso judicial.

La experiencia de la cárcel, cuatro años detenido, la narró en el El tren de Finlandia. La solución a tamaña injusticia llegó cuando el partido Radical de Marco Pannella, que había trabajo para conseguir la libertad del filósofo italiano, lo incluyó en una de sus listas electorales a la Legislatura de 1983. Como fue elegido diputado, gracias a la inmunidad parlamentaria pudo salir de la cárcel.  Pero el Parlamento revocó la inmunidad y Negri se volvió a exiliar en Francia, donde estuvo enseñando en la Universidad de París VIII y en el Colegio Internacional de Filosofía, protegido frente a la extradición por el gobierno del socialista François Mitterrand. 

Junto a Jean-Marie Vincent y Denis Berger fundaron el períodico Futur Antérieur, que dejó de publicarse en 1998, pero reapareció como Multitudes en 2000. Voluntariamente volvió a Italia en 1997 para cumplir el resto de su sentencia –que había sido reducida a 17 años de la mano de sucesivas apelaciones-, con la esperanza de que se generara un debate público sobre la situación de cientos de exiliados y prisioneros involucrados en las actividades políticas de la izquierda radical durante los llamados “anni di piombo” (los años de plomo). Primero fue a la prisión de Rebibbia y luego estuvo bajo arresto domiciliario.

Un marxista del siglo XXI

En su prolífica obra, Negri revisó críticamente las principales corrientes intelectuales de la segunda mitad del siglo XX, buscando ponerlas al servicio de un nuevo análisis marxista del capitalismo. En este nuevo análisis fueron fundamentales el biopoder de Michel Foucault como las aportaciones del esquizoanálisis de Gilles Deleuze y Félix Guattari. El autor de Marx más allá de Marx, La anomalía salvaje. Ensayo sobre poder y potencia en Baruch Spinoza, El poder constituyente. Ensayo sobre las alternativas de la modernidad protagonizó el éxito editorial más extraño del año 2000 cuando publicó Imperio, coescrito junto a un joven profesor de la Universidad de Duke, Michael Hardt, una invitación a reanudar el marxismo desde cero y refundar una política comunista ajena al socialismo (tanto el soviético como el socialdemócrata).

Más allá de la hipérbole, Imperio fue leído, en esos años, como el intento de escribir El Capital del siglo XXI. Lo que proponen Negri y Hardt es salir de lo que ha sido la vieja concepción marxista-leninista que postulaba que el imperialismo es la expansión del capitalismo nacional hacia espacios mundiales, que crea una jerarquía a través de la centralidad de las grandes potencias. El Estado-Nación no es ya el sujeto del desarrollo mundial capitalista. El mercado global es una realidad en la cual las naciones van a diluirse. Las lecturas críticas a Imperio surgieron de los intelectuales más jóvenes de otras generaciones como Paolo Virno, Maurizio Lazzarato y Franco Bifo Berardi. La trilogía que escribió junto a Hardt se completó con Multitud (2005) –donde Argentina tiene protagonismo a partir del movimiento piquetero de 2001– y Commonwealth (2009).

Muy leído en los años 2000 por estudiantes, intelectuales y activistas, el filósofo italiano visitó varias veces la Argentina entre 2005 y 2013 y participó en actividades en distintas instituciones como la Universidad Nacional de General San Martín (UNSAM) y la Universidad de Córdoba. También estuvo entonces en Bolivia y Venezuela. Su interés por la región se debía a que consideraba que aquí se desarrolló una innovación política capaz de desplegar de una nueva manera la relación entre movimientos sociales y gobiernos. Entre sus grandes lectores argentinos se destacan Maristella Svampa, Mariano Schuster, Alejandro Horowicz, Verónica Gago y Diego Tatián, entre otros.

Una ética de la discusión

En Facebook, Tatián escribió que “pocos libros de un filósofo sobre otro han dejado una marca tan honda y perdurable como La anomalía salvaje, que escribió durante su reclusión en la cárcel de Rebibbia. Sin tiempo para denostaciones o lamentos, simplemente ocupó los años de prisión en escribir un libro revolucionario que desde hace cuarenta años está en el centro de los debates spinozistas”. El filósofo cordobés hizo hincapié en el viaje que el autor de Imperio hizo a Córdoba en 2012. “Recuerdo haberle oído en esos días la inversión de la célebre frase gramsciana: ‘el spinozismo -dijo- es optimismo de la inteligencia y pesimismo de la voluntad’. Su sola manera de estar trasuntaba una ética de la discusión: enseñaba que la crítica podía estar siempre acompañada de gentileza, y a no abandonar posiciones sin perder el gusto por la conjetura. También a no cansarse nunca por la adversidad de las cosas, sino más bien tomarla como material de pensamiento y de trabajo”.

Gago, politóloga e investigadora, describió a Negri como “un maestro excepcional, un amigo apasionado, una energía vital dedicada a la revolución”. “No siempre se tiene el lujo de compartir años con las personas que leemos, cuyas biografías nos conmueven. Quiero recordar ahora esa fuerza política que emanaba de Toni, que construía vínculos, que contagiaba un deseo de ser parte de algo en común, cuya pluma combina rigor filosófico con una capacidad de hacer experimentar esa potencia spinoziana que lo habitaba”, planteó la autora de La razón neoliberal y destacó la risa de Negri frente a las querellas que no estaban a la altura. “Recuerdo la dedicación apasionada a cada intervención oral, especialmente en los lugares que le importaban (los espacios políticos). Recuerdo la escucha curiosa, siempre, a lxs más jóvenes. La pura inmanencia: una vida. Ese es su legado alegre y también la tristeza inconmensurable de su partida”.

 

El último de los revolucionarios italiano dejó una obra excepcional, que continuará suscitando intensos debates. “Papá, ¿entonces no es verdad que los cuerpos vuelven a convertirse en polvo? Claro, respondo ya sin mentiras: pero nuestra inteligencia es más potente que la muerte -se lee en Historia de un comunista-. Amamos nuestro cuerpo no como si fuera polvo, sino como soporte bello e irreductible de la fuerza de vivir, de la potencia de ser felices”. 



Fuente Pagina12