Javier Milei habló ante los fanáticos que vitoreaban la palabra “motosierra” de una herencia de inflación proyectada de 15.000% anual. A las horas, Luis Caputo comparó la economía argentina con la de una casa y figuró una leche a $60.000. Poco más tarde, el vocero presidencial Manuel Adorni habló sin parar sobre un paciente en estado crítico al que hay que salvar. Cada uno a su manera hizo una advertencia con imágenes rimbombantes y sin muchos datos: Argentina está al filo de una hiperinflación. Pero, en qué consiste este fenómeno y cuándo pasó en Argentina.
En principio, la palabra hiperinflación no es una novedad para la ciudadanía argentina. Aunque eso sí, quizás suene extraña a los oídos de los más jóvenes, aquellos nacidos a finales del siglo pasado o principios de este, muchos de ellos votantes de Javier Milei, que no vivieron nunca esta disparada exponencial de precios en poco tiempo.
Antes de entrar en definiciones de manual, hay algo que es imposible separar de este concepto: una hiperinflación implica siempre el derrumbe de la capacidad de compra de la mayoría de la población.
Según explica la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, una primera definición de hiperinflación planteada por Philip Cagan en 1955 tiene que ver con el límite que la separa de una inflación elevada. Para el economista, este fenómeno tiene lugar cuando hay aumentos superiores al 50% mensual durante más de tres meses. Esto sería una inflación del 600% anual.
Sin embargo, esta diferenciación estrictamente cuantitativa no es la única. Hay otros que apuntan a definir la hiperinflación desde el lado del comportamiento de los consumidores. Así, señalan que este fenómeno tiene lugar cuando, tan solo al cobrar, los ciudadanos gastan todo su dinero en bienes de consumo para mantener el valor de compra.
Aunque, claro, los sueldos nunca acompañan el ritmo de la inflación y, mucho menos, cuando la espiralización es tan brusca.
Sea como sea, se trata de escenarios en los que los precios relativos se difuminan completamente y lo que durante la mañana vale algo, por la tarde incrementa al doble y así consecutivamente.
Ahora, la pregunta que se abre es si la hiperinflación tiene que ver con una “bomba heredada”, como pretende instalar en su relato La Libertad Avanza para justificar el brutal ajuste al que será sometido el pueblo, o si es consecuencia del plan Caputo de liberación de precios a gusto y placer de los empresarios, que ven en este modelo una oportunidad única para remarcar sin ningún tipo de control, así como una devaluación histórica en pocas horas que llevó, por ejemplo, a un aumento de la nafta de casi el 80 por ciento en apenas cuatro días.
La hiperinflació en Argentina
Dentro de esos fenómenos de inflación disruptiva está el llamado “Rodrigazo”, como se conoce el plan de ajuste, similar al de Caputo, anunciado por Celestino Rodrigo en 1975. La inflación anual de 1975 finalizó en 335%.
Sin embargo, si se toma el acumulado anual a mayo de 1976, el aumento en los precios al consumidor alcanzó el 777,62%, según informa en un exhaustivo ensayo la Bolsa de Comercio de Buenos Aires.
El segundo de estos escenarios apareció en 1982, cuando se volvió a registrar una tasa de inflación anual superior al 200%. Para el año siguiente, la variación fue de 433,7%. Finalmente, en el segundo semestre de 1984 y el primer semestre de 1985, la inflación detonó con una tasa promedio mensual del 22,9%.
De todos modos, el punto clave estuvo en mayo de 1985, cuando se registró por primera vez en la historia argentina una inflación anual acumulada de 4 dígitos: 1.128,9%.
En marzo de 1989 se inició en el país otro proceso de espiralización que culminaría en julio con una inflación del 196,6% en un solo mes. Más tarde, entre diciembre de 1989 y marzo de 1990, ya en el Gobierno de Carlos Menem, Argentina sufrió otra hiperinflación, llegando, en marzo de 1990, a una tasa de inflación anual acumulada de 20262,8%.