El actor Luis Ziembrowsky logra un relato estremecedor en “El villano”, filme documental que codirigió, coescribió y protagoniza en el que cruza memoria y biografía para hablar de su padre, “un delincuente de poca monta” que cae preso cuando él tenía apenas dos años en un hecho que caracteriza como una “hecatombe familiar”, que marcó a fuego su vida, la de sus hermanas y de toda una constelación familiar.
El filme, coescrito y codirigido con Gabriel Reches se está viendo en estos momentos en el cine Gaumont de avenida Rivadavia de lunes a domingos y los sábados en el cine del Malba (Museo de Arte Latinoamericano) y es, según comenta Ziembrowsky a Télam, “un documental de búsqueda sin encontrar”.
“Lo que encontramos fue lo que nos pasó vincularmente con esta historia a los que participamos de ella, en mi caso como hijo, como padre, como hermano y, en este sentido, la película trae una cierta reparación histórica porque puso en funcionamiento cosas que tal vez sabíamos aunque de manera distinta pero que al concentrarlas en la película se logra algo muy reparador porque todas las versiones posibles sobre mi padre o cosas que pasaron con mi padre encuentran un límite, que es la propia película, y nos permite en ese sesgo reencontrarnos de otra manera”, detalla Ziembrowski en charla con Télam en su casa de Palermo.
Actor de filmes como “El patrón, radiografía de un crimen”, “Los sonámbulos”, “Aballay, el hombre sin miedo”, y “La vida por Perón”, entre cerca de un centenear; series de televisión como “Lalola” o “Ciega a citas” u obras de teatro como la última versión de “Hamlet”, dirigida por Ruben Szuchmacher en el San Martín, Ziembrowski fue también director o codirector de filmes como “Lumpen” (2013), “El propietario” (2008) y “Corner” (2003), en una carrera escénica de más de 40 años.
“El villano” es un filme sobre el propio Luis Ziembrowski, su familia y su padre, que integraba una banda liderada y apadrinada por un general del ejército que robaba autos, los maquillaba y los hacía cruzar la frontera para venderlos, y que por esta actividad delictiva cayó preso en 1964 y estuvo en prisión hasta 1970.
Además se trata de un reencuentro con él y una puesta en juego de los mecanismos de la memoria aun en los ámbitos más íntimos, como el familiar.
Télam: ¿Cómo decidiste meterte con este relato tan cruzado por la biografía y cómo surgió la idea de transformarlo en una película?.
Luis Ziembrowski: En el año 2006 yo me reencuentro con mi padre después de ocho años sin vernos, yo había decidido dejar de verlo pero ese año muere una serie de gente muy querida, especialmente mi mamá, y también mi papá de crianza. Al tiempo de estos sucesos apareció la necesidad de reencontrarme con él y por eso fui a verlo a Mar del Plata, donde él vivía, con una cámara y mediaticé el encuentro.
T: ¿Qué encontraste en esa visita?
L.Z.: Me encontré con un tipo muy viejo, él había tenido un accidente años antes del que no habíamos tenido noticias, un poco porque la relación de él con nosotros era así, mi viejo era un tipo que de pronto aparecía y lo veías pero en el mientras tanto no se sabía mucho de él. Esto fue así desde que él salió de la cárcel en el año 70. A lo largo de la vida yo lo vi de una manera muy esporádica, muy fantasmática. En un momento yo decido dejar de verlo en una distancia que se corta en 2006 cuando voy un fin de semana a Mar del Plata que está registrado en la película, fue la última vez que lo vi porque al año siguiente murió.
–T: ¿Ahí nace el material?
L.Z.: Siempre sentí que en ese último encuentro con él había una punta de algo que tenía que ver con una película, que ese encuentro no era la película, sino que había que ganarse el final, como dice Gabriel Reches, codirector de la película, entonces había que construir una obra para ganarse ese final.
-T: De 2006 a 2023 pasan también muchos años.
L.Z.: Ese registro lo dejé guardado mucho tiempo y en un momento empecé a buscarle las puntas a ese ovillo tan complicado que era mi vida, para ver cómo empezar a encontrar una historia y una película. Entonces empecé a hacer algunas conversaciones, a filmar algunas situaciones y con el tiempo me encontré con Gabriel Reches porque yo sabía que necesitaba alguien que pudiera mirar todo desde afuera. Sin renunciar a las decisiones sobre la película, el encuadre, el sentido de ciertas cosas que empezábamos a filmar, le propuse a Gabriel una codirección, lo que generó un encuentro humano muy poderoso. A partir de ahí fuimos haciendo distintas cosas y en 2021 se nos articuló un guion, lo escribimos y apareció la estructura de la película, aun sabiendo que en un documental de búsqueda, como es este, algunas cosas nos podían sorprender y desviar de esa estructura primera que teníamos.
T: La película no se desentiende del elemento ficcional presente en toda construcción biográfica ni vos de la actuación aun tratándose de un documental.
L.Z: Yo soy actor y un actor que muchas veces soy llamado para hacer villanos. Planteamos de una manera ficcional o farsesca si había un gen maligno por el cual soy llamado para interpretar ese tipo de papeles, pero más allá de eso hay una premisa fundamental de que la actuación en mi vida es una parte constitutiva, una filosofía existencial más allá de mi profesión, estar haciendo esto hace más de 40 años hace que no solamente cuando se prende una cámara o cuando salgo a escena en un teatro el actor esté actuando, entonces sí, hay zonas donde estoy en un lugar de llevar la película a través de ciertos mecanismos actorales para ver qué produce eso, además de que hay algunas escenas de ficción a manera de ensayo, a través del cual yo me proponía acercarme a descubrir también algunas cosas en esta búsqueda de quién fue mi padre.
T: Impactan también las distintas versiones que puede tener la memoria aun en ámbitos tan íntimos como una familia.
L.Z.: Sabíamos de las contradicciones que tenían los relatos que teníamos mis hermanas y yo, lugares donde habían sucedido las cosas, etc. Siempre me pareció que esos elementos narrativos de las distintas versiones siempre son muy constitutivos de cualquier ficción.
T: La película tiene mucho de cine adentro también, pensaba en el documental argentino “Yo no sé qué me han hecho tus ojos”, por ejemplo, por la búsqueda de un personaje del que se van teniendo pistas hasta que aparece al final.
L.Z.: Sí, hay algo de Joseph Conrad también, de “El corazón de las tinieblas”, de “Tifón”, después “El corazón de las tinieblas” lo toma Coppola en “Apocalypse Now” y habla de alguien que van buscando como el coronel Kurtz que aparece al final, un poco eso, ir sembrando señales de ver quién era él, que pasó con él, cómo vivieron con ese personaje sin saber muy bien si está muerto sino está muerto, si se fue, si está vivo y al final la aparición de él. Otra cuestión es que mi viejo cae preso en en 1964, yo tenía menos de dos años, y en ese sentido me funcionó también como referencia el documental “Los rubios” de Albertina Carri, donde las hijas tampoco tienen recuerdo de lo que les sucede a los padres y son dos hermanas también que dan cuenta de esa memoria a través de la búsqueda, en los dos casos una memoria golpeada, distorsionada, sin un relato unívoco de los sucesos.