El Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), la Universidad de Harvard y la Universidad de Pensilvania (UPenn) defendieron este martes ante el Congreso de EE.UU. la libertad de expresión en sus facultades, a la vez que reafirmaron su lucha contra el antisemitismo.
El contexto fue un escándalo producido el 5 de diciembre pasado, luego de cinco horas de interrogatorio agresivo a tres prestigiosas rectoras universitarias ante un comité del Congreso, por parte de legisladores republicanos que lograron hacer trastabillar a una de ellas –Elizabeth Magill de la Universidad de Pensilvania– y presionarla hasta hacerla renunciar, por supuesta tolerancia con el antisemitismo al permitir que en la universidad que dirige, haya movilizaciones propalestinas que denuncian a Israel por genocidio. Y obligaron a las tres a aclarar sus dichos, que habían sido descontextualizados para presentarlas como cómplices del antisemitismo en un contexto universitario que está en la mira de los ultraconservadores, a sabiendas de que solo el 1 por ciento de sus académicos los vota.
La renuncia de una decana
Luego de la primera renuncia, los republicanos fueron a por el puesto de Claudine Gay, rectora de Harvard. Pero este martes la Corporación de Harvard, uno de los órganos superiores de la universidad, reafirmó su “apoyo al liderazgo continuo de la presidenta Gay al frente de la Universidad de Harvard”. Y agregó: “Mucha gente ha sufrido tremendos daños y sufrimiento debido al brutal ataque terrorista de Hamás, y la declaración inicial de la Universidad debería haber sido una condena inmediata, directa e inequívoca. Los llamados a un genocidio son despreciables y contrarios a los valores humanos fundamentales (…) La presidenta Gay se ha disculpado por la forma en que manejó su testimonio en el Congreso”, añadió el órgano.
Gay, primera mujer negra al frente de Harvard, tiene el apoyo de 700 profesores, que criticaron cómo se gestionó la crisis, pero pidieron resistir a las “presiones políticas”. Gay se vio obligada a aclarar sus comentarios: “Algunos han confundido el derecho a la libertad de expresión con la idea de que Harvard toleraría los llamamientos a la violencia contra los estudiantes judíos. Quiero ser clara: los llamamientos a la violencia o al genocidio contra la comunidad judía, o contra cualquier otro grupo étnico o religioso, son despreciables”.
Un plan republicano
El pasado 5 de diciembre, en la Comisión de Educación y Trabajo de la Cámara de Representantes, presidida por la republicana Virgina Foxx, se hizo una audiencia titulada “Responsabilizar a los líderes universitarios y confrontar el antisemitismo”. Comenzaron con un minuto de silencio en respeto a las víctimas y rehenes de Hamás y su objetivo fue “poner en el punto de mira a estas líderes universitarias y exigirles que tomen medidas adecuadas para mantenerse firmes contra el antisemitismo”, según expresó Foxx.
Desde los ataques del 7 de octubre de Hamás en Israel, el Departamento de Educación de EE.UU. inició investigaciones en universidades por incidentes de antisemitismo e islamofobia que podrían suponer violaciones de la Ley de Derechos Civiles del país, que obliga a las universidades a brindar a los estudiantes un entorno libre de discriminación.
En este sentido, las rectoras de las tres universidades privadas -Sally Kornbluth, del MIT; Liz Magill, de la Universidad de Pensilvania; y Claudine Gay de Harvard- reconocieron un aumento de los “incidentes de intimidación y acoso” a la comunidad judía en sus facultades, pero aseguraron que también hay más “incidentes de islamofobia”.
Ante esta problemática, apostaron por “preservar la libertad de expresión, a la vez que se combaten los prejuicios y se preserva la seguridad de la comunidad”, como señaló la rectora Gay, puesto que la primera enmienda de la Constitución de EE.UU. protege la libertad de expresión. “Necesitamos tanto seguridad como libertad de expresión para que prospere la democracia, aunque estos principios puedan ser difíciles de equilibrar en estos tiempos”, manifestó la rectora de la Universidad de Pensilvania.
La prevensión
Las tres universidades han incrementado las medidas de seguridad en sus recintos para identificar “inmediatamente” infracciones a la ley y, de esta forma, iniciar procedimientos disciplinarios ante cualquier acto de odio. Algunos congresistas republicanos discreparon de la estrategia por la que han optado las rectoras y apuntaron a una falta de docentes conservadores en dichas instituciones educativas, que las llevarían a ser “refugios del comportamiento antisemita”. “Esto es debido al progresismo enfermo que se ha apoderado del país”, sentenció el congresista republicano por Carolina del Sur, Joe Wilson.
En la misma línea, Glenn Grothman, de Wisonsin, lamentó que en Harvard no haya “diversidad ideológica” porque, según él, en 2020 solo un 1 por ciento del profesorado votó por el ahora expresidente Donald Trump. Ante dichas acusaciones, las rectoras sostuvieron que las instituciones que dirigen se rigen por la Constitución, a la vez que trabajan para que el antisemitismo no tenga lugar en los campus universitarios.
El escándalo fue armado a partir de una pregunta de la legisladora Elise Stefanik, republicana por Nueva York, sobre si convocar al genocidio de judíos violaba las reglas o el código de conducta de la universidad. Magill, la rectora, se negó a decir claramente que los supuestos cánticos antisemitas y lo que los republicanos denominaron “llamamientos al genocidio del pueblo judío”, violaran el código de conducta de la escuela (no porque llamar al genocidio sea un derecho, sino porque no le constaba que se estuviese llamando a tal cosa).
«Si el discurso se convierte en conducta, puede ser acoso. Sí», respondió Magill y añadió que «es una decisión que depende del contexto». De alguna manera, cayó en una trampa polisémica y a partir de allí, los republicanos se dedicaron a atacarla. Además de numerosas críticas –incluyendo desde la Casa Blanca– la actitud de Magill provocó que el principal donante de la universidad, el empresario Ross Stevens, rescindiera un aporte de 100 millones de dólares en protesta por el manejo del antisemitismo en el campus.
La presidenta de Harvard, Claudine Gay, respondió al cuestionamiento de Stefanik en términos similares y dijo que cuando “el discurso se convierte en conducta, eso viola nuestras políticas”. La presidenta del MIT, Sally Kornbluth, dijo que no había oído hablar de estudiantes en su campus que pidieran el genocidio de judíos, y añadió que esa retórica sería “investigada como acoso si es generalizada y grave”.
A través de un vídeo publicado en redes sociales, Magill se justificó y condenó los llamamientos al genocidio del pueblo judío. “No me centré, pero debería haberlo hecho, en el hecho irrefutable de que un llamado al genocidio del pueblo judío es un llamado a algunas de las violencias más terribles que los seres humanos pueden perpetrar”.