A partir del 10 de diciembre del 2023 dejó de existir la Secretaria de Agricultura Ganadería y Pesca de la Nación; es reemplazada por una Secretaría de Bioeconomía. Puro humo.

Domingo F Sarmiento crea, por ley del 21 de julio 1871, la Secretaría de Agricultura dependiente del Ministerio del Interior. Fue Julio A. Roca, padre de la oligarquía terrateniente argentina, quien le dio categoría de Ministerio en 1898; Emilio Frers fue su primer titular. Desde entonces hasta 1973 tuvo rango ministerial.

Fue Juan D. Perón en su tercera presidencia -con José Ber Gelbard al frente del Ministerio de Economía- quien pone el área de agricultura bajo la órbita de dicho Ministerio y nombra a Horacio Giberti Secretario de Agricultura. El criterio fue que la nueva Secretaría estuviera subordinada al proyecto de país, y no que siguiera como un ente autónomo que actuaba como garante de los intereses de la oligarquía terrateniente. El Secretario debía ser el representante del Estado frente al sector, y no el representante del sector frente al Estado. Perón lo hizo.

Hasta el 27 de marzo del 2009 sigue revistando en la categoría de Secretaria, a partir de ahí CFK le devuelve su rango de Ministerio. Pero con un detalle (y vaya detalle!): por primera vez desde el retorno de la democracia, al principal funcionario del área no lo eligió el mercado sino la política; así fue elegido ministro Julián Domínguez. Macri nuevamente rebajó el Ministerio a Secretaria, pero con un objetivo distinto: achicar el gasto del Estado. Alberto lo subió a Ministerio, no se sabe bien para qué… Lo concreto es que lo loteó por áreas-partes: quiso conformar a todos y no hizo nada. Luego Sergio Massa lo rebajó de nuevo a Secretaria. “Para un barco a la deriva ningún viento es favorable.”

Fuera Ministerio o Secretaría, históricamente estuvo en manos de grandes terratenientes y grandes empresas, que se repartieron el control del área. excepto en tres periodos: del 45 al 55, del 73 al 75, y del 2009 al 2015. Pero uno u otro modelo, siempre partían del axioma que la política agraria estaba dirigida al productor de rostro humano, quien debía producir comida para la mesa de los argentinos y exportar. La diferencia estaba, simplificando, en que la derecha defendía a los grandes productores y quería exportar todo; y el peronismo, a los pequeños y medianos y se preocupaba centralmente de que la comida fuera accesible.

El gobierno de Alberto Fernández fue una excepción a esta diferencia histórica. Pero en los dos modelos el protagonista era un sujeto agrario de carne y hueso.

La novedad que nos trae la era Milei, es que por primera vez en la historia agrícola argentina los pools de siembra (la agricultura buitre, sin rostro y de volumen a cualquier precio) asume la conducción del instrumento del Estado que debía controlarlos.

Los pools de siembra son la introducción del capital financiero a la agricultura, apoderándose de una porción de la plusvalía que genera la aplicación de la ciencia y la técnica a la actividad agropecuaria. La Argentina hoy, tiene una agricultura de “tres pisos”: uno es el terrateniente dueño de la tierra, el otro son el contratista rurales (los que la trabajan efectivamente) y el tercer piso son los pools de siembra, grandes grupos financieros que se dedican a alquilar tierras y sembrarlas para exportar. El chacarero tradicional, como el gaucho, hoy ya es un mito urbano.

No hay en todo el elenco de funcionarios que acaba de asumir, nadie que esté ocupándose o preocupado por el tema de los alimentos. Me refiero a: su precio, a quién lo produce, dónde y cómo, su distribución y accesibilidad. El mercado lo arregla todo. Chau soberanía y seguridad alimentaria.

El nombre de la nueva estructura lo dice todo: Secretaria de Bioeconomía. El conocimiento está puesto al servicio de exportar más y no de producir más y mejor la comida. Cambiar el nombre es en sí mismo una declaración de principios.

En rigor, desde los 90 para acá -sojización mediante y con la destrucción programada de la chacra mixta- ya había dejado de priorizarse la mesa de los argentinos para centrar “todo” en el volumen para exportar. Una pésima forma de resolver la “restricción externa” o falta de dólares, como es hacerlo en base a encarecer el precio de la comida, para ampliar los saldos exportables.

Los productores dejan de ser productores para transformarse en auxiliares productivos de las grandes corporaciones exportadoras. Lo único que interesa es el volumen exportable, no quién, ni cuántos producen, ni dónde se produce, ni para qué. Por eso ni siquiera se tomaron el trabajo de invitar a la inefable Mesa de Enlace a la oficialización del nuevo secretario del área, el profesor Fernando Vilella. La presentación estuvo a cargo de José Demicheli, CEO de Adblick, un mega pool de siembra que trabaja más de 50.000 hectáreas; arrendando más de 100 campos, con un fondo común de inversión propio con 800 inversores. Junto a Demicheli estuvieron los más granados de la agricultura buitre: pools de siembra, exportadoras de granos, proveedores de insumos y difusores rentados de la sojización.Todo un símbolo de época. Transparencia y conflicto de intereses ¡te lo debo!

Lo triste es que buena parte del Justicialismo está cooptado por esta idea de agricultura sin agricultores, con sojización inducida y concentración de tierras y renta, que tanto daño le hizo y hace al país. Les hicieron creer que industrializar la ruralidad era el modelo de granjas chinas o el proyecto de las cadenas agro-bioindustrial. Patético.

No se puede seguir importando tripas para chorizo, carne de cerdo, maquinarias que podemos hacer acá, erogar más 3.000 millones de dólares en fletes navieros o seguir pagando el flete más largo y más caro por el canal Punta Indio, en vez de hacer el Magdalena. Les da vergüenza o miedo hablar de la política agraria de Perón, o de sustitución de importaciones, o que con la comida no se jode. Pero ahí está “la madre del borrego”.

Industrializar la ruralidad es soberanía y seguridad alimentaria. Sin comer primero, poco es lo que se puede hacer después. Por eso necesitamos una agricultura con agricultores, desmonopolizada y democrática. Para lo cual es vital volver a pensar la Nación, desde lo nacional y popular, desde adentro, al servicio de los argentinos no de las corporaciones exportadoras. ¡Si se pudo, se puede!

Salud y cosechas.



Fuente-Página/12