Desde Marrakech
Punto final para la vigésima edición del Festival Internacional de Cine de Marrakech, que durante ocho días presentó una programación integrada por 75 largometrajes provenientes de 36 países, además de un concurso para proyectos regionales en desarrollo –llamado Atlas Workshop, en referencia a la cadena montañosa de 2.400 kilómetros que recorre el noreste de África y enmarca esta ciudad– y charlas abiertas al público con Willem Dafoe, Viggo Mortensen, Tilda Swinton y el realizador francés Bertrand Bonello, entre otros. Ellas fueron algunas de las figuras que noche a noche trajinaron la alfombra roja del Palais des Congrés, una faraónica construcción realizada en el centro marrakechí en 1989, bajo el reinado de Hassan II, que funciona como espacio de usos múltiples y cuenta con una decena de salas para albergar desde asambleas y conferencias hasta seminarios y eventos culturales, y que operó como epicentro del festival prestando tres salas para proyecciones y otra para las actividades paralelas.
La más importante de ellas, la Salle des Ministres, fue sede de la ceremonia de clausura realizada el sábado por la noche y en la que el jurado –encabezado por la actriz Jessica Chastain– concedió los reconocimientos de la Competencia Oficial, compuesta por 14 producciones de los cinco continentes. El premio mayor, el Étoile d’Or, quedó en casa: la ganadora fue la marroquí The Mother of All Lies, de la realizadora Asmae El Moudir, quien ya se había llevado la estatuilla a la Mejor Dirección de la competencia Un Certain Regard del último Festival de Cannes.
Vista también en Toronto, entre otros eventos de relevancia en el calendario audiovisual internacional, la película es un documental en primera persona que, a diferencia de una buena porción de los exponentes de lo que podría llamarse “cine del yo”, trasciende la experiencia onanista para convertirse en un fresco sociopolítico más amplio. El Moudir desenreda su historia familiar para dibujar, a través de ella, el derrotero de una buena parte de la comunidad local desde los llamados Motines de la Subsistencia de Casablanca de 1981 –una serie de protestas contra los ajustes gubernamentales cuya represión dejó entre 65 y más de 600 muertos, según la fuente– hasta el presente.
Hubo, además, un Premio del Jurado compartido entre la también marroquí Hounds, de Kamal Lazraq, y la palestina Bye Bye Tiberius, de Lina Soualem, mientras que la senegalesa Ramata-Toulaye Sy fue elegida como Mejor Directora por su labor en Banel & Adama. La estatuilla de Mejor Actor fue a manos de Asja Zara Lagumdzija por la película bosnia Excursion, de Una Gunjak, mientras que la de Mejor Actriz se la llevó Doga Karakas por la turca Dormitory, de Nehir Tuna.
Fue en esa misma sala, con capacidad para más de 1500 personas, donde se llevó a cabo la función más importante de cada jornada, además de la ceremonia inaugural. A lo largo de estos días se proyectaron allí Hit Man, el regreso a la comedia negra del norteamericano Richard Linkater; Io Capitano, del italiano Matteo Garrone; Memoria, a cargo del mexicano Michel Franco y con Chastain y Peter Sarsgaard en los roles centrales; la australiana Limbo, de Ivan Sen, y Los que se quedan, el flamante largometraje del estadounidense Alexander Payne y firme candidato a protagonizar la temporada de premios de Hollywood que dará el pistolazo de largada el próximo lunes con el anuncio de las nominaciones para la 81º edición de los Globos de Oro.
La Salle des Ministres también fue testigo de uno de los momentos más emotivos del festival, ocurrido durante uno de los dos homenajes –el otro fue para el actor danés Mads Mikkelsen, de quien se proyectaron tres películas de su voluminosa obra interpretativa– realizados durante esta semana. Quien lo recibió fue el director, actor y guionista Faouzi Bensaïdi, una de las figuras más importantes del cine africano en general, y del marroquí en particular, gracias a una filmografía que incluye veinte trabajos delante de la cámara y seis detrás de ella. Una buena porción de ellos circuló por los principales festivales europeos, incluyendo su largometraje debut en la silla plegable, Mille mois (estrenada en Cannes 2003), WWW: What a Wonderful World (Venecia 2006); Baya Al Maut (Berlín 2012), Volubilis (Venecia 2017) y la reciente Déserts, que integró la Quincena de Realizadores de la última edición del Festival de Cannes y se exhibió luego del acto.
Fragmentos de la mayoría de esos trabajos se proyectaron a modo de introducción y antes de que subieran al escenario una decena de actores, actrices y hasta técnicos que compartieron set con el hombre que, una vez en escena, fue ovacionado de pie durante unos buenos minutos. Nacido hace 56 años en Meknès –una de las cuatro ciudades imperiales de Marruecos, ubicada a 350 kilómetros al noreste de Marrakech y a 150 kilómetros al este de la capital, Rabat– Bensaïdi dio un sentido discurso en el que recordó sus inicios, las dificultades para encontrar un lugar en el ecosistema internacional y la idea de que el cine, además de una herramienta clave para la construcción de una identidad, es uno de los mejores vehículos para seguir aprendiendo y conocerse a sí mismo.
“Hoy cumplo 25 años como cineasta y recibo un homenaje. Pero mi próxima película no será la séptima, sino la primera, porque todas a su manera lo son. El cine no filma certezas; filma dudas, defectos, accidentes y debilidades. Un cineasta no puede protegerse del ruido del mundo, y el ruido del mundo en este momento es atroz, doloroso y muy trágico”, afirmó antes de retirarse bañado en aplausos.