Hace algunos años, la actriz Miriam Lanzoni estudió guión cinematográfico. Lo que no sabía en ese momento era que debutaría escribiendo para la gran pantalla con la tremenda historia que vivió su madre y que a ella la marcó. La mamá de Lanzoni sufrió violencia de género, pero dejó atrás su pasado durante décadas y se refugió en el silencio. Sobre una idea original de Lanzoni, la ficción Partida: la verdad no le teme a nada, dirigida por Diego Suárez -que ya está en salas- está basada en esos hechos. Susy (Lucila Gandolfo), víctima de violencia de género, dejó su pueblo hace treinta años. Y con él, su pasado enterrado. Pero un llamado inesperado, devela una verdad oculta y hace que Susy vuelva. Su hija Maru (la propia Lanzoni) se entera que su padre biológico no estaba muerto. Y el film indaga en lo que sucede en la vida y en los recuerdos de Susy con el regreso de ese terrorífico pasado.
La idea de Partida surgió hace cinco años. “Empecé a escribir porque nunca había hablado particularmente de esto, pero no tenía la intención de que fuera una peli”, confiesa Lanzoni a Página/12. Nunca había hablado del tema con su madre ni con nadie. Luego pensó un guión porque lo veía con imágenes, ya que se trata de imágenes del pasado. En un momento, se lo comentó a su madre y le dijo: “Siento que esto tiene que ver la luz, tiene que salir, sobre todo por tu historia. Me parece una historia tan valiosa y tan ejemplificadora para otras mujeres”. La madre le dio el visto bueno. “Quise mostrar el guión y no quiso verlo, me dijo que yo escribiera y que hiciera la película si es que la quería hacer”. La actriz entiende que si la autorizó, es porque su madre tenía la necesidad. “Ahí empezó a tomar fuerza de película y convertirla en una voz que cuente algo nunca antes dicho. Y semejante cosa…”, afirma Lanzoni.
-¿Qué dijo tu mamá al ver la película terminada?
-Se emocionó muchísimo, se conmovió. De hecho, el primer corte no quiso verlo. La vio en un preestreno en Chaco, que hicimos con mucha gente. Estaba muy conmovida. Por supuesto que removiendo todo, pero creo que fue muy sanador para mi madre. Sus amistades no lo sabían, nadie podía creerlo. Y todo eso estaba dentro de ella.
-¿Qué significado tuvo como actriz trabajar en esta película?
-Hago de hija, pero no soy yo. Es un personaje con el que nos tomamos una licencia. Es un personaje que funciona como pivote en la historia. Pero igualmente interpretar a una hija de una mujer transitando eso fue fuertísimo para mí porque, además, estoy como productora general y ejecutiva. Fue una responsabilidad muy grande -sobre todo, mi emocionalidad- que se interprete todo lo que se significó, que cale, que se entienda, sin caer en golpes bajos.
-¿Tu mamá es una mujer fuerte como se ve en la película?
-Sí. Esa es una de las cosas que me inspiró a escribir y después me di cuenta de que me interesa contarlo. Mi madre tuvo la fuerza para irse, pero en el camino se encontró con un hombre, Miguel Lanzoni, que es mi padre para mí. Y fue una pieza clave que ayudó a reconstruir a mi mamá. Eso hace que la historia se convierta en una luminosa, de fe, de resiliencia. Y mi mamá se vuelve una mujer fuerte acompañada por mi viejo. El primer feminista que conozco es mi papá. Te diría que le reenseñó cosas, la reeducó. Tengo muy grabado que mi mamá no quería usar minifaldas por todo lo que arrastraba del miedo, de lo que le habían instalado en su cabeza. Y mi papá le regalaba minis y le decía: “‘¡Te quedan hermosas!”. Hasta que casi la reeducó a usar minifaldas. Fue siempre un hombre muy respetuoso, muy amoroso, muy cuidadoso de la mujer.
–Es una historia de muchos años y que se puede ver ahora reflejada en una ficción, pero en una época muy diferente. ¿Creés que el cambio de paradigma, producto de la lucha feminista, colabora para contar este tipo de historias?
-Sí, absolutamente. Las cosas han cambiado. Esto sucedió hacer treinta y pico de años en un pueblo chiquitito, donde de esto no se hablaba. Pero hoy tampoco estamos tan lejos de eso. Hoy, hay mujeres que atraviesan por lo mismo (a raíz de la película me han llegado casos) y la violencia no es solo física sino económica y psicológica. Y no se pueden ir, ¿eh? Tenés dónde contarlo, pero adónde ir y qué hacer todavía no está muy resuelto. Es con lo que más me encuentro. Mi mamá tuvo la suerte de encontrar un amor y reconstruir a partir del amor, con un hombre maravilloso. Son las paradojas que tiene la vida. Siento que sí hay una lucha que es feminista, pero también hay una lucha que es de la sociedad. Por eso, lo incluyo a mi papá en esto porque no es solamente nosotras solas (de esto me hago cargo yo), sino acompañadas. Los que educan también son hombres.
-¿Crees que, si bien gran parte de la sociedad tomó conciencia, todavía cuesta hacer visibles estas historias?
-Cuesta hacerlas visibles y cuesta también el compromiso de decir “Esto está, sigue pasando, abramos las orejas para que esto se haga visible”. Pero además de eso, ¿cómo hacemos para ayudar? Porque tenemos que hacerlo como sociedad, como todo. No es que acá va a venir un Estado salvador y va a hacerlo por nosotros. Eso me parece que ya pertenece a la utopía. Acá somos seres humanos haciéndonos cargo del prójimo. Y ayudarnos, pero ayudarnos de verdad, con compromiso. Al menos, a mí me resulta así, pero con un compromiso real.
-¿Tenés pensado hacer un refugio para víctimas de violencia de género en la casa donde sucedieron los hechos?
-No, porque en esa casa vive una persona. Eso sí es parte de la peli. Lo habíamos empezado a hablar, pero en ese sentido hay un montón de partes burocráticas que todavía no lo llevamos a cabo, pero se empezaron conversaciones para hacerlo.