“Hay que tener cuidado de ser secuestrado por gente con la que ni siquiera te gustaría estar en la misma habitación”. El Jarvis Cocker que hacía esta advertencia sabía de qué hablaba. Sentado en una carpa que lo protegía del calor veraniego de Washington DC, el líder de Pulp hablaba hace 25 años con Página/12 sobre la reciente experiencia del éxito del britpop en general y la de su banda en particular. “El tema es que el mainstream es tan mainstream que puede diluir el significado de las bandas. Por ejemplo, cuando salió el disco de Oasis estuvo en todos los diarios de Inglaterra y le preguntaban a los elencos de las telenovelas qué pensaban del álbum. Eso no era apropiado, no es de ahí de donde vino esa música”, decía el cantante.
Un poco de contexto a ese momento: en 1998 Pulp venía de publicar This Is Hardcore, un disco que exponía en carne viva la resaca del suceso de Different Class (1995). Con singles como “Common People” y “Disco 2000”, este álbum había consagrado a la banda y al propio Cocker, a quien se celebraba como el compositor más agudo del britpop. En las letras de ese flacucho con anteojos había historias de amor, sexo, frustración y lucha de clases (“Nunca vivirás como la gente común”, le escupía en el mayor hit de la banda a la chica griega que pensaba que ser pobre era cool); en la música de Pulp, el destilado de años de pop y rock consumidos en dosis industriales.
Pero entonces llegó el “secuestro” de la fama para los que hasta entonces había penado buscándola. Los tabloides británicos perseguían a Cocker en su nuevo estatus de celebridad, especialmente después de que saboteó la presentación de Michael Jackson en los Brit Awards de 1996 (el “rey del pop” estaba rodeado de una corte de niños…). Agréguese cocaína a la mezcla y se obtendrán los ataques de pánico de la letra de “The Fear”, que abría This Is Hardcore. ¿Más signos del hartazgo? “Solo estoy intentando darles eso a lo que se acostumbraron a esperar / sólo otra canción sobre madres solteras y sexo (…) Okay, ya la han escuchado antes, no es nada especial / pero es una profesión, ¿no pueden verlo? / Y yo soy un profesional”, cantaba en “The Professional”, un lado B de aquel disco. Pero fue el guitarrista Russell Senior quien dio el portazo. Silencio de radio para Pulp hasta We Love Life, al rato un compilado titulado Hits y punto final para la banda. Eso hasta 2011, cuando la formación más exitosa regresó para una gira que al año siguiente la depositó en el Luna Park.
Y ahora al presente: This Is What We Do for an Encore (esto es lo que hacemos como bis), se parafrasea Pulp para titular a la gira actual, la que el jueves 23 tendrá su parada porteña en el Movistar Arena. La frase es una suerte de respuesta a la pregunta que Cocker lanzaba en la canción “This Is Hardcore”. Ya no están ni Senior (que sí estuvo un rato en la reunión anterior) ni el bajista Steve Mackey, que falleció este año. Siguen la tecladista Candida Doyle y el baterista Nick Banks, más el guitarrista Mark Webber, firme en su puesto desde 1997, y los acompañan Andrew McKinney (bajo), Emma Smith (violín y guitarra) y Adam Betts (multiinstrumentista).
Y Jarvis Cocker, claro, que hace poco cumplió 60 años y justo antes se despachó con una autobiografía apasionante titulada Pop bueno, pop malo, que acaba de ser publicada aquí por Sexto Piso. Bueno, el cerebro de Pulp no define a su libro como “autobiografía” sino como “un inventario”, a caballo de la fabulosa excusa que encontró para revisar su existencia. La invitación a acompañarlo en la decisión deshacerse (o no) de las pertenencias acumuladas en un altillo durante décadas le permite a los lectores conocer detalles íntimos y características de la personalidad de Cocker. Obviamente, el detalle con el que describe cada artículo no sorprende si se tiene en cuenta su pluma sagaz y precisa.
De todos los objetos, quizás el más significativo se el “Cuaderno de ciencias” en el que el líder de Pulp escribió su “Plan Maestro”: “La banda se dará a conocer ante la mirada del público produciendo canciones pop, bastante convencionales, si bien algo excéntricas. Tras adquirir un estatus bien conocido y comercialmente exitoso, la banda podrá después comenzar a subvertir y reestructurar tanto la industria de la música como la música misma”. El manuscrito de Cocker fue registrado a los 15 años, cuando la banda sólo estaba en su cabeza y le faltaba más que lo vivido hasta entonces para llegar a “Common People”. Ni que hablar de que el “Plan Maestro” venía después de la descripción del “Guardarropas de Pulp”. El pop bueno es así.
Cocker tiene el tino de dejar su repaso de vivencias, chucherías y tesoros justo antes de que Pulp empiece su ascenso al olimpo del britpop (donde ya habitaban Oasis, Blur y Suede). Pero, vaya uno a saber, quizá los objetos de esos “días de gloria” habitaron otro altillo… Lo que sí se puede intuir es que para el propio Cocker no tienen un valor similar a esa tortuga de plástico que le recuerda lo lentos que son sus procesos de trabajo, al ticket de la velada en la que le entregó las primeras grabaciones de Pulp al presentador radial John Peel ni el compilado de The Velvet Underground que le abrió puertas insospechadas dentro de la música (y el pop en general: ahí figuraba el nombre “Andy Warhol”).
¿Qué habrá acumulado Cocker durante los períodos en los que Pulp estuvo inactivo? Sus discos solistas y con la banda Jarv Is no volaron tan alto, lo cual difícilmente le haya molestado al cantante. Sí, es el único de los integrantes de la banda que admite que no es “gente común” en el documental Pulp: una película sobre la vida, la muerte y los supermercados (2014). Además, a este cronista le había admitido que la frase “soy el que se queda en casa a lavar los platos” (de “Dishes”) no era del todo cierta porque… tenía un lavaplatos.
Pero en la película, que tiene como núcleo el último show de la gira de reunión (en esa Sheffield de la cual tuvo que irse para describirla como nunca) se lo ve, al comienzo y al final, cambiando con cierta torpeza una goma pinchada de su auto. El auto de un tipo común. Y las canciones de Pulp están habitadas por personas de lo más corrientes, de esas que saben de fracasos y vidas que se diluyen, y entonces se dedican “a bailar, beber y coger / porque no hay otra cosa que hacer”. Es por eso que revivirlas en vivo tendrá algo de celebración colectiva, necesaria en tiempos oscuros, y de reencuentro con el altillo de chucherías y tesoros de cada uno. Como en el final de “Bar Italia”, “allá vamos”.