Murió Horacio Malvicino. La noticia comenzó a distribuir sus cuitas en la madrugada del martes, a través de un comunicado de la Academia Nacional del Tango. “Acompañamos a su familia y amigos en este momento de honda tristeza para todos”, terminaba el saludo final para una figura singular de la música argentina, producto de una época en la que pasión y profesión se reinventaban continuamente a fuerza de transpiración e inspiración. “Malveta”, sobrenombre que le puso Héctor Gagiardi y adoptaron sus amigos, tenía 94 años.

Guitarrista, compositor, arreglador, pionero en las expresiones modernas del jazz, sesionista a 360 grados en los estudios de grabación, creador de columnas sonoras para el cine, el teatro y la publicidad, Malvicino tocó de todo y con todos, aunque su recuerdo se fija por su paso por distintas formaciones de Astor Piazzolla. Fue el mismo bandoneonista el que un lunes de 1954 lo fue a buscar a una de aquellas jam sessions que el Bebop Club tenía en la sede porteña de la YMCA, donde junto al guitarrista estaban Lalo Schifrin, Chivo Borraro, el “Mono” Villegas y algunos más de los que por entonces ponían en hora los relojes del jazz en la Argentina.

Al poco tiempo Piazzolla citó a Malvicino en el Café Electra. La propuesta concreta fue la de integrar un octeto, junto a Enrique Francini, José Bragato, Hugo Baralis, Roberto Pansera –al que enseguida sucedió Leopoldo Federico–, Atilio Stampone y Aldo Nicolini –luego reemplazado por Juan Vasallo– y el propio Piazzolla. “El Octeto Buenos Aires quería ser el desdoblamiento de los gustos tangueros de la época”, escribió Malvicino en El Tano y yo, un libro que recopila sus memorias al lado de Piazzolla. El Quinteto, el Conjunto Electrónico y el Sexteto del final, fueron otras de las formaciones de Piazzolla en las que Malvicino tuvo un lugar protagónico. “El que mejor comprendió todo lo que yo escribí es Horacio Malvicino”, dijo alguna vez Piazzolla hablando de sus guitarristas con Natalio Gorin, en el libro Astor Piazzolla – a manera de memorias.

Vida de músico

“Malveta” nació en Concordia el 20 de octubre de 1929. En la ciudad entrerriana dio sus primeros pasos con la música. A los 16 años formó un conjunto para actuar en Buenos Aires, en Radio Splendid, haciendo música hawaiana, con el bandoneonista Alberto Caracciolo, que tocaba el órgano y escribía los arreglos, y el guitarrista Héctor Besada. A Buenos Aires volvió más tarde para estudiar medicina. Llegó hasta el quinto año de la carrera, pero entre estrecheces económicas y ardores musicales, agarró la guitarra para salir por los bares. Hasta que la música se convirtió en un sustento económico, vendió diarios y corrió liebres.

Entrada la década de 1960, después de ser parte del primer quinteto de Piazzolla, Malvicino formó su propio quinteto, con Horacio “Chivo” Borraro en saxo tenor, Santiago Giacobbe en piano, Mario “Mojarra” Fernández en bajo, Rolando “Oso” Picardi en batería. Elaboración de standars, desde “Misty” de Eroll Garner hasta “Tune Up”, el tema de Eddie Vinson popularizado por Miles Davis, y música propia, daban forma a una manera de hacer jazz con una marcada impronta bop e improvisaciones abiertas. De esas aventuras en uno de los territorios estilísticos naturales de “Malveta”, quedan dos álbumes con registros de aquella época de actuaciones en Radio Municipal de Buenos Aires, editados por el sello Melopea.

Entre idas y vueltas con los conjuntos de Piazzolla, con quien grabó en unos 20 álbumes, Malvicino se convertía en un paladín de la industria musical argentina, firmando músicas de las más variadas con nombres artísticos como Gino Bonetti o El Gaitero de Texas. El más trascendental fue Alain Debray, nombre con el que el guitarrista y arreglador afinó “la tanada” de su apellido juntando Alain, por el actor Alain Delon, por entonces ícono de la elegancia francesa, y Debray, por Régis Debray, el filósofo y escritor francés amigo de Fidel Castro y Che Guevara y autor por esa época en Revolución en la revolución.

El hombre orquesta

El destino de su alter ego de Alain Debray comenzó a tejerse cuando Malvicino era director del sello Víctor. “Un día, la RCA de Francia me propone producir un disco instrumental con temas originales de toda América del Sur y que de la Argentina fueran dos tangos. Elegí ‘La cumparsita’ y ‘El choclo’ y, además, que fuera una versión más for export, europea en definitiva. Hice los arreglos y algunos detalles como reemplazar el bandoneón por el acordeón, poner algo de percusión, también los palitos esos que se usan en la música tropical, los violines al unísono y bronces. Se grabó y se envió. Era Horacio Malvicino y su orquesta”, cuenta en su libro El Tano y yo.

“Me olvidé, pasaron dos años hasta que un publicista encontró en la RCA una apertura musical para la campaña de un producto en la televisión. Fueron dos minutos y enseguida las disquerías comenzaron a pedir al sello esa versión de ‘La cumparsita’, muy solicitada por el público. Rápidamente se fabricaron discos en 45 rpm con ese tango y en la otra faz la música del film francés Zeta. La etiqueta rezaba: ‘por Alain Debray y la orquesta de Champs-Élysées’. Se editó en 26 países, fueron dos millones de unidades las vendidas pero aquí, cuando supieron que no era un francés sino un simple músico argentino, las ventas bajaron muchísimo”, continua en esa biografía publicada en 2007 por Corregidor y reeditada más tarde en la colección Testimonios, de la Asociación Argentina de Intérpretes (AADI).

Malvicino fue además presidente de AADI y entre otras distinciones en 2018 fue nombrado Personalidad Destacada de la Cultura en la Ciudad de Buenos Aires, por su trayectoria musical y su desempeño en defensa de los derechos de los músicos. Fue también galardonado en 2022 con el Premio Tagini a la trayectoria fonográfica, otorgado por la Academia Nacional de Tango.

Además de escribir la música de casi cuarenta películas, desde El extraño de pelo largo, de Julio Porter (1970), o La sartén por el mango, de Manuel Antín (1972), hasta Titanes en el Ring contraataca (1986), fue arreglador y director musical en distintas circunstancias de Sandro, Palito Ortega, Jairo, Juan Ramón, Los Chalchaleros, Maisa Matarazzo, Pedro Vargas, Antonio Carlos Jobim, Vinicius de Moraes, Joao Gilberto, Mario Clavel, el dúo Pimpinella y varios más.

Burrero e impuntual, como sabía autodefinirse, Malvicino fue testigo de una parte importante de la música argentina de su tiempo. Con “Malveta” se va un una figura irrepetible, con varios nombres, un sonido y una generosa manera de ser.



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