El 30 de noviembre, en Dubai, uno de los mayores productores de gas y petróleo del mundo, se desarrollará una nueva cumbre climática. Jefes de Estado, autoridades, periodistas, especialistas y miembros de organizaciones sociales se congregarán para discutir sobre los efectos del calentamiento global provocado por las actividades humanas. La ultramoderna ciudad de los Emiratos Árabes Unidos (EAU) albergará nada menos que a 70 mil personas que llegarán de todas partes del globo para establecer una hoja de ruta de cara a los próximos años. Incluso el Papa Francisco invitó a rezar por la crisis ecológica y asistirá con una conferencia pautada para el 2 de diciembre. Casi 200 países buscarán un consenso en un marco por demás singular: el 2023, cuando finalice, habrá sido el año más caluroso de la historia.
A diferencia de lo que sucedía décadas atrás, la conciencia en torno al cuidado del planeta obliga a los Estados a incorporar políticas activas. Las Conferencias de las Partes (COP) n° 28 cerrarán hacia el 12 de diciembre, con el objetivo de entregar un nuevo documento de compromiso. En esta edición, el lema que acompaña al evento será “Unir. Actuar. Cumplir”, y la meta de la organización es avanzar definitivamente en la descarbonización, fomentar las denominadas energías verdes y conseguir más cooperación y financiación para un futuro con mejores chances de ser habitado.
“Emiratos Árabes es muy cuestionado por ser sede de la cumbre. De hecho, el presidente de la COP es el director de la empresa petrolera de este país. Así que su doble rol ha sido bastante controversial”, observa Fermín Koop, periodista que viajará a Dubai y con mucha experiencia en el área. Refiere en su observación al Sultán Al Jaber quien, paradójicamente, se desempeña como Ministro de Industria y Tecnología Avanzada de EAU, director ejecutivo de la Compañía Nacional de Petróleo de Abu Dhabi (Adnoc) y estará a cargo de la coordinación de la cumbre.
Rumbo a un territorio desconocido
“La COP se da en un contexto muy puntual: todo indica que el 2023 será el año más cálido del que se tenga registro, con una temperatura promedio de 1.4 grados por encima del período preindustrial. No solo será récord por esto, sino también por cómo aumentó la temperatura del mar, cómo se redujo la cantidad de hielo formado en torno a la Antártida. Lo que se vive no tiene precedentes, ingresamos en un territorio desconocido”, advierte Inés Camilloni, investigadora del Conicet y referenta argentina que estará presente en la COP 28.
El acuerdo de París, que en 2015 fue signado por 195 naciones, exhibía el compromiso de limitar el incremento de las temperaturas a 1.5 grados, con respecto a la era preindustrial. Sin embargo, esa meta ya se revela difícil de cumplir: como detalla Camilloni, hay registros de que la Tierra ya se calentó 1.4 y el incremento se mantiene. A mitad de semana, el Grupo Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) compartió en la Organización Meteorológica Mundial los resultados de su último informe. La concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera, responsable del calentamiento global, batió récord en 2022. El planeta exhibe una tendencia en alza de la presencia de dióxido de carbono, metano y óxido, que mostraron un aumento del 150, 264 y 124 por ciento, respectivamente, en comparación con el año 1750.
El recambio de la matriz energética se revela crucial y uno de los principales puntos sobre los que se deberá establecer un consenso. Limitar la quema de combustibles fósiles y reemplazar la producción de energía a partir de fuentes renovables constituye uno de los propósitos que, sobre todo los países centrales y más industrializados, deberán cumplir. “Se afirma la necesidad de avanzar hacia una transición energética, pero al mismo tiempo se marca que el petróleo y el gas estarán presentes por bastantes años más. Entonces, en las reuniones se discutirá la adopción de tecnologías vinculadas a la absorción de gases de efecto invernadero”, adelanta Koop.
Quién pone la plata
Esta edición 2023 plantea objetivos específicos: acelerar la transición energética y reducir las emisiones para 2030 (triplicar la capacidad de energías renovables); financiar la acción climática (que los países desarrollados brinden apoyo a los que están en vías de desarrollo); y situar en el centro de la acción climática a la naturaleza, las personas y los medios de vida. Este último propósito se relaciona, en concreto, con poner en funcionamiento el Fondo de pérdidas y daños aprobado durante el año pasado.
Bajo esta premisa, la COP 28 no será la excepción y, según se puede suponer, la principal tensión girará en torno a las obligaciones de los países desarrollados en relación a los países en desarrollo. “Según el Acuerdo de París, había una meta para que los desarrollados den a los países en desarrollo 100 mil millones de dólares por año. Claramente no se cumplió. En esta edición, se buscará discutir una nueva meta. Argentina, por ejemplo, suele reclamar que ese número es insuficiente y que hace falta más apoyo”, comenta Koop.
Consultados por este diario, desde el Ministerio de Ambiente de la Nación plantean: “Las principales posiciones de nuestro país tendrán que ver con financiamiento y la agenda de adaptación y pérdidas y daños. Hacer hincapié en la necesidad de capitalización por parte de las naciones desarrolladas de los organismos multilaterales de crédito para que estos puedan financiar la transición y el desarrollo de los países del sur global”. El documento, compartido desde la cartera que conduce Juan Cabandié, continúa: “El 6to informe del IPCC alertó que la inversión global en acción climática debería ser entre 3 y 6 veces mayor y en la necesidad de contar con mayor integración entre las medidas de mitigación y las de adaptación”.
Uno de los instrumentos para ese acuerdo multilateral es el Fondo de pérdidas y daños, pero a la fecha los avances fueron incipientes. “Desde la Cop anterior hubo una serie de reuniones técnicas que trataron de dar nuevos pasos en la implementación del Fondo y darle un capital, es decir, que tuviera dinero. Según los últimos datos estará alojado en el Banco Mundial y luego se creará un organismo separado. La esperanza es que en esta nueva reunión se oficialice y comience a funcionar”, dice el experto.
Quedan dudas, sin embargo, con respecto a su puesta en marcha: preguntas abiertas en relación a quién pondrá la plata, cómo se desarrollará y a quién irá destinado el dinero. De cualquier manera, como sostiene Camilloni, “hay que promover más financiamiento, ya que es vital para que los países menos desarrollados puedan adaptarse”. “Adaptarse” o, más bien, sobrevivir.
China, Estados Unidos y la región
En el reparto de responsabilidades, China y Estados Unidos se llevan todas las miradas. El miércoles, los presidentes Xi Jinping y Joe Biden se comprometieron a trabajar con más énfasis en la lucha contra el calentamiento global y afirmaron que la crisis climática es “uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo”.
En paralelo, adelantaron la creación de un grupo de trabajo para cumplir compromisos específicos en el marco de lo que llaman “la década crítica” de 2020. No obstante, más allá de las declaraciones, en la práctica la articulación no es tan fructífera. “Las contribuciones nacionales están lejos de estar alineadas con el Acuerdo de París, por lo que deben acelerarse las reducciones de las emisiones de carbono y fortalecer sus compromisos hacia la transición de los combustibles fósiles a las fuentes renovables”, opina Camilloni.
Desde Latinoamérica, Brasil ya informó que presentará un plan para producir pasturas (recuperación de pastos degradados) a gran escala. A cambio, Lula planea ofrecer incentivos económicos a aquellos productores que trabajen sobre la tierra degradada. Es que, durante el gobierno de Jair Bolsonaro, el desplazamiento de la frontera agrícola y los incendios en el Amazonas se acentuaron. “Habrá una presencia bastante fuerte de Brasil, que será sede, además, de la COP 30 en 2025. Lula viajará y se espera que su país marque bastante la cancha en relación a lo que se discute”, dice Koop. Colombia y Chile presentarán propuestas de transición para reemplazar el carbón, mientras que Argentina, seguramente, se focalizará en gas natural y en las posibilidades que se pueden abrir a partir del hidrógeno verde.
Aunque hay más dudas que certezas, de algo se puede estar seguros: el planeta está en ebullición y las respuestas deben ser urgentes.