El estigma que pesa sobre quien es mujer y hace política es recurrente en la Argentina. Pero quizá uno de sus antecedentes públicos y menos conocidos se expresa en la muestra que exhibe por estos días el Museo Penitenciario Argentino en el barrio porteño de San Telmo. Aquí funcionó entre 1890 y 1974 la cárcel de mujeres regenteada por la Congregación de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor. Aquí estuvieron detenidas las primeras legisladoras nacionales: 32 mujeres que ocuparon sus cargos entre 1951 y 1955, nuestras primeras diputadas y senadoras nacionales, quienes terminaron sus mandatos en prisión.
Fueron detenidas por ser legisladoras “bajo las falaces acusaciones de traición a la patria y asociación ilícita”, señala Oscar González, el director del museo. El trabajo sobre el archivo criminalístico que conserva, con legajos históricos de todos los penales federales, permitió reconstruir el derrotero de las legisladoras detenidas en este mítico enclave penitenciario, cuyo nombre formal era Asilo Correccional de Mujeres. Aquí estuvieron detenidas desde Victoria Ocampo a “la Raulito”.
Hoy, el edificio que data de fines del XVIII, ya convertido en el Museo Penitenciario exhibe la muestra temporal titulada: “Del congreso a la cárcel, legisladoras detenidas tras el golpe del 55”. Puede visitarse, junto al resto del museo, los domingos de 11 a 15 horas, en Humberto 1° 378. Y permite apreciar rasgos de una época donde comenzaba a ser institucional, y también criminalizada, la participación política femenina.
La reacción conservadora que buscó con el golpe del ’55 terminar con todo lo que fuese popular y peronista ordenó la cárcel para estas legisladoras. “Aunque no todas eran peronistas” destaca González, un civil, abogado y periodista. Su gestión logró que el museo pueda mostrar no solo la historia del Sistema Penitenciario Federal, sino también la de “los reos”. Y en particular las historias de las detenidas.
Esta era entonces la única cárcel de mujeres en la ciudad de Buenos Aires. Y dejó de ser un penal tras la fuga protagonizada por cuatro militantes de las juventudes armadas del ’70, retratada con pericia en Operación Capeletti (Planeta, 2023). El episodio narrado en esta investigación periodística por Fernanda Ares y Patricia Somoza ocurre en 1971. Pero la fuga Amanda Peralta, Ana María Solari, Marina Malamud y Ana Papiol, por un comando de cuatro organizaciones armadas –FAR, FAP, FAL y Montoneros— es de tan alto impacto que motivó la clausura del penal en 1974.
Mujeres presas
Entre las presas ilustres hay cuatro figuras destacadas y sus fotografías presiden una de las salas: Celia de la Serna de Guevara Lynch, o “la madre del Che” (detenida en 1963); Alicia Eguren de Cooke (en 1956 y 1958); Victoria Ocampo (en 1953); y la anarquista Salvadora Medina Onrubia (en 1931).
De Ocampo puede leerse en el libro de ingresos: “Prontuario 20104: Argentina, 63 años. Viuda, alfabeta, escritora, cabello canoso, ojos pardos”. Detenida del 8 de mayo al 2 de junio de 1953. Por desorden en la vía pública de carácter político, es decir: antiperonista. En las antípodas del perfil de Alicia Eguren, esposa de William Cooke y activa representante de la Resistencia Peronista.
Delia Degliuomini de Parodi, dos veces diputada, preside la muestra de las primeras legisladoras, cuya curaduría corresponde Graciela Fusco y Vivian Elem. “Parodi fue además quien dirigió la Fundación Eva Perón cuando Evita murió”, aporta González. Y fue detenida como las demás “por ser mujeres, activistas y peronistas –añade–, aunque había algunas de otros signos políticos”, aclara.
Las presas políticas
Luego del golpe de 1955 comenzaron a llegar detenidas las legisladoras. Acusadas de traición a la patria y asociación ilícita. “Dos motivos falaces”, apunta González. Traición a la patria es un delito “pero se torna operativo cuando hay enfrentamiento entre dos países, y se traiciona cuando se trabaja para otro país” se explaya.
“Como para la Revolución Libertadora, la patria son ellos y los demás: la plebe; o como dice el Papa, los descartables, aplican esta acusación” explica. Y sobre la asociación ilícita afirma que “nunca ejercer un cargo por mandato popular puede constituir una asociación ilícita. Esto es el lawfare del ’55. Y son las mismas acusaciones que pesan sobre Cristina”, repasa sobre Cristina Fernández de Kirchner.
En los años siguientes llegaron las presas de la Resistencia Peronista –continúa González–, y luego las primeras detenidas de los movimientos juveniles setentistas. Hasta que cuatro internas “ligadas a la naciente actividad guerrillera considerada entonces subversiva, son rescatadas por un grupo comando” detalla. “Es un hecho de sangre porque ahí muere Bruno Cambareri, integrante del grupo de asalto” agrega. Y aunque las monjas resisten al operativo de rescate las presas logran fugarse en el episodio que narra Operación Capeletti.
Así termina el destino carcelario del edificio y su registro dramático bajo el ejido del Buen Pastor, la orden dedicada a la custodia de mujeres presas en América latina. “Se cierra después de la fuga porque esto demuestra que las monjas ya no estaban en condiciones de controlar a las internas –explica González– que ya no eran las presas por robo, por hurto o por homicidio. Ya estaban hiperpolitizadas y muchas eran profesionales”.
Legisladoras presas
“Que la primera camada de mujeres legisladoras de este país, no termina su período, o lo termine en la cárcel es algo que casi nadie conoce” subraya González. Su gestión busca que el museo permita conocer la historia y “que sea participativo, que esté abierto a la comunidad y en contacto con la realidad, porque un museo no es un amontonamiento de cosas, es algo vivo” explica a Página/12 mientras muestra objetos y documentos expuestos en los cuartos de clausura que luego fueron celdas y hoy salas de exhibición, en la planta baja del edificio.
“El éxito de las dictaduras le debe mucho a esa capacidad que tienen de cortar la memoria popular, interrumpen la transmisión del conocimiento –analiza-. Pero este museo reivindica a las mujeres en general y a las políticas en particular, como segmentos represaliados, porque el Estado represalia a las disidencias, por ser lesbianas, por ser políticas”, enumera.
Contar la historia
Aquí la historia cuenta que las presas políticas en los años ’30 eran anarquistas y comunistas. Del ‘47 al ‘55 fueron socialistas, comunistas y liberales. “Liberales gorilas” añade González, un guiño. Entre otras antiperonistas célebres estuvo también detenida Norah Borges (la hermana de Jorge Luis), junto con Victoria Ocampo. Fue durante el peronismo y por “alteración del orden público”.
Después del golpe del ’55 fueron detenidas aquí las diputadas y senadoras. Entre otras, Juanita Larrauri, Susana Correché de Novick, Ana Macri quien murió en 2020 a los 107 años, y Delia Parodi “por quien el salón rosado del Congreso, lleva su nombre” repasa González.
Hay otras famosas de la ortodoxia peronista como María Hortensia “Lala” García Marín, gran impulsora del voto femenino fallecida en 2015. Y llegan luego las de la Resistencia Peronista como Alicia Eguren de Cooke “varias veces detenida aquí y llevada a la cárcel de Olmos”. A Olmos y a Devoto se trasladaba a “las presa bravas”.
La presidencia de Arturo Frondizi trajo a las presas del plan CONINTES (Conmoción Interna del Estado) vinculadas a la actividad sindical. Y entre otras detenidas políticas estuvo aquí la hija del general Juan José Valle. “Susana Valle estuvo aquí tres veces detenida”, agrega González sobre la hija del militar fusilado en la cárcel de Las Heras en 1956 tras un intento de insurrección al gobierno de Aramburu. “Y su hija, la nieta de Valle, estuvo aquí cuando conmemoramos el episodio infausto de su fusilamiento”, recuerda.
Un museo que incluye al detenido
En el Museo Penitenciario Argentino Antonio Ballvé, que fue el Asilo Correccional de Mujeres regenteado por las monjas de la orden francesa del Buen Pastor, hay objetos y documentos que retratan la historia carcelaria del siglo XX. Su valioso acervo documental atesora los itinerarios carcelarios de miles de detenidos: 16.000 legajos. “Dieciséis mil historias de Netflix” bromea su director, Oscar González.
Guarda en particular las historias del Asilo de Mujeres, pero también de las cárceles federales del siglo XX, de Ushuaia a Salta. De los legajos de mujeres surgen datos comunes: entre las presas, que en su mayoría están por hurtos y robos, hay un gran porcentaje por homicidio o abortos provocados.
Cada legajo es una Historia Criminológica. La de Elisa de Veltri, de 1937 -tomada al azar- indica que pasó tres años en prisión. “Trabaja de Obstétrica y Masajista”. Realizaba abortos. Su legajo dice de su “conducta durante la reclusión” que colabora, aunque no siempre.
La historia del lugar marcó su sino. Allí se instalaron los jesuitas que construyeron la Capilla de Belén y luego los claustros y un colegio. Paradójicamente sus primeros presos fueron los propios jesuitas: diez años detenidos por un conflicto con la corona española, hasta 1767.
Esto le confirió un destino: se convirtió en cárcel de prostitutas y varones jóvenes hasta que en 1890 se transformó en el Correccional de Mujeres. “Porque a las mujeres había que corregirlas” explica González, no sin sarcasmo. Debían ser “mejoradas, a través de la oración y el trabajo”. Costura, bordado, hilado.
En una sala puede verse el piano del Asilo. Suena potente todavía aunque desafinado. Se usaba para los coros, en los “momentos de entretenimiento”, como cuando pasaban películas. Hay dos proyectores en otra sala. Son objetos que la museología recupera de sus pasados carcelarios, como las vestimentas. La de hombres, de rayas amarillas y negras. Las mujeres usaban vestido a cuadrillé blanco y negro. Y zapatos con guillermina, negros.
Un desafío para presas como “la Raulito”: lesbiana, hincha de Boca, cada domingo protagonizaba algún desorden. En los ’60, que una mujer vistiera de varón infringía un edicto policial. “Y ella no quería usar el vestido de las internas. Incluso dominaba y se peleaba con las presas bravas”, relata González.
También hay utensilios para medir el tamaño de las cabezas, acorde a la teoría lombrosiana de la mujer delincuente. Hay boticarios que exhiben frascos de farmacia. Hay pupitres, para la escolaridad rudimentaria de un penal. Hay máquinas de coser y banquetas para armar alpargatas en la “zapatillería”. Hay partes de una imprenta: llegaron a publicarse dos periódicos en la cárcel de Las Heras.
Hay dos réplicas de celdas: del Cabildo -la cárcel de la ciudad hasta 1860- y de Caseros. Y la silla de fusilamiento donde fueron muertos el General Juan José Valle y Severino Di Giovanni, también es patrimonio de este museo.