Los poemas de Luiza Romão –ganadora del Premio Jabuti, el más importante de Brasil– iluminan las violencias contra las mujeres con la urgencia de un horror que se repite. La poesía deviene un acto de resistencia, un tejido de palabras que buscan extirpar los eufemismos enquistados en la lengua. “Son interminables las comparaciones entre fuego y deseo/ amor que arde sin que se vea y cosas por el estilo/ poemitas en llamas y cosas por el estilo/ a los doce años la antonita ya manosea extintores/ con treinta y dos el ex novio de lana/ la embebió con nafta/ algunos hablaron de crimen pasional/ y cosas por el estilo”, se lee en Nadine, edición bilingüe traducida por Lucía Tennina y Luciana di Leone, publicada por Mandacaru, un proyecto editorial colectivo, feminista e independiente, autogestionado por mujeres activistas y académicas de Argentina y Brasil. La poeta, actriz y slammer paulista presentará el libro este jueves a las 20 horas en el Salón de Honor del Centro Cultural Kirchner, acompañada por Malena Romero (Slam Avellaneda) y San Ficción (Slam Zona Sur).
Luiza adora la literatura policial; por eso su primer libro de poemas traducido en el país tiene la estructura de una “narración oral” escrita en versos libres. “Desde pequeña, siempre leí muchas historias detectivescas, de esas en las que tenés que resolver algún crimen, descubrir pistas, encontrar sospechosos y armar el rompecabezas de lo sucedido”, recuerda y agrega que al mismo tiempo que le fascinaba ese tipo de narrativa también le causaba “mucha incomodidad” el hecho de que las mujeres eran retratadas en su mayoría como cadáveres; algo que se impone desde “Los asesinatos en la calle Morgue”, de Edgar Allan Poe. “O los personajes femeninos aparecen como muertos -de forma hiperviolenta y espectacularizada- o, posteriormente, son encuadrados en el perfil de ‘femme fatales’. Además, estas historias suelen terminar con la exaltación de la institución policial y del poder establecido, algo bastante conservador”, plantea la autora de los libros Coquetel motolove (2014), Sangria (2017) y Também guardamos pedras aquí (2022), con el que ganó Premio Jabuti.
Durante las investigaciones que realizó para la maestría en Teoría Literaria y Literatura Comparada por la Universidad de São Paulo entró en contacto con el libro Anaesthetics of Existence, de la escritora estadounidense Cressida Heyes. “En uno de los capítulos, ella discute la especificidad de los casos de violación en los que la víctima está inconsciente; a partir del concepto de cadaver chic, muestra cómo existe una economía visual patriarcal que asocia el cuerpo inconsciente con el atractivo sexual, informando las normas de feminidad y deseo masculino. Me sentí muy atravesada por ese texto”, revela y afirma que Nadine surgió del intento de elaborar esa lectura y retomar a contrapelo cierta tradición de historias de investigación. “El libro cuenta la historia de una joven asesinada que, aunque difunta, busca desentrañar su propio femicidio. En este sentido, el poema inicial me vino de una sola vez: es Nadine quien toma la palabra; es en el intercambio y la convivencia con sus aliados vivos (sus vecinos) y muertos (Lana Juárez) que reconstruirá lo sucedido”.
“Sin los slams y los saraus, yo no sería poeta”, reconoce Luiza y cuenta que descubrió estos movimientos en 2013. “Cuando conocí las batallas de poesía, la pasión fue total y avasalladora”, admite la poeta nacida en 1992 en Ribeirão Preto, en el estado de São Paulo. Pronto empezó a circular de un rincón a otro de la ciudad, participó en performances con micrófonos abiertos en plazas públicas y publicó libros. “Para mí es imposible separar la palabra del sonido, la poesía del gesto. Incluso cuando escribo en la computadora, mis dedos se mueven al ritmo de mi respiración. Escribo hablando; es como si la palabra escrita necesitara de aliento y saliva para venir al mundo”, compara la poeta y dice que en ese mosaico de voces escucha el eco de las mujeres de su familia, los personajes que saltan de los libros (como Casandra, Andrómaca y Polixena) y las canciones que sus padres le inculcaban escuchar desde niña. “Me llamo Luiza por la canción de Tom Jobim y mis hermanos se llaman Chico, Caetano y Bethania”, confiesa esta poeta que investiga el hibridismo entre poesía, performance y video.
-Ese “muertas del mundo uníos”, hacia el final del poema “Nadine”, es un llamado a todas las mujeres que debemos lidiar con los cuerpos de las mujeres asesinadas. ¿En qué aspectos te parece que la poesía puede contribuir a iluminar la violencia, el maltrato y los femicidios?
-Frente a la brutalidad del mundo y la opresión de género, la poesía puede perturbar el estado de anestesia y apatía y proponer otras formas de representación y denominación, ya que el lenguaje es uno de los locus de fijeza y reproducción de la violencia. Por ejemplo, apenas este año, el 1 de agosto de 2023, el Supremo Tribunal Federal (STF) de Brasil prohibió que el argumento “legítima defensa del honor” fuera utilizado para justificar y absolver a hombres condenados por femicidio. ¡Estamos hablando del 2023! De una idea-tesis que se perpetuó durante décadas en el vocabulario jurídico brasileño y que, junto con expresiones como “crimen de amor” o “crimen pasional”, autorizaban la violencia de género.
-¿Cómo resuena hoy en un mundo en guerra el primer verso de tu poema “Ifigenia”: “la literatura occidental comenzó con una guerra”?
-El estrago provocado por el colonialismo es gigante. No por casualidad, la literatura occidental elige como piedra de toque, como fundamento de su marco teórico, poético y político, el relato de una masacre. Cuando leí la Ilíada, me quedó ese asombro y el horror: ¿es en serio que esa historia tan sanguinaria es el canon de los cánones? ¿Y sentará las bases de lo que todavía hoy se entiende por filosofía, democracia y humanidad? Estas son algunas de las preguntas que planteé en Também guardamos pedras aqui (mi tercer libro de poemas), pensando en cómo las tecnologías de la muerte presentes en el poema homérico continúan perfeccionándose a lo largo de los siglos, causando tanto dolor y sufrimiento, especialmente en los pueblos del sur global.
–¿Cómo viviste los cuatro años de gobierno de Jair Bolsonaro?
-Los efectos del bolsonarismo comenzaron mucho antes de las elecciones y del gobierno de ultraderecha. Desde el golpe orquestado contra Dilma Rousseff, el arresto de Lula, la criminalización de los movimientos sociales, vivimos el ascenso del fascismo con sus discursos y expresiones de odio. Era algo que se sentía en las calles, en el desmantelamiento de políticas públicas, en persecuciones y patrullajes ideológicos. Durante el período electoral de 2018, éramos Casandra, anunciando la destrucción que sucedería si se elegía esa agenda. Intentábamos el diálogo mostrando datos e informaciones con bases científica y aún así prevalecieron las fake news. El resultado fue mucho peor que cualquier pronóstico: cuatro años de horror, agravados por la falta de gestión en la pandemia de Covid-19 que provocó la muerte de más de 600.000 brasileños y brasileñas. Desafortunadamente, nos llevará mucho tiempo elaborar este trauma.