No más canciones de amor
Vayas donde vayas, ahí están. No importa si se trata de un shopping copetudo, de un café pretencioso o de una fonda de cuarta. Lo que suena en el aire es una canción de amor. Mejor, peor, horrible, espantosa… no importa eso. Es una canción de amor. Y no sé a usted, estimado lector, pero en lo que a mi respecta, me tienen podrido.
No es que no sea un romántico. Y aunque lo fuera. Tanto amor ya aburre. Tanto amor, lo único que genera, es decepción. Si. Decepción. Porque todas las canciones de amor son un modelo de decepción romántica.
Están las clásicas: son las que tienen metáforas que incluyen al brillo del sol, la luz de la luna, una noche bajo las estrellas y un fundido a negro en el momento del acto amoroso.
Están las más caribeñas y modernas, que ya incluyen besos, caricias, rosas, bombones, champán, pero nada explícito. Y a un costo en rosas, bombones y champán que excede el amor del bolsillo promedio.
Luego están las más modernas, que además de horribles, ya no tienen ni siquiera una metáfora y tan solo rimas consonantes: “Te quiero, quiero ser el primero, por eso te quiero, porque sin vos me muero, y agárrame el costurero y pa la pieza te llevo”. (¡En tu cara, Benedetti!)
Otro tipo de temática es la del amor que no va más, pero sigue rimando: “No lo entiendo, te estaba queriendo, y estamos rompiendo, no nos estamos viendo, adónde estoy yendo, me estoy repitiendo, cómo extraño el Nintendo”. (¡Chupate esta mandarina, Neruda!)
También está la canción de separación amorosa enojada, devenida del pimpinelismo al trap urbano consonante: “Me dejaste, conmigo no te casaste, creés que ganaste, pero conmigo te ensartaste, ahora vas a ver el contraste, ahora me trastornaste, y me blablaste y saraseaste, aste, aste y ojalá ahora te sientas para el traste”.
Y el que se siente para el traste es el que tiene que escuchar semejante bodoque de palabras unidas que significan, exactamente, NADA. NADA DE NADA.
Otro tipo: la canción sin oración. Ejemplo: “Amor, dolor, calor, ardor, mejor, amor, oh, or, amor, oh, or, calor, dolor”… Así hasta que el oído sangre y el yunque y el martillo se suiciden.
Estamos en una época en la que hasta se ha dejado de lado la picardía del doble sentido. Ya nadie canta “Cuidado con la bomba, Chita”, o “Mueve tu cu cu”. No. Ahora van al grano con letras supuestamente erotizantes del estilo: “Estábamos humectados, muy excitados, en el momento sagrado, el lugar indicado, tu ropa se ha manchado, la mia se ha mojado, y al final de cuentas, fui yo el que pagué el helado”. (¡Tomá Spinetta, pa que tengas!)
Yo creo que debería haber una comisión mundial de aprobación de nuevas canciones de amor.
Si la canción contiene más de 3 veces la palabra “amor”, se rechaza. Si la canción no posee al menos UNA metáfora original, se rechaza. Y ni hablar si la canción se parece a las 325 canciones de amor que ya publicó el mismo autor. Rechazo inmediato.
Y no importa ni el género musical ni el país de origen. Porque “I love you” debería ser una frase totalmente desterrada de las canciones. Y que sea Heavy Metal en inglés no la salva de ser una cursilería exactamente igual a una canción de dance-tecno germano-polaca-vietnamita K pop.
¿Cómo es el sistema que propongo para que tu canción de amor sea aprobada? Pues bien: Para que se apruebe debería incluir, al menos, dos palabras no usuales en las canciones de amor. Ejemplo: colonoscopia, constitucional, alcaucil, trepanosoma, bondiola, isobara, rectificación, desguace, ripio, anarcocapitalismo, papagayo, sandía, traqueotomía, yarará, Mazzinger, Frankfurter y/o gofio.
Si tu canción incluye dos de esas palabras, recién entonces será analizada. Porque además, deberán estar en un contexto razonable. No será válido, por ejemplo, decir: “Frankfurter, paredón y después”. No. Tiene que tener una lógica sintáctica, morfológica y romántica.
Entonces tendríamos una canción que podría decir: “Yo sé que sos mi Frankfurter, pero debo dejarte vida mia, o terminaré con una colonoscopía”. En cambio no pasará la prueba una canción que diga: “Bondiola, Saviola, Fernet con Cola, una isobara sola con una yarará en la gola”. No tiene sentido. No se aprueba.
De cualquier manera, no sé para qué me preocupo. Es una batalla perdida. El 99% de las canciones seguirán siendo de amor. ¿Por qué? Porque el amor vende canciones con las que los soldados después van a la guerra.
Y no, mi amor. No es un remate gracioso, mi amor. Ya lo sé, mi amor. Chau, mi amor.