Desde Córdoba
“¿Por qué siempre volvemos por más que nos persigan, nos torturen, nos silencien o nos desaparezcan? ¿Por qué estamos acá y vamos a seguir estando? Porque militamos el amor hacia el otro y nos reconstruimos desde ahí una y otra vez. No desde el odio o la intención de eliminar al otro sino desde el amor; hubo una generación que dio su vida por el otro”. Eso expresó Maximiliano Luna al inicio de la presentación de Las cartas del Capitán (Editorial Octubre), libro que Hugo Soriani –director general de Página/12– presentó este martes en el auditorio del Concejo Deliberante de Río Cuarto junto a Nora Veiras, en el marco de la 19° Feria del Libro Juan Filloy.
Tanto Veiras como Luna destacaron la relación entrañable entre padre e hijo como uno de los elementos más valiosos que el libro manifiesta, aún a pesar de las divergencias ideológicas entre ambos. Uno capitán retirado del Ejército; el otro militante activo y preso político que pasó por varias cárceles: Magdalena, Rawson, Caseros, Devoto. El moderador señaló que uno de los principales objetivos de la dictadura cívico-militar fue destruir el tejido social; la militancia se propuso reconstruirlo. “Somos faro en el mundo por nuestro proceso de construcción de memoria, verdad y justicia. Profundizar la democracia siempre será la salida, ya salimos una vez del peor horror”, reflexionó Luna.
Veiras presentó este libro junto al autor en la última edición de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, así que en esta oportunidad planteó algunas preguntas casi a modo de entrevista. Después de ubicar a Soriani como “representante de una generación diezmada en Argentina” y definirlo como “una cantera inagotable de anécdotas”, la directora periodística de Página/12 repasó el origen del volumen: las cartas fueron inicialmente materia prima para las contratapas.
¿Cómo fue el hallazgo de esas cartas luego de la muerte de su madre? El autor remarcó que “esta no es una obra individual porque hay una voz colectiva” y señaló a varios compañeros de militancia presentes en el auditorio. “Más que un tipo de derecha, mi padre era antiperonista“, declaró sobre quien –a pesar de las numerosas diferencias– jamás lo abandonó ni dejó de escribirle. “En la figura de mi padre quiero homenajear a todos los familiares que nos acompañaron en esos años y pasaron un calvario“.
Soriani fue detenido durante la colimba y encerrado en la prisión militar de Magdalena; en esa época su padre lo visitaba y en la semana le escribía cartas. Algunas llegaban; otras no. Las que no llegaban muchas veces eran devueltas a las familias (por eso hoy las tiene en su poder); las que sí eran rigurosamente requisadas y llegaban con sobre abierto, pero el autor todavía recuerda la algarabía que sentía cada vez que veía aparecer una por debajo de la puerta en aquella situación de encierro y en condiciones tan precarias. Después estaba obligado a leerlas apurado, con un gendarme vigilándolo a pocos metros. “Cuando encontré esa caja llena de cartas en la casa de mi madre, me senté en el sillón a leerlas para poder resignificarlas“, confesó.
La correspondencia no podía incluir información sobre política o sociedad, entonces traía noticias del barrio o los últimos resultados deportivos. Soriani padre solía jactarse frente a su hijo de conocer al monstruo desde adentro y le decía que no podía imaginar lo que los militares serían capaces de hacer. “Creo que ni siquiera él imaginó tamaño genocidio”, reflexiona hoy el autor. También recordó cómo su padre valoraba la “firmeza de carácter” y algo que su madre le confesó antes de morir: él sufría el hostigamiento del círculo militar por tener un “hijo guerrillero”, pero frente a sus colegas solía defenderlo alegando que su generación había construido “un país de mierda para sus propios hijos”.
A lo largo de la charla se relataron varias anécdotas de la cárcel: las lecturas random, los debates con los testigos de Jehová que vaticinaban el Armagedón, los encuentros con Menem (preso VIP) en los pasillos de Magdalena, la vez que llegó un frasco de dulce casero riojano a la prisión o el mate con el tubo de Odorono que su padre replicó para sentirse más cerca de él (otra confesión de su madre). “Esa anécdota que parece chiquita muestra como pocas lo que fue esa relación”, subrayó Veiras, quien pidió que contara aquel episodio.
También se recordaron los momentos más luminosos y la liberación en el marco del retorno democrático. Soriani leyó un fragmento de su libro anterior, Los días eran así, a modo de homenaje hacia sus compañeros y luego se estrecharon en un abrazo. Hubo pañuelos, lágrimas, emoción y aplausos. Además, algunos familiares de detenidos-desaparecidos leyeron en nombre del pueblo de Río Cuarto una carta dirigida a Antonia Cisneros, una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo que participó en la primera ronda. Al cierre habló su hija para recordarla en el aniversario de su muerte y se repartió un poema que Antonia escribió para su hijo desaparecido, Ignacio “Corcho” Cisneros. El auditorio recitó los versos de pie como si se tratara de un mantra o un rezo colectivo: “Siempre los buscaremos, en el aire polvoriento del camino (…) Allí donde un hermano sufra ese duro vivir de la pobreza injusta, allí te encontraremos”.