Sin filtro. La frase puede parecer una efímera publicidad de cigarrillos, pero en este caso tiene que ver con algo más profundo: cómo piensa Sofía Gala Castiglione. La actriz, cada vez más presente en la gran pantalla, no busca coincidir con el periodista en una entrevista, mucho menos ser condescendiente. Tampoco le tiembla el pulso si tiene que polemizar y sentar posición. No debería llamar la atención, pero Gala Castiglione habla lo que piensa y dice lo que siente. Pero siempre con sensatez. Lo mismo ocurre en el diálogo con Página/12 ante el inminente estreno de Reina animal, la película de Moroco Colman, en la que la actriz encarna a Reina, una joven que, por las noches, vende carne robada en las desoladas calles de la zona roja de Córdoba. Luego de sufrir un violento asalto, Reina busca conseguir un trabajo estable que le permita sobrevivir. Le pide a su primo un puesto en el matadero, donde lo oscuro no solo está en la noche sino también en ciertos negocios que descubre. El film -que tiene la particularidad de ser la primera producción de ficción nacional sustentable- se estrena este jueves en salas.

Tuve que dejar de ver las escenas del matadero”, le dice el cronista a Sofía Gala, que señala: “de eso se trata. Me alegra que no hayas podido ver ciertas escenas porque es muy interesante e importante que las películas y el arte dejen de mostrar solo lo que la gente quiere ver porque eso es entretenimiento, es arte complaciente. Y está matando todo, con lo políticamente correcto y el tratar de conformar a todo el mundo. Entonces, contemos la historia así, pero que le caiga bien al rebelde, a la vieja, a este, al otro… Nunca terminamos hablando desde un lenguaje real y propio sino cada vez más hablamos en base a ver si a los demás les va a gustar, lo van aceptar o se van a ofender. Cada vez que hago algo prefiero que salgas ofendido, odiado, asqueado, encantado, lo que sea pero nunca que salgas complacido. Si no, hay que mirar Tinelli, que está todo bien, pero es entretenimiento. Por eso me alegraba de que no lo hubieras podido ver porque también el modificar y trascender tiene que ver con que la película te provoque algo y te vayas a acordar o salir movilizado. Es súper importante y no me alegro por una cuestión de rebeldía sino porque de eso se trata el arte. Y cada vez hay menos”.

-¿Cómo te pegó vivir ese momento en el matadero?

-Me pegó mucho más cuando lo vi en cine que en el momento en que lo hice. Siento que en el momento que lo hice quedé en un estado de shock muy fuerte y tuve que contener algo para poder seguir trabajando porque son escenas bastante largas y de acción las de adentro del matadero. Mi hija es vegetariana desde los 9 años por elección y estaba con mucho interés por saber, mi hijo más chico también. Y cuando les comencé a contar, empecé a caer dónde había estado y lo que había pasado. Obvio que fue muy fuerte.

-¿Cuál es tu postura sobre el maltrato animal?

-Más que sobre el maltrato animal, mi postura tiene que ver con la industrialización de todo. El maltrato en cualquiera de sus formas hacia los animales es un bajón, pero particularmente la industrialización de los animales que consume el ser humano desde las vacas, los pollos y la manera en que son asesinados en serie y cómo son maltratados me parece de una crueldad terrible. No sé cuál sería otra postura. ¿Quién estaría favor del maltrato animal?

-No a favor, pero hay gente que es indiferente…

-La gente es indiferente porque ve que uno termina consumiendo lo que Reina trafica. Es la carne perfecta, cortadita, rica, roja. O el asado cocinado, servido con papines. Entonces, uno no tiene la conciencia de dónde viene eso y cómo llega a ese plato. Culturalmente, así es como es recibido y presentado. Y nunca vemos los pasos anteriores. Esto te habla un poco de la industrialización, de la falta de conciencia y de cómo te muestran una situación totalmente aséptica, que es lo que vos recibís, cuando en realidad pasan un montón de cosas sanguinarias, violentas.

-¿Qué opinás de los que creen que los animales son especies inferiores?

-Lo mismo que creo de los que piensan que a los niños por ser niños hay que subestimarlos y no tratarlos como iguales. No hay seres inferiores. Esa es una cosa muy jerárquica y de un razonamiento humano y cultural que no tiene nada que ver con la realidad. Ni siquiera aunque te lo comas, el animal es inferior a vos. Ningún ser es inferior a otro. Justamente, lo que los hace volverse inferiores, en algún punto, para nuestra mirada, es justamente la manera en que nos manejamos con los otros seres: el nivel de maltrato, el nivel de sadismo con el que nos movemos con respecto a todos los seres, incluso entre nosotros mismos. El ser humano es la única especie cuyos integrantes se pelean entre sí, no por alimento y por supervivencia, sino por intereses de otros, que no son ni siquiera los suyos. Si hay algo inferior en la cadena alimenticia tiene más que ver con nosotros que con los demás. Somos los más carentes y por eso necesitamos tanto y por eso nos da tanto miedo lo distinto ya sea un animal de otra raza, ya sea un bebé, ya sea un puto o una mujer. Lo que es distinto y nos saca de nuestro globo de ideas nos da miedo, es atacado, maltratado y castigado por “inferior”. Pero es un mambo humano que no es la realidad sino que es ese mundito donde vivimos solamente los humanos, donde no entra más nadie que nosotros, con reglas absurdas. Es un disparate. Si me pongo a pensar así, es como que la mente se me empieza a desarmar en muchos pedazos y me resulta muy ridículo. Estamos muy perdidos como humanidad.

-¿Cómo te resultó el rodaje, teniendo en cuenta que Reina animal es la primera producción argentina de ficción sustentable?

-Muy interesante y también es importante que se pueda hacer eso. Son pequeñas cosas en un momento necesario de cambios de hábitos desde un montón de lugares posibles porque la verdad es que siendo una película sustentable no hubo menos de nada. O no hubo situaciones más incómodas o donde la gente se haya tenido que poner en riesgo o pasarla peor de lo que la pasaría en cualquier rodaje convencional. Entendí que se puede trabajar cuidando esto un poco más. Llegaban a la tarde todas las personas que venían recolectando desde las cajas hasta los platos de plástico de lo que habíamos comido hasta los pedazos de guión que ya no servían más y muchas otras cosas. Y se los reciclaba y convertía en otra cosa. Fue una experiencia súper interesante y el hecho de que funcione me da la pauta de que existen muchas maneras de ayudar o de no destruir tanto cada vez que se nos ocurre hacer cosas y poder hacer lo que queremos y que sea óptimo y que salga bien.

-¿Crees que es un tema pendiente en la sociedad el cuidado ambiental o notás una mayor concientización?

-Noto una concientización, pero me parece que es un tema pendiente a nivel global, industrial.

-Y a nivel político, ¿no?

-Exacto. La concientización va más por el lado individual. Hay más gente que está teniendo más conciencia de lo que hay que comer, no tirar cosas a la calle… Cosas pequeñas que cada uno puede hacer desde su lugar. Pero la verdad es que en la situación en la que estamos, el cambio tiene que ser global. ¿Viste cuando te dicen: “Vos sos es el responsable”? No. La verdad es que, aunque todos dejemos de tirar cosas en la calle, las cosas no van a cambiar si las grandes empresas siguen contaminando las aguas, siguen matando animales mucho más de lo que se necesita para comer. Por ejemplo, el tema de la nafta: ¿Por qué siguen vendiendo autos a nafta si ya hay autos eléctricos? Hay cosas en las que ya incluso hay soluciones y no se concretan por intereses económicos. Podés tener toda la plata del mundo pero si no tenés dónde gastarla porque el universo se está prendiendo fuego no sirve para nada. Hay una concientización más individual. Y el cuidado ambiental es un tema pendiente a nivel global y a nivel industrial. Todavía no se está poniendo en marcha realmente. Y se nos viene encima. Los veranos con cada vez más calurosos, con pocas lluvias…Me impresiona lo notorio que se vuelve cada vez y la poca actividad o el poco interés de resolverlo de los que realmente tienen que hacerlo, que son los que manejan el mundo, no el pueblo. Nosotros no somos los que contaminamos el mar o los que deforestamos el planeta. Entonces, eso me molesta un poco: siempre pareciera que los culpables o los que tienen la solución fueran las personas cuando, en realidad, los que manejan todo son industrias y empresas que están explotando y que tienen la posibilidad de no hacerlo y de mejorar las cosas.

-Dijiste que no te gusta el arte complaciente. ¿La idea es que los espectadores puedan salir del cine planteándose cosas, abrir cabezas?

-Yo hablo de un método general. Justamente, el arte no es complaciente. Es entretenimiento o es otra cosa. No digo que siempre tengas que salir afectado o asqueado de una película, pero sí hay que salir modificado. Ahí se termina de formar el concepto de lo artístico, en algún punto. Por ejemplo, al escuchar una canción podés notar perfectamente cuándo te entretenés y bailás la pachanga y cuándo de golpe te atraviesa los huesos, la percepción y la vida y te hace pensar en cosas o te abre la cabeza. Es muy notorio cuándo algo te impacta y te modifica, y cuándo simplemente es algo que está bien, está bueno, es divertido, te deja conforme, no tenés nada de qué quejarte, dijeron lo que vos querías decir, escuchaste lo que querías escuchar, no hay nada políticamente incorrecto. Hay tanta corrección política que creo que este es el momento en que menos libres somos. Por lo menos, desde mi lugar, las cosas que agarro son simplemente porque me suceden a mí y trato de que me modifiquen, de que me cambien algo, ya sea que me den rechazo o repulsión o lo que sea, pero que haya una modificación en mí, que me hagan pensar, que me hagan tener otro punto de vista. Eso es lo que busco desde mi lugar con cada cosa que hago.

-Te tocan personajes muy diferentes. ¿Qué buscás en ellos a la hora de participar en una película?

-Es importante ver si me interesa atravesar esta historia que voy a contar, si estoy preparada, dispuesta o apta para poder entrar y realmente comprometerme con el personaje que estoy haciendo. Pero principalmente necesito que me provoque algo, que me mueva el piso. Y después, lo demás que pueda llegar a suceder es un premio, un regalo y está buenísimo lo que les pase a los demás, cómo termina saliendo la película o la obra en particular. Pero lo que más me interesa es que me conmueva, que me pase algo, que me haga pensar, que no me deje igual que antes, que me cambie.

-Dijiste que la fama no te interesa, pero que tampoco te importa el prestigio. ¿Por qué?

-Porque el prestigio no es propio. Te lo dan los demás. Y creo que es también un condicionante: “¡Uy! Se ganó un montón de premios” o “Es así o es asá”. A veces, los actores,o los directores logran tener un nivel de prestigio que después los condicionan a la hora de elegir qué hacer y qué no hacer. Y eso hace que tomen menos riesgos. Me gusta ser totalmente libre en las decisiones que tomo y ni por un segundo pensar: “Che, voy a hacer esto. ¿Y si es una cagada y yo me gané la Concha de Plata?”. No quiero pensar así. No me pertenece. En todo caso, el prestigio te lo da la prensa, los trabajos que elegís, los premios que ganás, pero no es algo tuyo. Eso es lo que me pasa. Me encanta que alaben mi trabajo y que les guste a los demás. Ni en pedo reniego de eso, pero no quiero que eso me condicione para hacer o dejar de hacer nada. Quiero ser libre.

La derecha que asusta

Sofía Gala Castiglione opina sobre la realidad del país: “Estoy preocupada, estoy asustada. Más en este momento. Siento que está todo muy delicado y a punto de explotar. Esa es la sensación más clara que tengo y me da miedo. Veo a la gente sin trabajo, con hambre, quejándose, enojada, violenta. Habría que ser ciego para no verlo. No estamos en un buen momento”, afirma.

-¿Crees que un posible gobierno de ultraderecha podría revertir conquistas como, por ejemplo, la ley del aborto, o para vos con las conquistas sociales ya no hay manera de volver atrás?

-Cualquier gobierno de ultraderecha en cualquier lugar del universo busca dejar gente afuera todo el tiempo. Los gobiernos de ultraderecha hablan para unos pocos. En general, nunca para el pueblo sino para las empresas, para las industrias. Siempre creo que cualquier cosa extrema -y más extrema para la derecha- es totalmente dañino. Y estoy muy asustada y preocupada.



Fuente Pagina12