El hombre que veneraba el pasado traducía con el oído. Lin Shu, el primer traductor del Quijote al mandarín, no sabía español ni inglés, pero tradujo las peripecias del “caballero de la triste figura” escuchando lo que un ayudante le iba contando de las tres versiones en inglés. En 1922, más de trescientos años después de la edición de la primera parte de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, se publicó Historia del Caballero Encantado, la primera traducción de la emblemática obra de Cervantes en China. “En La Mancha había un lugar, un lugar cuyo nombre no es preciso que mencione, a medias situado entre Aragón y Castilla. En aquel lugar vivía un hombre apegado a las antiguas tradiciones que gustaba de usar lanza y adarga, caballo veloz y perro cazador”. Así comienza este Quijote “al uso chino”, que anda entre monjes y cheng yü (los refranes chinos), y que un siglo después se publica en español, traducido por Alicia Relinque para el sello Mil Gotas, la única editorial argentina específicamente dedicada a la literatura china.
Traducir con el oído
Lin Shu nació en 1852 en el seno de una modesta familia de comerciantes en la provincia de Fujian, con vínculos comerciales y familiares en Taiwán. Aunque no procedía de una tradicional familia de letras, se dedicó al estudio de los clásicos con algunos profesores y completó su educación de forma autodidacta. Leía con avidez todo lo que caía en sus manos. En 1897 murió su esposa y, para arrancarlo de la tristeza en la que estaba sumido, su amigo Wang Shouchang lo convenció para que tradujeran juntos La dama de las Camelias, de Alejandro Dumas hijo. Lin Shu no conocía ninguna lengua extranjera; por eso siempre traducía en colaboración con otros. “No conozco lenguas occidentales, ello me obliga a tener junto a mí a dos o tres caballeros del ámbito de la traducción que me cuentan con la boca las palabras [escritas]. Mis oídos las reciben y mi mano las sigue. Cuando cesan sus voces, el pincel se detiene. En un día, con cuatro horas de trabajo consigo escribir seis mil caracteres”, explicaba el traductor y reconocía que sus traducciones, “plagadas de errores que no se tienen en cuenta”, fueron aceptadas por los hombres ilustres de China.
El más prolífico colaborador del traductor chino del Quijote fue Chen Jialin, del que se conservan pocos datos, como aclara la traductora Alicia Relinque. Se sabe que nació en 1880 en Zhili, cerca de la actual Tianjin, que se licenció en la Academia Naval de Beiyang y que estudió Literatura en las universidades de Cornell y Oxford. Entre sus propias traducciones se destacan una antología de obras de Anton Chéjov y una versión de Dr. Jekyll y Mr. Hyde, de Robert Louis Stevenson. Su colaboración con Lin Shu comenzó en 1909 y se prolongó hasta 1924, año en que murió el traductor de Historia del Caballero Encantado, cuyo título original es Moxia Zhuan. Durante esos quince años tradujeron más de 50 obras conjuntamente de autores como William Shakespeare, Honoré de Balzac y León Tolstói.
“La verdadera traducción es aquella que se hace desde un no saber. Desde la incerteza. Desde la falta. Desde la ausencia. No hace falta aclarar que no hablo mandarín clásico, no es necesario: puedo afirmar sin dudas que no hay mejor traducción de Cervantes al chino que la de Lin Shu”, pondera el escritor y editor Damián Tabarovsky en el prólogo de Historia del Caballero Encantado. Tabarovsky menciona otros casos de “alcances extraordinarios de la mala traducción”, como el de Ferdydurke, la novela del polaco Witold Gombrowicz que se tradujo en el bar Rex de Buenos Aires, con Gombrowicz traduciendo en voz alta del polaco a un castellano aproximativo, para luego ser reescrito a “un español deforme” por un conjunto de escritores argentinos, más uno cubano, Virgilio Piñera.
Un Rocinante fuerte y orgulloso
Si Lin Shu no sabía español y no conocía ninguna lengua extranjera, ¿qué papel cumple el malentendido en esta versión china del Quijote? Diego García, escritor y profesor especialista en estudios chinos, director editorial de Mil Gotas, aclara que es “más útil” hablar de marcos de interpretación diferente que de malentendido. “En Historia del Caballero Encantado Lin Shu agregó o quitó elementos del Quijote de Cervantes, según su interpretación de la obra. No le parecía que un caballero tuviese un caballo flacucho y débil, así que hizo un Rocinante fuerte y orgulloso. También eliminó toda referencia a (Cide Hamete) Benengeli, el historiador musulmán que habría contado la historia del Quijote. Acaso creyese que esa vuelta satírica y metaficcional no le agregaba nada a lo que él leía, básicamente, como una historia de caballería”.
Para el director editorial de Mil Gotas, Historia del Caballero Encantado “es una expresión de la modernidad china, del nacimiento de una industria cultural de masas, del interés del público chino por ponerse al día con las novedades de Europa”. García recuerda que Lin Shu también tradujo a Shakespeare, Tolstói, Dickens, Dumas y Montesquieu, entre otros autores europeos. “Muchos no eran novedades en Europa, pero sí en China. Su traducción para la venta comercial, no como objetos de cultura erudita, da cuenta del interés del gran público chino por lo que se leía en Europa para entender lo que pasaba en esa parte del mundo que producía las grandes innovaciones de la época. La traducción del Quijote y de tantos textos europeos es un episodio del desensimismamiento de la cultura china que estaba teniendo lugar en esos años”, analiza el responsable argentino de Mil Gotas, editorial que surgió como una iniciativa de la librería Mil Gotas, fundada en Beijing en 2016, que es dirigida por argentinos y es la única librería de toda China que vende libros en español.
Un guerrero que domina las artes marciales
“En China hay una larga tradición literaria que se parece a lo que nosotros llamaríamos ‘novelas de caballería’ -plantea García-. No lo sabemos con exactitud, pero es muy posible que estos relatos hayan sido una referencia para Lin Shu cuando tuvo que entender qué tipo de libro era el Quijote”. El director editorial de Mil Gotas destaca que la presencia de los cheng yü (refranes chinos) es “una gran operación de significación del Quijote” y que cada vez que aparece uno de ellos “el texto tiene un tono chino completamente familiar para el lector chino”, y lo compara con las traducciones del chino de Miguel Ángel Petrecca, “donde los personajes por momentos hablan en un perfecto español rioplatense”. Los cheng yü, precisa el director editorial de Mil Gotas, son estructuras retóricas, “frases de cuatro caracteres que tienen un sentido específico, similar a un refrán, y que sólo se entienden si se conoce el contexto al que refieren, que suele ser historias míticas de China”. Revela que funcionan como si, en medio de un discurso escrito o hablado, se dijera “a cada chancho le llega”… “Para entender ese fragmento de refrán hay que conocer la frase completa -a cada chancho le llega su San Martín- y saber que ‘llegar su San Martín’ refiere a que llega el día de la fiesta del santo San Martín de Tours en el que se matan los chanchos para comerlos”.
El Quijote chino es “menos loco y más romántico”, un guerrero que domina las artes marciales y tiene una conducta caballeresca. El maravilloso oído de Lin Shu reinventó a un clásico de la literatura universal.