¿Alguien puede alegar sorpresa? La decisión de Patricia Bullrich de apoyar a Javier Milei en el balotaje era esperable y tiene lógica. La campaña y el discurso de la candidata -incluso, se podría decir, la razón de ser de lo que fue Juntos por el Cambio- fueron producto del clivaje “K vs. anti K”. La mirada que representa Bullrich parece sólo ver eso, como si mirara a través de esas anteojeras infrarrojas que reducen la realidad a una sola dimensión. Desde el momento en que obturó lo que pasó en -por lo menos- los últimos cuatro años para poder decir que Massa es el kirchnerismo, Bullrich caminaba derecho a esa decisión.
Claro que obedecer a esa lógica tiene un costo alto. Para empezar, encendió la mecha del incendio interno de JxC y también del PRO, una implosión que conspira contra la posibilidad de seguir construyendo una alternativa política desde ahí. De paso, confirmó lo que la campaña ya había dejado ver, que no por nada Bullrich corría el riesgo de aparecer como la “segunda marca” de Milei y que Mauricio Macri no tenía uno sino dos candidatos. A propósito de Macri, el ideólogo y el promotor del acuerdo, habrá que ver cómo, cuándo y a qué precio hace público su apoyo. Y cuál fue su cálculo, porque si para aliarse con el candidato de La Libertad Avanza decidió romper la coalición que en 2015 lo llevó a ser presidente, alguna expectativa de ganar debe tener.
Aunque en abstracto el acuerdo para el balotaje entre el segundo y el tercero de una elección debería ser una mala noticia para el que salió primero, en concreto y por ahora a Sergio Massa le permite ilusionarse con lo contrario. Hoy el candidato de Unión por la Patria puede subir solo al escenario y hablar de “unidad nacional”, con las tensiones del peronismo acalladas detrás del telón, mientras su rival se muestra como parte de una serie de batallas internas expuestas a cielo abierto (por suerte, nadie se atrevería a usar la peyorativa metáfora de la “bolsa de gatos“, al menos para no discriminar a leones y patos). Y si logra ser electo, Massa ya sabe que enfrente tendrá una oposición dividida, una invitación a negociar con bloques dispersos, el sueño de todo presidente. Pero antes está el balotaje y todavía falta mucho, demasiado, para el 19 de noviembre. Basta ver todo lo que pasó en estos pocos días después de las generales.
La ecuación que queda por despejar es la de Milei, ¿cuánto le suma el apoyo de Macri-Bullrich y cuánto le resta desdibujar al candidato que construyó? Empezó con la atenuación de sus propuestas después de las primarias y ahora siguió con el convite a incorporarse a sus filas a sus peores enemigos (“¡zurdos de mierda!”). Karl y Groucho Marx reunidos en el mismo gesto: si no te gustan mis principios, tengo otros y si siguen sin gustarte, tengo todos los demás también. Es legítimo preguntarse con quiénes estaría buscando aliarse hoy de haber entrado Bullrich al balotaje en lugar de Massa. Si la insistencia en su diatriba contra “la casta” era sospechosa antes, ahora parece sintomática de un deseo.