La vida de los porteros de fútbol no es nada sencilla. Aunque no tienen que correr como locos por el campo, de hecho, su rol es quizás el que ejerce mayor presión psicológica: Gigi Buffon dijo una vez que es “una posición que requiere concentración total”. Es cierto, incluso “sólo” por el hecho de tener que tomar decisiones muy rápidamente, basándose en información sensorial muchas veces incompleta o limitada.

Un rol único, en el que se necesitan características específicas para sobresalir: no sólo físicas, sino también cerebrales y cognitivas. Sí, es obvio que el portero en el fútbol es un jugador muy diferente a los demás; pero si su forma de interpretar y decodificar la realidad que le rodea también lo es, quizá no.

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Un estudio reciente, publicado en Biología actualparece haber aportado una confirmación científica a este aspecto: los porteros perciben y procesan los estímulos sensoriales y la información relacionada de una manera particular, con cualidades invaluables en su trabajo entre los postes.

Así lo establecieron investigadores de la Dublin City University y el University College Dublin sometiendo a pruebas específicas a un grupo de hombres compuesto por porteros profesionales, futbolistas en otros roles y personas de diferentes edades que no practican fútbol. El objetivo de las pruebas era precisamente identificar diferencias en su capacidad para percibir sonidos e imágenes y asociarlos; Para trasladar este aspecto al fútbol podríamos pensar en el momento en el que un atacante golpea el balón, con la parte visual del impacto del pie y el chapoteo conectado.

De ello se desprende que los porteros de fútbol, ​​en comparación con el resto de personas implicadas, tienen “una evaluación más rápida de las diferentes señales que reciben”, explicó a El guardián Profesor David McGovern de la Universidad de la ciudad de Dublín. «Ser portero significa tener una actividad multisensorial. Requiere no sólo información visual, sino también información auditiva; En algunos casos, no pueden ver la pelota en absoluto y sólo tienen el golpe sordo para adivinar dónde podría terminar”.

Esta información sensorial a menudo no se combina entre sí: en resumen, no hay integración entre las entradas visuales y auditivas porque los porteros “confían” en el sentido que les proporciona información más rápidamente. Dicho así, nos podrían venir a la mente los entrenamientos especiales que sufrieron los personajes de algunos dibujos animados populares de los años 90, como Sirius en Los Caballeros del Zodíaco cuando pierde momentáneamente la vista, o Goku en Dragon Ball.

Las extraordinarias capacidades de nuestro cerebro

Hay muchos, lo sabemos, y entre ellos está el plasticidad cerebral: aunque en el espacio fijo del casquete, nuestro cerebro es capaz de modificarse para realizar mejor las tareas que debe realizar. «En los deportistas hay mayor plasticidad cerebral», explica Francesco Di Russo, profesor de Psicofisiología y Neurociencia Cognitiva en la Universidad de Roma “Foro Itálico”. “Los deportistas que entrenan con frecuencia especializan su cerebro, dando más recursos cerebrales a aquellas áreas donde son necesarios”.

A Di Russo no le sorprenden tanto los resultados del estudio irlandés: como otros deportistas profesionales, los porteros también desarrollan habilidades específicas. Y al hacerlo también suprimen una característica del cerebro: «el cerebro siempre debe anticipar el futuro y esto es generalmente un rasgo útil; sin embargo, los porteros desactivan esta capacidad para evitar caer en las fintas de los atacantes, suprimiendo los estímulos que predicen la jugada. Una característica esencial por ejemplo en las penas. En lugar de confiar en sus instintos, ignoran al jugador y se concentran sólo en el balón”.

El estudio irlandés deja abierta una pregunta importante: ¿son estas características cognitivas innatas en las personas que eligen ser porteros o se construyen con el tiempo? Para Di Russo las dos cosas no son excluyentes: «generalmente elegimos deportes y roles en los que somos mejores»; Por tanto, es posible que nuestro cerebro y sus capacidades también nos guíen en estas elecciones, orientándonos hacia aquellos roles en los que tenemos “un mejor punto de partida para alcanzar la excelencia. Base de partida que luego cientos de horas de entrenamiento y repeticiones logran consolidar como rasgos de nuestra persona.



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