Hace varios meses se instaló en la Puerta del Sol (Madrid) una escultura del rey emérito, Juan Carlos I, que apuntaba con un rifle al monumento del Oso y el Madroño. La obra titulada Estrategias parasitarias para la sobrevivencia en un mundo cruel generó un gran revuelo: se viralizaron imágenes y videos en redes pero también hubo coberturas de la prensa tradicional (El País, la BBC, The Washington Post). La escultura permaneció diez minutos en el espacio público y luego se expuso en La Parcería junto a un archivo audiovisual. Su creador es el escultor chileno Nicolás Miranda, que en agosto y septiembre estuvo presentando en Buenos Aires el proyecto Gente en su sitio o tentativas de una noble igualdad y que este viernes a las 19 inaugura una muestra con más de 90 fotografías y varios videos capturados por su equipo durante las intervenciones artísticas en la vía pública, además de tres esculturas. La exposición podrá visitarse hasta el 30 de noviembre en Pabellón 4 (Ramirez de Velasco 556).
Miranda no es un improvisado ni deja nada librado al azar. En diálogo con Página/12, cuenta el detrás de escena de su instalación: “Con el equipo tratamos de tener el mayor control posible en las operaciones para que nadie salga perjudicado. Para hacer esto se empezó a estudiar desde Chile: revisábamos las cámaras de acceso público para ver el flujo de gente y los cambios de turno de la policía, tomamos tiempos con un cronómetro, dividimos la escultura para transportarla en maletas distintas y nos asesoramos con abogados porque está la Ley Mordaza que pena los ‘atentados contra la Corona’. En términos constructivos, es entretenido desentrañar esos laberintos de legalidad e ilegalidad para evitar caer en el delito”.
Cuando se alude a la mediatización del arte, Miranda explica algunas razones que no tienen nada que ver con “hacerse famosillo” sino con la naturaleza propia de las obras y ciertos aspectos técnicos: “Por un lado, son obras visuales y lo ideal es que sean vistas. Por otro, cuando uno se postula para obtener fondos del Estado te piden ciertos ‘niveles de impacto’. En España no me los dieron argumentando que la obra sería intrascendente”. Los resultados contradijeron esos vaticinios y superaron las propias expectativas del artista: “Se nos fue de las manos porque salió en medios de Malasia, Estados Unidos, Rusia. Nunca esperé esa repercusión”.
La instalación de Buenos Aires surgió en 2019, antes del proyecto madrileño, pero el escultor las concibe como “obras hermanas”. Para Miranda el sentido empieza a construirse desde el título. En este caso hay una doble cita: “Gente en su sitio es un libro de Quino, referente fundamental, y cierra con un fragmento del himno argentino. Pero lo que los une es el término ‘tentativas’ porque así como son tres personajes podrían ser cinco y en lugar de 16 intervenciones podrían ser 200. Es una tentativa de resignificación. El cliché está mal visto pero es súper potente porque se trata de tomar elementos que ya están sobre la mesa y son decodificables. El centón en literatura, por ejemplo, me parece riquísimo: toma elementos de distintos lugares para meterlos en un conjunto y obtener otro resultado”. Los tres personajes a los que alude son las esculturas que estuvieron instaladas en distintos puntos de la ciudad: un policía sacándose una selfie, la “piba Turra” y Juanito Laguna desfilaron en modo relámpago por el Palacio de Tribunales, una sucursal del Banco Santander, el Colegio Nacional Buenos Aires, Puan, el Espacio de Memoria conocido como Club Atlético, Puerto Madero, la entrada a la Bolsa de Comercio y la estación Rodolfo Walsh de la Línea E.
-Trabajás desde el contrapunto con elementos antagónicos. ¿Cómo es eso?
-El contrapunto es súper dialéctico: el gesto mínimo de aproximar un objeto a otro, algo tan sencillo y tan tonto, puede generar una gran explosión. Pienso el arte en términos de lenguaje e intercambio de signos, pero además es un fenómeno político que parte de un ejercicio de observación del entorno. Es lo que dice Dolina cuando habla del humor: poner algo donde se supone que no va. Eso implica siempre una relectura, y si puede ser releído es porque todos entendemos los signos que están ahí aunque estén fuera de lugar. Yo no trabajo desde la sociología o la experimentación con los demás porque no pienso que como artista le tenga que dar un mensaje al resto. Creo que hay un problema ético ahí, es como ponerse en un peldaño superior.
Miranda, quien trabaja a partir de operaciones de camuflaje y acople, asegura que no le interesa victimizarse: “Me da la impresión de que se esperan ciertos clichés del artista sudamericano: que seamos pachamámicos, que lloremos y que nos ubiquemos en la vereda de la víctima. Es verdad que fuimos colonizados pero existen otras formas. A mí no me interesa dar lástima en Europa; prefiero tocar los cojones, incomodar y apostar al cinismo”. Quizás por eso su obra apela a un humor que puede adoptar distintas formas: “Pienso que la incorrección es profundamente necesaria en estos tiempos. Capusotto habla de eso: el humor no sólo es el chiste de alguien que se cae de la silla sino una herramienta crítica, no reírse del más débil sino de alguien con poder o de uno mismo”.
Cuando el poder se incomoda, salta. El artista da algunos ejemplos: el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, calificó su obra como una “imbecilidad absoluta”; en España se censuró a un artista que expuso la figura del emérito en cuatro patas siendo sodomizado por una líder boliviana y los responsables fueron despedidos; en Chile su colega Gonzalo Tapia fue amenazado de muerte por tomar imágenes de la Iglesia Católica y la derecha chilena para montar una muestra en la galería OMA, que no respaldó al artista. “La libertad de expresión siempre está en duda”, afirma Miranda.
-Llegaste con esta obra en clima electoral. ¿Cómo repercute esa coyuntura y esta derechización a nivel mundial?
-Es una coincidencia lamentable pero no es que yo sea Pitoniso. Si se abordan estos personajes y se decide ejecutar esta operación es porque en el fondo hay un ambiente que apunta a un crecimiento de las derechas y no sólo en Argentina: en Chile pasa lo mismo, en España casi gana Vox. Hay un crecimiento de estos movimientos y se envalentonan. Hace unos años estaban callados en sus casas y ahora el pinochetismo salió con todo. Hoy la Constitución la está escribiendo el Partido Republicano cercano a Milei. En el caso de Chile, creo que es el triunfo de la dictadura. Que la gente pobre termine votando a la ultraderecha demuestra el triunfo de un modelo absolutamente individualista. Lo mismo pasa acá. ¿Por qué los jóvenes votan a Milei? Tiene que ver con no mirar el colectivo y buscar salvarse solo.
*La exposición De la calle a la galería, con curaduría de Néstor Zonana y texto de Evelyn Sol Márquez, podrá visitarse en Pabellón 4 (Juan Ramírez de Velasco 556) del 20 de octubre al 30 de noviembre. Más información en nicolasmiranda.art.