“Podrás desear la intuición, que las horas te enamoren, que los puntos que te joden cicatricen en la acción. Que te aguante el corazón cuando pinte una fulera, no intuirás en la vereda el deseo redentor de toda ruta el mentor que sabe empujar la rueda…”Fragmento de Milonga de las quimeras, de Ariel Prat y Juan Subirá
Le ofrendo mucho tiempo a mi placer. Tiempo y espacio. Más allá de mis pretensiones de certezas y obligaciones del arreamiento cotidiano al que soy y somos sometidos por las reglas de un mundo construido paradójicamente para que el placer de cada uno, sea prácticamente una especie de lujo, una nube de cristal en un vuelo piloteado desde un globo agitado y a merced de los vientos que manda el mundo neoliberal hegemónico en un campo plantado de sometimientos a las reglas del mercado en horas y días laborales, de construcciones imaginarias aunque supuestamente efectivas más que afectivas, para vivir el tiempo que nos toque.
Por comprender esto, con la piel o la intuición que a veces son hermanas, o primas al menos; le ofrendo mucho tiempo a mi placer. Alguien me preguntó hace poco: “¿Y que estás haciendo?” y contesté: “Y, aparentemente nada”. Otra persona muy significativa en mi vida una vez ( o más) me reprochaba por no estar haciendo no sé qué cosa de tarea en la casa, justo en el momento ese impredecible, incluso angustiante, de mirar a una pantalla de computadora como se miraba antes a una hoja de papel en blanco…al rato, había escrito una de mis canciones más escuchadas y quizá de aquellas que ayuden mucho al futuro de mi hija.
A veces me detengo sobre alguien en el Facebook o en el Twitter y encadenando cuestiones diversas gano el conocimiento personal de una gran amistad detrás de un comentario, un post o una foto latente de coincidencias. No tengo culpas de entregarle este tiempo al puro placer que es para mí una brújula con la cual navegar como en ese río descripto maravillosamente por Conrad en “El corazón de las tinieblas”, e imagino sí el placer que llevaría lo de escribir para el polaco ese y probablemente hubiera sido proporcional a su mundo de entorno que le pediría quizás resultados inmediatos con su obra. Esa animalidad que nos hace a veces impenetrables, ridículos, obscenos de intimidad y con reflejos impensados de esquivar hambres y finales de mes, por donde la intuición deseada para rodearnos de sentido, no puede jamás intuir al deseo cuando llega y desparrama todo en un viento de carretera cual “Il Sorpasso” de Gassman en un auto sin techo.
Y sí…el deseo solo llega cuando se le da tiempo al placer, ese remolino que mezcla y construye. Es el encontrarnos en el entrenamiento del trabajo cuando pinta la inspiración. Palabra que con deseo y placer, son un trío tan insondable de encontrar como de justificar todo lo demás en el mundo tras siglos de construcciones sobre el lomo de esta especie de león que ronca acechante y aparentemente dormido…démosle nuestro tiempo al placer.
¡Besos de esquina y abrazos de cancha!