El nihilismo profetizado por Nietzsche y descripto en sus últimas consecuencias por Heidegger, se ha consumado bajo la forma neoliberal del Capitalismo. El verdadero sentido del “Dios ha muerto” no es la desaparición de los valores sino la instrumentación de los mismos al servicio de la identidad absoluta entre guerra y Capital. Esta fusión entre guerra y capitalismo se realiza para destruir todo aquello que en la Modernidad aspiró a la emancipación y la paz de los pueblos. No hay una sola gota de sangre de la que corre en el mundo actual que colabore con liberación alguna. Es puro asesinato y muerte. Los valores de la modernidad en favor del fin de la explotación han quedado por ahora en un tiempo de espera: hay un nihilismo chino, uno norteamericano, uno ruso, uno israelí y uno del terrorismo islámico sacrificial. Ninguno hará nada por la paz de los pueblos y en todo caso, tal vez Latinoamérica, es el último espacio donde occidente puede encontrar una versión distinta del nihilismo bélico que domina el mundo sino le cede el mando a la locura ultraderechista. Las guerras no solo no destruyen el mercado sino que lo reacomodan y perfilan en un nuevo sentido. El Nihilismo también implica que mientras miles de seres humanos encuentran la muerte un cinismo básico se expande como una nueva estructura de la personalidad.
Resulta indignante ver a representantes de las derechas católicas reaccionarias, pertenecientes a una fuerte tradición antisemita, esos que hasta ayer apoyaron a la dictadura argentina y su saña contra los militantes judíos, o los que acompañaron la famosa “conspiración judeo masónica” de Franco y desconocen todo del gran pueblo judío, pretender ahora que son ellos, justamente ellos, los que aman a Israel. Este cinismo básico es repetido por todas las ultraderechas del mundo.
El desprecio y el rechazo, que el terrorismo asesino de Hamás suscita, su irresponsabilidad atroz con la verdadera causa palestina, parece estar perfectamente ensamblada con esta otra cara de la moneda. El fundamentalismo islámico también es una forma de nihilismo puro, una versión que humilla a la religión poniéndola al servicio de la pulsión de muerte. Nihilismo terrorista de Hamás, Nihilismo de las ultraderechas mundiales. La verdad y la palabra justa están allí a la espera, para volver a surgir como algo sagrado y político a la vez, en medio de este estruendo asesino que aturde.