Teresa Laborde lleva varias noches en las que no puede conciliar el sueño. Esa inquietud arrancó desde que Javier Milei, el candidato a presidente de La Libertad Avanza (LLA), dijo que en Argentina se libró una guerra durante la década de 1970. Una guerra en la que hubo excesos. Teresa no necesita que le expliquen qué pasó en esos años en el país: nació en abril de 1977 en un patrullero. Su mamá, Adriana Calvo, la parió atada y con los ojos vendados mientras la llevaban de un campo de concentración hacia otro. Cuando llegó a destino, el Pozo de Banfield, el médico policial Jorge Bergés le sacó la placenta de un solo golpe, y después la puso a baldear el piso. “Acá no hubo ninguna guerra. ¿De qué excesos me hablan? ¿Qué era yo, una terrorista o una guerrillera, recién nacida? Ese hombre está afectando mi integridad”, dice.
Teresa se subió en la mañana del sábado al tren Roca. Mientras viaja, llora. Las lágrimas caen porque lee un texto que escribió otra hija, Ángela Urondo Raboy, en el que dice: “Para quienes sobrevivimos secuestros y estuvimos en cautiverio, para quienes quedamos huérfanxs, en familias incompletas, o completamente ajenas, es parte de la tortura que se ponga en duda lo que pasó”. A Teresa le cuesta creer que una persona con posibilidad de ser presidente hable de “excesos” –como lo hacía Jorge Rafael Videla en 1977– y que no exista una reacción más elocuente.
Teresa es la tercera hija de Adriana Calvo y Miguel Laborde. Nació y vivió sus primeras dos semanas en cautiverio, hasta que fueron liberadas. “Las que Milei llama –y los militares llamaban– subversivas o terroristas fueron las mujeres que me salvaron la vida. Yo no fui apropiada gracias a que mujeres del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) hicieron una muralla humana para que no me llevaran los milicos cuando vinieron a arrebatarme de los brazos de mi mamá. Gracias a ellas mi mamá conservó su cordura, su vida y pudo alimentarse porque le cedían sus platos de comida. Fueron las que me acunaron y me cantaron para que mi mamá pudiera dormir un poco”, cuenta.
Como Teresa son muchos otros los que se vieron sacudidos por los dichos de Milei de dos semanas atrás. Macarena Gelman fue una de las primeras en poner en palabras en su Facebook el horror que le producía. Ella también nació en cautiverio después de que mataran a su papá, Marcelo Gelman, y trasladaran a su mamá, María Claudia Iruretagoyena, a Uruguay. Después de eso, fue entregada a la familia de un jefe policial. “Entiendo que al candidato Milei esto no le parezca grave o lo justifique. Pero si lo va a justificar que lo haga sin disfrazarlo. Decir que fueron excesos es de una cobardía infinita y un cinismo bestial. Defiende el terrorismo de Estado y a los genocidas. Defiende secuestros, torturas, asesinatos y violaciones. Defiende el robo de bebés. Pero qué nos puede extrañar, si considera a los niños mercadería que puede ser vendida”, publicó.
Guillermo Pérez Roisinblit fue otro de los que acudió a las redes sociales para repudiar el discurso justificador del economista. Guillermo nació el 15 de noviembre de 1978 en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Su mamá, Patricia Roisinblit, fue secuestrada cuando cursaba el octavo mes de embarazo. Con ella se llevaron a su hermana, Mariana Eva Pérez, a quien dejaron, después, con familiares. Su papá, José Pérez Rojo, fue privado de su libertad ese mismo día.
“Yo necesito saber qué es lo que para este señor que tiene aspiraciones presidenciales representa un exceso de parte del Estado. ¿Es un exceso que secuestren a una embarazada de ocho meses desde la puerta de su casa? ¿Es un exceso que los lleven a un centro clandestino de detención, que los torturen, que les pasen picana eléctrica por todo el cuerpo, que los inyecten, que los golpeen? ¿Es un exceso hacer parir a una mujer en condiciones infrahumanas en el sótano de la ESMA, que una criatura nazca ya en cautiverio, que se la arrebaten de los brazos al tercer día para cambiarle la identidad? Lo que él considera excesos son crímenes de lesa humanidad”, afirma Guillermo Pérez Roisinblit a este diario.
“Yo quisiera preguntarle a Milei si fui parte de un exceso o de la guerra”, agrega, por su parte, Alejandrina Barry. Sus padres fueron asesinados en Uruguay en 1977 como consecuencia de un operativo conjunto entre la patota de la ESMA y las fuerzas uruguayas. “Quisiera que me diga si fue un exceso que yo quedara viva y que me usaran para hacer una campaña de prensa para mostrar a mis padres como monstruos, como fabricadores de huérfanos. Todo eso sucedió cuando yo tenía tan solo tres años y estaba secuestrada por los militares en un centro clandestino”, relata la legisladora del FIT-U, cuya imagen infantil fue usada por las revistas de la editorial Atlántida para montar una operación psicológica contra la militancia.
Adriana Lewi se enteró gracias a los juicios de lesa humanidad que ella estuvo también secuestrada en el Olimpo, el centro clandestino que funcionó en Floresta, con su mamá, Ana María Sonder y su papá, Jorge Lewi. A los tres se los llevaron el 8 de octubre de 1978. Adriana tenía un año y medio. Una sobreviviente le contó que su mamá usaba sus manos como títeres para mantenerla entretenida y que le cantaba bien bajito para que sus oídos no se colmaran con los alaridos del horror.
“La propia justicia –que está más del lado de ellos que del nuestro– dice que hubo un plan sistemático. Lo de Milei es violento hacia nosotros, las víctimas, y es una forma de revictimizarnos”, sostiene Adriana. “En nuestros testimonios hace tiempo que dejamos de hacer centro en el horror para hablar del plan económico de la dictadura y de otras cosas, para que la gente no se asustara. Y ahora decimos que quizá hay que volver a contar todo lo que nos hicieron porque hay una generación que no lo sabe y otra que parece que lo olvidó”.
Después de la primera ronda del debate presidencial, Victoria Montenegro reforzó su presencia en las escuelas. La presidenta de la Comisión de Derechos Humanos de la Legislatura porteña quiere que los pibes y las pibas conozcan a quienes sufrieron en carne propia el genocidio. Quiere que los vean, que los miren a los ojos. A ella la secuestraron a las dos semanas de vida en su casa de William Morris. El jefe del operativo la inscribió como si fuera su hija. Victoria restituyó su identidad en 2000 gracias a la búsqueda de Abuelas de Plaza de Mayo. Después logró encontrar los restos de su papá, Roque Orlando “Toti” Montenegro. Su mamá, Hilda Ramona Torres, sigue desaparecida.
“Escuchar a Milei fue como volver a uno de los peores momentos de mi vida porque ese discurso yo lo repetí durante muchos años. Pensé en mi papá. Al día siguiente fui a ver su autopsia – porque tanta locura te obliga a reafirmar– y ahí estaban todas las lesiones que tenía antes de las heridas producidas por la caída del vuelo de la muerte. ¿Dónde entran los excesos en crímenes tan aberrantes? Si ellos dicen que no existimos, tenemos que redoblar nuestra presencia. Esta ofensa a la memoria, hay que convertirla en militancia activa y en un puente con las nuevas generaciones”, propone.