Una amiga interpreta a otra y le dice “estás somatizando”.
Una persona le dice a su pareja que es un narcisista.
Ante un cambio de estado de ánimo, alguien se asume bipolar.
Otro se olvida de algo y dice que tuvo un lapsus.
Un amigo sugiere en una charla que le pasa algo inconscientemente.
Y en los debates presidenciales, la audiencia está pendiente de los actos fallidos.
En boca de todos
En las conversaciones de cada día, es común escuchar a las personas usar términos aparentemente reservados para la psicología y la psiquiatría. Una razón clave detrás de este fenómeno es la creciente popularidad de la psicología en la sociedad moderna, en especial en Argentina.
En paralelo al aumento de la conciencia sobre la salud mental y el bienestar emocional, las personas se volvieron más conscientes de los conceptos psicológicos y comenzaron a incorporarlos en su lenguaje cotidiano.
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Los medios de comunicación, los programas de televisión y las redes sociales han desempeñado un papel importante en cómo se difundieron estos términos.
Otra razón es que las personas buscan una mejor comprensión de sí mismas y de los demás.
Al utilizar el lenguaje de la psicología, a menudo se intenta describir y explicar nuestros comportamientos, pensamientos y emociones.
Esto puede ayudarnos a darle sentido a nuestras experiencias y a conectarnos con los demás al compartir un lenguaje común para expresar inquietudes y reflexiones.
Que el uso de términos psicológicos esté creciendo, también puede estar relacionado a que en la actualidad hay una conversación más abierta sobre la salud mental y hay menos tabúes para hablar de ello.
Las personas se sienten más cómodas al hablar de sus desafíos emocionales y mentales, lo que las ayuda a sentirse acompañadas.
Y en los últimos años se han caído algunos prejuicios. Ya no se considera que ir al psicólogo es “para los locos”. Hoy en día se comprende que la salud mental y el poder tener un espacio personal es importante.
Nombrar lo que nos pasa
En un mundo cada vez más desafiante, las etiquetas y palabras psicológicas pueden darnos un marco mucho más útil para comprender la complejidad de la mente humana.
Somatización, proyecciones, lapsus, actos fallidos o mecanismos de defensa, al nombrar estos y otros conceptos buscamos ordenar y clasificar nuestras experiencias, darles sentido.
Esto puede hacer más fácil la comunicación y la resolución de problemas, ya que nos da la posibilidad de hablar con más claridad sobre lo que nos pasa.
Ponerle nombre a algo permite una mejor expresión de lo que nos sucede y eso favorece la catarsis y el tener sensaciones más positivas.
De hecho, muchos consultantes, al hacer terapia y conocer el nombre de su diagnóstico, se sienten más comprendidos y viven la experiencia de que no están solos en lo que les pasa y sienten.
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También es importante la influencia de la psicología en la cultura popular. Las películas, las series de televisión y los libros muchas veces hablan de temas psicológicos y muestran personajes con trastornos o rasgos de personalidad distintivos.
Esto no solo hace que estemos más familiarizados con términos psicológicos, sino que nos ayuda a vernos “reflejados” en algunas situaciones. Cuando personaje en una serie lucha contra su ansiedad, se pueden encontrar parecidos en nuestra propia experiencia, por ejemplo.
Los contras
A pesar de que estos términos se han vuelto parte de nuestro lenguaje cotidiano, es importante también remarcar que en el hablar diario estas palabras van perdiendo el sentido propio con el cual los profesionales lo usan.
Por ejemplo, se ha escuchado muchas veces en conversaciones decir cosas como: “no te reprimas”. En psicología, la represión no es una decisión, es un mecanismo inconsciente, del cual no se tiene registro muchas veces.
Que estas palabras se hayan vuelto naturales en nuestro lenguaje no significa que necesariamente estén bien utilizadas. Solemos escuchar que se usa el término depresión como sinónimo de tristeza. Pero no es lo mismo estar deprimido, que estar triste. La depresión requiere tratamiento y el diagnóstico debe hacerlo siempre un profesional de la salud. Es decir, una charla de café con un amigo suma, pero jamás reemplaza un espacio de terapia.
Además, muchas veces son utilizadas para reproducir el estigma que todavía pesa sobre algunos trastornos o condiciones de salud mental: “es un esquizofrénico”, “es bipolar”, “está loco”.
Es bueno hablar con las palabras propias de la psicología, es un reflejo de cómo esta disciplina se ha arraigado profundamente en nuestra sociedad.
Que la popularización del uso del lenguaje psicológico sea un vehículo para acercar a las personas a profesionales que tienen las herramientas adecuadas para el abordaje de la salud mental
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