La reciente ofensiva relámpago de Azerbaiyán que provocó un éxodo de la población armenia de Nagorno Karabaj puso en evidencia el complejo entramado de intereses internacionales sobre esta región del Cáucaso y puede reconfigurar las relaciones de forma tal que Rusia pierda influencia, la Unión Europea (UE) gane espacio como mediador, en un delicado juego de equilibrio por su interés energético, mientras Turquía profundiza su rol de peso pesado.
El avance militar lanzado el 19 de septiembre le permitió a las fuerzas azerbaiyanas hacerse con el control efectivo de la zona ubicada dentro de sus fronteras reconocidas internacionalmente y las autoridades de la república de Nagorno Karabaj, autoproclamada hace tres décadas y llamada por los armenios como Artsaj, anunciaron que será disuelta a partir del próximo 1 de enero.
Esa victoria militar provocó un éxodo masivo de ese territorio, de mayoría armenia y cristiana, que se había escindido de Azerbaiyán, de mayoría musulmana, durante la desintegración de la Unión Soviética.
Unos 100.000 habitantes del enclave (el 80% de su población total) huyeron ante denuncias de un intento de “limpieza étnica“, en una crisis humanitaria que ya se había profundizado desde diciembre del año pasado con el bloqueo al corredor de Lachín, el único que une Armenia con el enclave y usado para transportar bienes esenciales.
Pese a las denuncias de algunos países sobre este último hecho, como la que hizo Argentina en la reciente cumbre del G20, y un fallo de la Corte Internacional de Justicia para que Azerbaiyán levantara el bloqueo, no hubo ningún tipo de sanciones que fuercen un cambio de la situación.
En ese contexto, Armenia señaló a Rusia, un país tradicionalmente aliado, como uno de los responsables de los últimos hechos en Nagorno Karabaj, especialmente debido a la falta de compromiso de las fuerzas de mantenimiento de la paz rusas, desplegadas desde 2020 tras una segunda guerra en la región que dejó unos 6.500 muertos.
“La responsabilidad de los acontecimientos recaerá enteramente en Azerbaiyán, que adoptó una política de limpieza étnica, y en el contingente ruso de mantenimiento de la paz“, dijo el primer ministro armenio, Nikol Pashinian.
La muestra más clara de esta erosión bilateral la dio esta semana el Parlamento de Armenia, cuando en plena crisis por el ingreso masivo de desplazados votó a favor de que el país se sume a la Corte Penal Internacional, tribunal que emitió una orden de arresto contra el presidente ruso, Vladimir Putin, acusado de crímenes de guerra por la deportación de niños ucranianos en zonas ocupadas.
“Ningún gobierno armenio dará la orden de detener a Putin si decide llegar a Ereván. El tema es el simbolismo que subyace a la medida. El gobierno armenio quiere hacer alarde de su independencia”, afirmó a Télam Vahram Ter-Matevosyan, investigador y miembro de la Universidad Americana de Armenia.
Especialista en temas de política exterior del Cáucaso Sur, indicó que con la mirada puesta en la guerra en Ucrania, “Rusia se dio cuenta de que tanto Azerbaiyán como Armenia recibían con satisfacción una mayor implicación de la UE en la resolución de su conflicto”, pero la seguridad, el estatus y los derechos de los armenios de Nagorno Karabaj siguieron siendo cuestiones irresueltas.
Reclamos de intervención a la UE
Sin embargo, esa intervención de la UE también quedó bajo la lupa en julio del año pasado, cuando la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, fue a Azerbaiyán para firmar un acuerdo de suministro de gas, limitado tras el freno a las importaciones rusas, y llamó a ese país un “socio energético fiable”.
“Ese acuerdo de gas fue muy importante para que la UE fuera tan blanda con Azerbaiyán a pesar del comportamiento agresivo de ese país, especialmente ante el bloqueo del corredor de Lachín”, indicó a Télam Svante Lundgren, investigador en el Centro de Estudios Avanzados sobre Oriente Medio de la Universidad de Lund (Suecia).
Dos meses después de sellar ese pacto, en septiembre de 2022, se produjo una escalada en la frontera con enfrentamientos que dejaron unos 300 muertos y que, según informes de terceros países, incluyendo Estados Unidos, ocurrieron también dentro del territorio de Armenia.
“Entiendo que la comunidad mundial no sancionara a Azerbaiyán por la guerra de 2020, ya que considera a Nagorno Karabaj como territorio azerbaiyano. Pero el ataque contra Armenia propiamente dicho en septiembre de 2022 no tenía excusas y debería haber dado lugar a sanciones contra Bakú”, afirmó Lundgren, autor de varias publicaciones sobre el Genocidio Armenio.
“Cuando eso no ocurrió, se animó al presidente (de Azerbaiyán, Ilham) Aliyev a continuar con la agresión y vimos el comienzo del bloqueo de Lachín en diciembre. Fue ampliamente condenado en Occidente, verbalmente, pero sin ninguna acción como sanciones, por lo que Bakú comprendió que se saldría con la suya yendo aún más allá, como con un ataque militar”, añadió al referirse a la ofensiva relámpago ocurrida hace poco más de dos semanas.
“Es una lástima ver cómo Europa no tomó ninguna medida efectiva para detener o impedir que Azerbaiyán desistiera de sus pasos”, lamentó por su parte Ter-Matevosyan.
“Por primera vez en 50 años de historia de Europa, unas 100.000 personas fueron deportadas a la fuerza de sus tierras ancestrales en una semana. Dejaron atrás casas, monasterios e iglesias, los armenios de Nagorno Karabaj tuvieron que venir a Armenia para refugiarse de la embestida genocida de Azerbaiyán”, apuntó.
La UE tampoco adoptó por el momento sanciones por la última ofensiva militar, aunque en una resolución no vinculante el Parlamento Europeo acusó el jueves a Azerbaiyán de llevar adelante una “limpieza étnica” contra los armenios de Nagorno Karabaj y llamó al bloque a tomar “medidas específicas contra personas en el Gobierno” azerbaiyano.
Pashinian hablará ante la Eurocámara el 18 de octubre y se anunció una reunión antes de fin de mes en Bruselas con Aliyev, en un intento de la UE de configurarse como mediador en el conflicto entre esas dos exrepúblicas soviéticas que entre 1988 y 1994 libraron una primera guerra que dejó unos 30.000 muertos.
Esta negociación debió tener lugar el jueves pasado en el marco de la cumbre de la Comunidad Política Europea que se desarrolló en la ciudad española de Granada, pero el líder azerbaiyano decidió no acudir por críticas a Francia, que firmó acuerdos militares con Armenia, pero sobre todo por la ausencia del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, justificada oficialmente por temas de salud.
Turquía es el principal aliado de Azerbaiyán y, tras la ofensiva, Erdogan dio una muestra del peso del país en la región al reunirse con Aliyev para destacar que es un “motivo de orgullo que la operación se haya completado con éxito en un breve periodo de tiempo, con la máxima sensibilidad hacia los derechos de los civiles”.
Ese encuentro tuvo lugar en Najicheván, un lugar de gran simbolismo, ya que es un enclave azerbaiyano aislado del resto del territorio y las autoridades de ese país desean crear un corredor terrestre que pase por el sur de Armenia, lo que aislaría a esa república de su vecino Irán.