A menudo, los visitantes de La Habana, Cuba, pueden sentirse como si estuvieran atrapados en el tiempo, con los omnipresentes autos clásicos y las descoloridas atracciones turísticas modernas de mediados de siglo. Algunos turistas se deleitan con esta disonancia y se dirigen al Hombres Locos estilo de vida, mientras que otros pueden considerar los muchos daños, tanto autoinfligidos como causados por otros, que han llevado a Cuba a quedarse estancada para siempre en los últimos años de la década de 1950. Quizás en ningún lugar esa disonancia turística se sintió con más fuerza que en El Polinesio, un bar tiki completamente conservado ubicado en el hotel Habana Libre.
Antes de que el hotel fuera conocido como Habana Libre, era el Havana Hilton, el orgullo y la alegría del presidente convertido en hombre fuerte Fulgencio Batista. El hotel abrió sus puertas en 1958 como un resort y casino de última generación. Cuando abrió, asistieron celebridades y miembros de la alta sociedad, y el hotel contaba con las mejores comodidades; lo más importante, tenía un Trader Vic’s.
Trader Vic’s anunció y también reflejó el surgimiento de la cultura tiki, una mezcla de mediados de siglo de costumbres polinesias y maoríes mezcladas con una saludable dosis de apropiación cultural. Después de la Segunda Guerra Mundial, muchos estadounidenses recién expuestos al teatro del Pacífico, especialmente los californianos, comenzaron a deleitarse con estas tendencias, y los bares tiki kitsch se convirtieron en un éxito a nivel nacional y pronto mundial.
Toda esta historia terminó enfrentando la realidad de la Revolución Cubana. En cuestión de meses, los centros turísticos estadounidenses se cerraron y sólo se reabrieron a instancias del gobierno cubano. El Hilton pronto se convirtió en el Habana Libre y el Trader Vic’s fue nacionalizado en unos meses, cuando el gobierno se apoderó de los medios de producción de mai tais.
En un giro del destino que seguramente podría conducir a una serie de ensayos de ciencia política, irónicamente el régimen comunista ha preservado esta oda al kitsch de lujo y al exceso colonialista mucho mejor que los países capitalistas. El bar y restaurante, rebautizado como El Polinesio, se ha conservado casi en un estado intacto, lo que lo convierte funcionalmente en el único Trader Vic’s que queda en pie de su apogeo en la década de 1950.
Muchos detalles son originales, desde la chimenea hasta las lámparas tipo jaula y la cristalería original. Gran parte de esta preservación se debe a su antiguo gerente, Osvaldo Sainz, hijo del bartender original de Havana Trader Vic, Enrique Sainz. Su amor y reverencia por la cultura tiki ayudaron a mantener vivo el lugar y en el espíritu de su intención original, y las bebidas espirituosas, que aún se pueden pedir en su menú de bebidas original. Puedes pasar por un mai tai, un mojito o un Cuba libre, e imaginar La Habana como era antes y contemplar lo que es ahora.